Eriphar Le Fay Cazadora iniciada
Mensajes : 10672 Edad : 34 Localización : Buenos Aires Empleo/Ocios : Leer, tomar vodka e hidromiel! Humor : Create CHAOOOOS!!! MUAHAHAHA!! Inscripción : 03/01/2011
| Tema: Re: 8° Libro: La rendición más oscura Jue 16 Feb 2012 - 18:35 | |
| ADVERTENCIA!!! FRAGMENTO MUY LARGO DEL LIBRO DE GIDEON XDDD - Spoiler:
—No puedes hacer esto Gid —dijo Strider, poseedor del demonio de la Derrota, de repente a la par junto a él. Mierda. Cualquier persona menos él. Strider no podía perder un reto, ningún reto, sin sufrir como Gideon sufría cuando hablaba con la verdad. Incluyendo al Xbox, y se vio seriamente jodido con el mojo de Assassin's Creed de Gideon, porque sí, Gideon le había desafiado, tratando de distraerse y aliviar la rigidez en los nuevos dedos. De todos modos. Siempre, sin lugar a dudas, él y Strider se vigilaban las espaldas (juegos de video aparte). Por lo tanto, no debería haberse sorprendido de que su amigo estuviera allí, decidido a salvarle de sí mismo. No era su intención rodar y hacerse el muerto. —Es peligrosa —agregó Strider—. Una espada dirigida a través del corazón, amigo. Sí, era ella. Invadiendo sueños, durmientes a los que se les presentaba sus peores temores y alimentándose del subsiguiente terror. Infierno, hacía unas semanas, lo había hecho con él. Con arañas. Se estremeció, momentáneamente con el estómago revuelto cuando se imaginó a las pequeñas bastardas peludas arrastrándose sobre él. Coño. Chúpate esa. Se había enfrentado a innumerables espadas balanceándose sin inmutarse, así como a los monstruos que las blandían. ¿Qué eran unas pocas arañas? Otro estremecimiento. Repugnantes, eso es. Sabía lo que estaban pensando cada vez que sus ojillos brillantes aterrizaban en él: sabroso. Pero ¿por qué no había invadido Scarlet los sueños de los demás? Se había estado preguntando sobre eso casi tanto como se había cuestionado su "matrimonio". A los otros guerreros, a sus compañeras, le había dejado solo. A pesar del hecho de que había amenazado con masacrar a todos y cada uno de ellos. Algo que ella realmente podía hacer. —Maldita sea. Deja de ignórame —gruñó Strider, perforando un agujero en el muro de piedra plateada segundos después de haber pasado por la puerta cerrada de un dormitorio—. Sabes que a mi demonio no le gusta. El polvo, un penacho de escombros en el aire, un eco sonoro por la fractura. Grandioso. Pronto, otros guerreros estarían en marcha para averiguar qué había sucedido. O quizá no. Tan temperamentales como eran los miembros de este hogar (tos, demasiada testosterona, tos), debían estar acostumbrados a los ruidos inesperados y violentos. —Mira. No lo siento. —Gideon echó un vistazo a su amigo, fijándose en el pelo rubio, los ojos azules y las facciones aparentemente inocentes que eran de alguna manera perfectas para la complexión de hombre. Más de una mujer le había llamado “Americano típicamente maravilloso”, lo que fuera que eso significara. Esas mismas mujeres por lo general evitaban a Gideon, como si incluso desplazar su mirada sobre los tatuajes y piercings ennegreciera sus almas. Por lo que sabía, tenían razón—. Pero estás en lo correcto. No puedo hacer esto. Lo que significaba que Strider se equivocaba y, sí, Gideon muy bien podía hacer esto. ¡Chúpate esa! Todos los que vivían en esta fortaleza y condenación, había una gran cantidad de personas, al parecer el número crecía día a día ya que cada uno de sus amigos estaba conectado con su "único" (gag) , dominaban el lenguaje de Gideon y sabía que captarían lo contrario de lo que él dijera. —Bien —dijo Strider con fuerza—. Puedes, pero no lo harás porque sabes que si te llevas a la mujer de esta casa, voy encanecer de la preocupación. Y te gusta mi cabello tal como es. —Stridey, hombre. ¿Estás coqueteando conmigo? ¿Tratando de conseguir que pase mis dedos a través de esos mechones raídos? —Gilipollas —murmuró Strider, pero evidentemente su ira se calmó. Gideon se rió entre dientes. —Dulce pastelito. Los labios de Strider aún temblaban en una mueca. —Sabes que odio cuando te ablandas así. Al muchacho le gustó esto. No había duda. Sortearon una esquina, sin pasar por una de las muchas salas de reuniones, que la fortaleza poseía. Ésta estaba vacía. Tan temprano como era, la mayoría de los guerreros estaban todavía en la cama con sus mujeres. Si no estuvieran preparando sus armas en ese preciso instante, por supuesto. Por costumbre, exploró la zona. En esta sala en particular, retratos de hombres desnudos llenaban las paredes, cortesía de la diosa de la anarquía, cuyo retorcido sentido del humor era rival del de Gideon. Había sillas de cuero rojo (Reyes, el guardián de Dolor, a veces tenía que cortarse para calmar a su demonio, el rojo vivo venia muy bien), relucientes estanterías (París, poseedor de Promiscuidad, disfrutaba de las novelas románticas), y las raras lámparas de plata que se retorcían y curvaban encima de las sillas, no tenía idea de quien eran. Flores frescas adornaban los jarrones, perfumando dulcemente el aire. Una vez más, no tenía ni idea. Bueno. Él las había pedido. Esa mierda olía bien. Gideon respiró profundamente el aire fresco y delicioso. Excepto que terminó la inhalación por la nariz lleno de culpa. Lamentablemente, eso pasaba todo el tiempo últimamente. Mientras se deleitaba con esto, su supuesta esposa se pudría abajo en los calabozos; antes de eso, ella había pasado miles de años en el Tártaro, de manera que se le hizo doblemente cruel el dejarla allí abajo. Realmente, ¿qué clase de hombre permitía tal cosa? Un imbécil, eso era, y él era sin duda el rey de ellos. Después de todo, iba a devolver Scarlet al calabozo una vez que sus preguntas fueran respondidas. Pues, a lo mejor, nunca. Incluso si ella era, o más bien había sido, su esposa. Sí. Era un hombre malo, malo. Era simplemente demasiado peligrosa para ser liberada de forma permanente, su capacidad para invadir los sueños la hacía demasiado destructiva. Porque cuando murió en una de las pesadillas de Scarlet, murió de verdad. Eso fue todo. El final. Y si alguna vez se decidía a ayudar a los Cazadores, lo que podría ocurrir, las mujeres y los Señores despreciados nunca serían capaces de dormir bien otra vez. Y necesitaban lo bueno del descanso o se convertirían en rugientes bestias. Caso en cuestión: Gideon. No había dormido en las últimas semanas. “Reduce la velocidad”, su demonio daba instrucciones repentinamente. “Movimiento demasiado rápido”. Por lo general Mentiras era simplemente una presencia en el fondo de su mente. Allí, pero en silencio. Sólo cuando la necesidad del demonio era grande tenía que hablar. Pero incluso entonces, tenía que decir lo contrario de lo que él quería. Y ahora quería que Gideon se diera prisa y llegara a Scarlet. “Dame alas y está hecho”, respondió con sequedad Gideon, pero maldito si no apresuraba el paso. Podía y pensaba lo que quería decir. Siempre. Nunca se mintió a sí mismo o al demonio en estos momentos de intimidad. Tal vez porque había tenido que luchar salvajemente y sin piedad por esos lapsos. Cuando ocurrió la posesión, estuvo perdido en la oscuridad y el caos, un esclavo de su compañero del alma y sus antojos malvados. Había atormentado a los seres humanos, sólo para escucharles gritar. Había quemado hogares en la tierra, así como a las familias en su interior. Había matado indiscriminadamente, y se mofaba mientras lo hacía. Le había costado unos pocos cientos de años, pero Gideon había arañado, finalmente, su camino hacia la luz. Él tenía el control ahora, y había logrado incluso domar a la bestia. En su mayor parte. Strider suspiró, recuperando su atención. —Gideon, hombre, escúchame. Lo dije una vez, pero lo diré de nuevo. No se puede sacar a la hembra fuera de estas paredes. Huirá de ti, sabes que sí. Los Cazadores en la ciudad, también lo saben y podrían cogerla, reclutarla, usarla. O bien, si les rechaza, bien podrían lastimarla como te lastimaron a ti. Uno, Strider estaba hablando como si Gideon no pudiera sujetar a la astuta tentadora por unos días, y podía. Él sabía cómo patear el culo y conseguir información como el mejor. Dos, Strider estaba hablando como si Gideon fuera incapaz de localizarla, si de hecho llegara a perderla. Y tres, Strider tuviera probablemente razón, pero eso no calmaba el súbito estallido de ira de Gideon. Podía no ser el refinado agente que Strider era, pero tenía habilidades con las damas, maldita sea. Más que eso, Scarlet misma era un guerrero. Un inmortal. Podía rodearse a sí misma con la oscuridad. Una oscuridad tan densa que ninguna luz humana, ni los ojos de un inmortal, podían penetrar. La pérdida de ella, no sería tan lamentable como perder, por ejemplo, un ser humano no entrenado. No es que fuera a perderla, se dijo de nuevo, y no es que ella deseara huir. Iba a seducirla. Sería un placer sencillamente aplicarla en ella y hacerla desesperarse por quedarse con él. Lo cual no debía ser demasiado difícil. Le había gustado lo suficiente como para casarse con él, ¿verdad? Tal vez. ¡Maldita sea! —Sé lo que estás pensando —dijo Strider tras otro suspiro—. Si se te escapa, ¿y qué? La encontraras. —Incorrecto. —Había pensado eso, sí, pero había descartado la idea antes. Ahí tienes. ¿Qué eres? ¿Una chica? —Bueno, ¿qué pasa con ella mientras estás buscándola? Durante el día necesitará protección, y si no estás con ella, ¿quién va a protegerla? Mierda. Buen punto. Scarlet no podía funcionar durante el día. Debido a su demonio, dormía muy profundamente. Tan profundamente que nada ni nadie podía despertarla hasta el atardecer, un hecho que había descubierto después de casi provocarle un aneurisma cerebral mientras trataba y fallaba al sacudirla de la inconsciencia. Se había sorprendido cuando, una hora más tarde, sus ojos se abrieron de golpe y ella se sentó como si hubiera tenido sólo una siesta de diez minutos para recuperar energía. Eso le había planteado otras preguntas. ¿Por qué el demonio dormía durante el día, cuando la gente a su alrededor estaba despierta? ¿No desbarataba eso el propósito de crear pesadillas? ¿Y qué pasaba cuando ella viajaba y el huso horario cambiaba? —Tenemos suerte de haberla encontrado cuando lo hicimos —continuó Strider—. Si no hubiéramos tenido al ángel de Aeron de nuestro lado, nosotros hubiéramos muerto tratando de protegerla. Devolverle la libertad, sin importar la razón, es estúpido y peligroso… —No has dicho eso antes. —Una y otra vez—. Además, Olivia no está en nuestro equipo. —Significaba que lo estaba—. Ella no nos puede ayudar de nuevo si fuera necesario. —Lo que quería decir que podía—. Ahora, te odio, hombre, pero por favor sigue hablando. —Te quiero, ¡pero cierra el pico! En serio. Strider gruñó con la frustración renovada, mientras aporreaba los escalones que llevaban a la mazmorra, vidrieras a punto de derrumbarse, paredes manchadas de sangre. El aire se volvió húmedo, teñido de sudor, orina y sangre. Nada de esto era de Scarlet, gracias a los dioses. Su culpabilidad no habría podido manejar esto. Por suerte, o por desgracia, dependiendo de a quién le preguntara, no era la única que era custodiada bajo llave. Había varios Cazadores en espera de la retribución, también conocido como interrogatorios, alias tortura. —¿Y si te estaba mintiendo? —le preguntó su amigo. El hombre no sabía cuándo dejarlo, y sí, Gideon sabía que Strider no podía dejar de hacerlo. ¿Por qué no simplemente golpeaba a su amigo en la cara y le aporreaba con los pies?—. ¿Qué pasa si no es realmente tu esposa? Gideon soltó un bufido. —¿He olvidado decirte? Distinguir la verdad de la mentira es difícil para mí. —Excepto con ella, pero no iba a emitir este recordatorio en este momento. —Sí, pero también me dijiste que tú no eres capaz con ella. Uno de ellos tenía una memoria perfecta. Excelente. —No hay manera de que pueda ser mi esposa. —Las posibilidades eran escasas, pero sí, que estaban allí—. No tengo que hacer esto. Cuando Scarlet le había invadió por primera vez los sueños y le pidió que la visitara en su mazmorra, había sido incapaz de hacer otra cosa, lleno con la necesidad de verla, una parte de él reconociéndola a un nivel que todavía no entendía. Cuando había alegado que la había besado, que tuvieron relaciones sexuales, incluso que se habían casado, el mismo, parte de él había tarareado en consentimiento. Aun cuando no su maldito recuerdo. ¿Por qué no la recuerdo? Se preguntó por enésima vez. Había estado jugando con varias teorías. La primera: Los dioses le habían borrado la memoria. Pero eso planteaba la cuestión de por qué. ¿Por qué no iban a querer que recordara a su propia esposa? ¿Por qué no borraron la memoria de Scarlet, también? La segunda teoría: Se había auto suprimido la memoria. Pero de nuevo, ¿por qué habría hecho algo así? ¿Cómo lo habría hecho? Había millones de otras cosas que habría querido olvidar. La tercera: Su demonio le había borrado de alguna manera la memoria cuando se emparejaron. Pero si eso fuera cierto, ¿por qué recordaba su vida en los cielos, cuando había sido un siervo de Zeus, encargado de la custodia del antiguo rey de los dioses en cada momento de cada día? Él y Strider se detuvieron en la primera celda, donde residía Scarlet desde las últimas semanas. Estaba dormida en su cama, como había sabido que estaría. Y como había hecho cada vez que él la había visto, tomó aliento. Preciosa. Pero... ¿Mía? ¿Quería que lo fuera? No, por supuesto que no. Eso complicaría todo como el infierno. No es que hubiera dejado que le importara. No podía. Sus amigos venían primero. Esa es la forma en que eran las cosas, y la forma en que siempre serían. Al menos estaba limpia, se había asegurado de que hubiera suficiente agua para beber y para bañarse. Y estaba bien alimentada; había hecho que los alimentos se entregaran tres veces por noche. Y haría lo mismo hasta que finalmente la devolviera. Tendría que ser suficiente. “¡No te apresures!” exclamó Mentiras, casi saltando de un rincón del cráneo al otro. “¡No te apresures!” “Alto ahí, amigo. Yo me encargaré de esto”. Pero no podía obligarse a moverse por ahora. Había estado esperando este momento desde siempre, al parecer, y quería deleitarse en ello. ¿Deleitarse? Realmente se estaba afeminando. Mira a lo lejos antes de que tengas una erección, se dijo. Muy bien, ahora que era más varonil. Levantó la mirada a propósito. Las paredes a su alrededor se componían de piedra gruesa e impenetrable. Por lo tanto, nunca podía ver a los Cazadores encarcelados junto a ella. En realidad, a Gideon no le importaba eso. No quería que los Cazadores la vieran. Sí. La quería suya. Al menos por ahora. Hablando de los Cazadores, vieron a los guerreros a través de sus propios barrotes y se encogieron en las sombras, sus murmullos disminuyendo hasta calmarse. Podrían haber dejado de respirar, tanto miedo tenían de ser señalados. Bien. Le gustaba que su enemigo le temiera. Tenían todas las razones para hacerlo. Estos hombres habían encarcelado y violado a inocentes, mujeres inmortales con la esperanza de crear niños mestizos a los que podrían inculcar el odio y luchar contra Gideon y sus amigos. Niños que hubieran sido capaces de ayudar a los Cazadores a encontrar la caja de Pandora antes de que los Señores pudieran, todo con la esperanza de utilizar el artefacto para separar cada demonio de su anfitrión. Un acto al que los guerreros no sobrevivirían, el hombre estaba vinculado ahora de forma irrevocable a la bestia. También era parte del castigo por la apertura de la tonta caja. Gideon retiró la llave de la celda de Scarlet, con los nuevos dedos rígidos e inestables por la falta de uso, y extendió la mano. —Espera. —Strider le puso una fuerte mano en el hombro, tratando de retenerle en su lugar. Gideon podría haberse liberado con una sacudida, pero le permitió a su amigo la ilusión de ganar esta pequeña batalla de voluntades—. Puedes hablar con ella aquí. Obtener tus respuestas aquí. Pero tendrían audiencia, lo que significaba que ella no podría relajarse. Y si no podía tranquilizarse, no le permitiría tocarla. Degenerado como era, quería tocarla. Además, ¿cómo iba a abstraer la información de ella? ¿Al decirle lo fea que era? ¿Al contarle lo que él no quería hacer con ella? —No te calmes, hombre. Al igual que no te he dicho incontables veces, no tengo planes para traerla de vuelta cuando me entere de lo que yo no quiero saber. ¿Está bien? —Si puedes hacerla regresar. Hablamos de ese pequeño problema ya, también. ¿Te acuerdas? Un poco difícil de olvidar. Por desgracia. —No voy a tener cuidado. No te doy mi palabra. Pero yo no necesito hacer esto. No es importante para mí. Esa fuerte mano no le soltaba. —Ahora no es el momento para que nos dejes. Tenemos tres artefactos y a Galen enojado como el infierno. Va a querer venganza por lo que le cogimos. Galen era el líder de los Cazadores, así como un endemoniado guerrero. Sólo que parecía angelical y fue emparejado con el demonio de la Esperanza, por lo que todos sus seguidores tenían el pensamiento humano que era, de hecho, un ángel. Gracias a él, culparon a cada uno de los Señores por el mal del mundo. Gracias a él, esperaban un futuro libre de ese mal, y luchaban hasta la muerte para lograrlo. La reciente mujer de Aeron, Olivia, que en realidad era un honesto-ángel-de-Dios, le había robado al bastardo el tercer artefacto. La Capa de la Invisibilidad. Como había cuatro artefactos necesarios para señalar el camino hacia la caja de Pandora el Ojo Que Todo Lo Ve (controlado), La Jaula de la de Coacción (controlado), la Capa de la Invisibilidad (como se dijo, controlado) y la Vara de Partir (controlado en breve). Galen estaba desesperado por recuperar la Capa, así como por confiscar todos los demás. Lo que significaba que la guerra realmente se estaba fraguando. Sin embargo, no importaba. Nada iba a disuadir a Gideon del actual curso de acción. Sobre todo porque parte de él se sentía como si su propia vida dependiera de esto. —Gid, Tío. Le echó a su amigo una mirada angosta, los labios tensos de nuevo en un gruñido. —Estás pidiendo ser besado. —Golpeado. Pasó un momento de silencio ominoso. —Está bien —murmuró finalmente Strider, levantando los brazos, las palmas hacia arriba—. Tómala. Por Dios. —No estaba pensando precisamente en eso, pero muchas gracias por la aprobación. Pero ¿por qué no estaba Strider derrumbado en el suelo, fuera de combate? Él acababa de perder un reto, ¿o no lo había hecho? —¿Cuándo volverás? Gideon se encogió de hombros. —No estaba pensando en... ¿una semana? Seguramente siete días era tiempo de sobra para predisponer a Scarlet hacia él y hacer que se abriera sobre su pasado. En este momento, parecía odiarle hasta las entrañas. No sabía cómo, pero lo haría. Era un voto. Pero aún así. Ella prefería claramente a los hombres peligrosos. ¿Por qué otra cosa sería que supuestamente se casó con él? De manera que encaja con los requerimientos. —Tres días —dijo Strider. Ah. Tiempo de negociación. Por eso, Strider no había caído por su demonio. No fue derrotado, se limitaba a intentar otra estrategia. Gideon podía profundizar. Se sentía tan culpable por dejar a sus muchachos detrás como lo hizo dejando a Scarlet en esta celda. Le necesitaban, y si resultaban heridos mientras estuviera fuera, se descontrolaría completamente. —No estoy pensando en cinco ahora —acordó. —Cuatro. —No hay trato. Sonriendo, Strider asintió con la cabeza. —Bien. Así que. Tenía cuatro días para aplacar a Scarlet. Había luchado batallas más difíciles en menos tiempo, estaba seguro. Sin embargo, lo curioso era que ahora no podía recordarlo. Infiernos, tal vez sólo sufrió pérdida de memoria selectiva. Tal vez las peleas y Scarlet, quien habría luchado probablemente muchísimo, dado que era testaruda, mandona y respondona como la mierda, fueran las principales víctimas de esa pérdida. Sin embargo, le hubiera gustado recordar el sexo. Increíble. Lo sabía. —Informaré a los demás —dijo Strider—. Pero mientras tanto, te conduciré a donde tú quieres llevarla. —Por supuesto. —Gideon finalmente insertó la llave y abrió la celda de Scarlet, la puerta se abrió con un gemido—. No voy a trasladarla yo mismo, quiero que todos sepan hacia dónde vamos. Strider dio otro gruñido, éste muy frustrado, pero ahora atado con ira. —Burro testarudo. Tengo que saber que llegaste a salvo a donde vas o no voy a ser capaz de concentrarme lo suficiente como para matar a alguien. Y tú sabes que estoy a una dieta estricta, de por lo menos un Cazador al día. —Es por eso que no conseguirás una llamada telefónica de mí. Gideon se acercó a la forma todavía durmiente de Scarlet. Ya que no se rodeó de la oscuridad impermeable mientras dormía. Como si quisiera que Gideon pudiera verla siempre. Como si confiara en que no la lastimaría. Al menos, eso es lo que se dijo. —Dioses, no puedo creer que me convenciera de esto. ¿Te dije ya que eres un idiota? —No. Suavemente cogió a Scarlet en brazos. Con un suspiro, le frotó la mejilla contra el corazón. Un corazón que ahora golpeaba contra las costillas como un mazo. Debía de haberle gustado lo errático del ritmo, porque se acurrucó más cerca. Agradable. Ella medía uno ochenta o uno noventa y dos metros, delgada, pero firmemente musculada. Se había negado a ponerse la ropa que le había ofrecido, por lo que llevaba la camiseta y los pantalones vaqueros que Aeron le había encontrado. Gideon inhaló profundamente una vez más, pero esta vez no hubo culpa. Olía a jabón con aroma floral, y le consumía. ¿Había olido así todos esos años, cuando habían estado, supuestamente, casados? Flores, ¿al igual que ahora? O ¿algo más? ¿Algo más exótico? ¿Algo tan oscuro y sensual como ella? ¿Algo que habría disfrutado al saborearla con la boca mientras la lamia de pies a cabeza? Cabeza de chorlito. Ahora no es el momento de disfrutar con esos pensamientos. Se volvió con ella apretada fuertemente contra el pecho, un tesoro que protegería cuando permanecieran fuera de las murallas de la fortaleza. Incluso de sus amigos. Sabía que se estaba contradiciendo, al pensar en ella en términos tan románticos y tan ferozmente, cuando sus intenciones no eran ni puras ni honorables, pero no podía evitarlo. Estúpida lujuria. La expresión de Strider era cautelosa, pero de aceptación, diciéndole en silencio que ningún movimiento defensivo sería necesario. —Vete. Y ten cuidado. Dioses, amaba a sus amigos. Le apoyaban costase lo que costase. Siempre había sido así. —Por cierto. Te ves como si fueras un gato, que acaba de encontrar un plato de crema —dijo Strider con una sacudida de cabeza—. Eso no es reconfortante. No tienes idea de en lo que te estás metiendo, ¿verdad? Tal vez no. Debido a que no había esperado algo así de intensamente en mucho tiempo, y probablemente debería haber sido precavido. Asumiendo lo que su estupidez indicaba, pero… —No te estoy mostrando un dedo en mi mente. ¿Sabías eso? —Sí, lo sé. Es el dedo índice y me estás diciendo que soy el número uno. Se echó a reír. Algo por el estilo. —Cuatro días —le recordó su amigo—. O iré a buscarte. Gideon le lanzó un beso. Strider puso los ojos en blanco. —La deseas, pero escucha. Rezaré por ti para que regreses a nosotros con vida, con la chica y para que esté viva, también. Ah, y que estés satisfecho con lo que aprendas. Y que te satisfaga en otras maneras, así te olvidarás de ella como lo has hecho de las otras mujeres en tu vida. Bien. Se trataba de una gran cantidad de oraciones. —Muchas gracias. Lo digo de verdad. ¿Así que cuando no te hiciste sacerdote? ¿Y cuándo los dioses decidieron que les gustaba respondernos? —Strider nunca había perdido el tiempo en las oraciones antes, y a los dioses en realidad les encantaba no hacer caso de sus peticiones. No, no es cierto, se corrigió. Cronus, el Titán recién coronado rey, ahora le gustaba visitar la fortaleza sin invitación y hacer todo tipo de demandas mierdas que Gideon y los otros se veían obligados a obedecer. Como la matanza de seres humanos inocentes. O decidir salvar a tu mujer o a tu amigo. O suplicar que te dijera donde había sido enviado el espíritu de tu amigo cuando al amigo en cuestión le habían separado la cabeza del cuerpo. Sí, eso había sucedido. Aeron había perdido la cabeza por un ángel guerrero y por mandato de Cronus, Gideon había pedido, a su manera, saber dónde residía el espíritu del hombre, con las lágrimas corriendo por el rostro. En realidad, todos ellos habían rogado y llorado como bebés. Pero al final, Cronus se había negado a decirles donde. Debido a que necesitaban una lección de humildad, había dicho el cabrón. Luego, por supuesto, Aeron había regresado por su cuenta. O mejor dicho, con la ayuda de la dulce Olivia. Había sido restaurado a su cuerpo, menos su demonio, y había vuelto a vivir en la fortaleza otra vez. Pero Gideon aún no había perdonado a Cronus por su desprecio, por lo que las oraciones no eran algo que ofrecería en cualquier momento cercano. —Sacerdote. —La cabeza de Strider se inclinó pensativamente. Por supuesto, no hizo caso a las preguntas de Gideon, sin embargo, le perdonó fácilmente—. Me gusta. Es decir, es prácticamente cierto. He enviado a muchas mujeres a través de las puertas del cielo. ¿Acaso no lo hacían todos? Y Scarlet no sería diferente, él mismo se aseguraría. Sonriendo ahora, Gideon se llevó a su mujer.
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