Carlotta está a punto de cumplir los treinta y se considera una gafe crónica. Sólo llega al metro sesenta con tacones altos, tiene una familia que está completamente loca y no ve en el horizonte a un novio como Dios manda. Y por si eso fuera poco, acaba de dejar su trabajo y ahora se ve obligada a alquilar una de las habitaciones de su apartamento para llegar a fin de mes.

Luca, el nuevo inquilino, tiene muchos pros: es escritor, guapísimo y muy simpático, pero en cambio: es desordenado, fuma mucho y suele llevar a sus conquistas a casa. A pesar de que Carlotta nunca lo admitirá, se está enamorando de ese macho depredador que trata a las mujeres como a objetos de un solo uso.

Entre su madre pidiéndole que se centre de una vez, un nuevo trabajo que debe inventarse y muchos encuentros cercanos con Luca y sus novias, Carlotta aprenderá que para convencer al resto del mundo de sus posibilidades primero tiene que creer en sí misma y aceptarse tal como es: una mujer verdadera, ni jovencísima ni bellísima, pero llena de determinación y capaz de encontrar su lugar en el mundo.

Reconozco que el narrador en primera persona no es mi favorito, porque entonces son los pensamientos del protagonista los que diferencian un libro que engancha de un libro que aburre. Y, siendo sincera, me he encontrado con novelas de los dos tipos, sólo que los buenos los recuerdo muy bien y de los aburridos no recuerdo ni sus títulos. Además, el tipo de narrador es algo que se percibe desde las primeras palabras, así que uno siempre es muy consciente de él.

Pero son las historias que te hacen olvidar el tipo de narrador las que te meten en la trama. 

Y con este libro he pasado del «Ooops, en primera persona» a reírme con los pensamientos de Carlotta antes de acabar la primera página. Son esos pensamientos hilarantes los que me decían que pasara lo que pasara con la trama y con Luca, la historia me iba a gustar. Y sólo por esa Carlotta inicial, que sabe reírse de sí misma, que me ha hecho reír a mí, la novela ya ha merecido la pena.

Lo primero que la narración me ha indicado es que la autora tiene un estilo fresco y divertido, y es una novela lo bastante corta y lo bastante entretenida como para leerla en una tarde.

Carlotta es un personaje que me ha gustado y la trama gira en torno a ella, que es quien aguanta el peso de la historia. Su sentido del humor, su sarcasmo y su forma de llevar las situaciones la convierten en un personaje cercano, y sus errores y defectos ayudan todavía más a humanizarla. Y, pese a sus comentarios sobre sí misma, sospecho que no es tan desastre como ella cree.

Y, como al ser la protagonista y la narradora, vamos con ella a todas partes como si nos llevara en el bolsillo, al principio pensé que los personajes secundarios y las anécdotas que no tuvieran relación con Luca me aburrirían. Pero sus comentarios son divertidos y he disfrutado también con esas escenas, no tanto, claro, pero la narración aguanta el ritmo de la historia. No todos los secundarios inspiran sentimientos positivos pero no he notado que me sobrasen.

Luca es... ¿cómo describirle? Es como fusionar en uno mismo personaje al típico amigo de la protagonista, divertido y comprensivo, con el mujeriego incorregible que no repite una noche con la misma mujer. Luca sí es más un arquetipo, especialmente si se tiene en cuenta que es italiano, pero, en el fondo, es tierno, aunque hay que escarbar un poco porque comete sus errores —y tengo en mente uno en concreto—. No cabe duda de que no trata bien a las mujeres que pasan por su cama, pero como hijo, hermano o amigo es otra cosa distinta, la forma en que siempre ha tratado a Carlotta es tierna. Para ella, dolorosamente tierna.

No es una gran historia de amor pero me ha gustado ver el proceso de enamoramiento de un mujeriego como Luca, primero con su comportamiento extraño y las miradas enigmáticas y, a partir de ahí, su camino hasta el reconocimiento de lo que es un nuevo sentimiento para él: amor. Hasta su declaración en lo que no será un discurso tierno, pero sí contundente. Y creo que hay pocas cosas más románticas que un beso bajo la lluvia, aunque es probable que la culpa de esa idea sea de Audrey Hepburn y George Peppard.

Esta alusión a «Desayuno con diamantes» me recuerda todas las referencias culturales que aparecen en este libro, tales como las relativas a «Candy, Candy», Gloria Swanson y su Norma Desmond en «El crepúsculo de los dioses» o Fabio Lanzoni. Son unos detalles muy agradables.

No falta el tópico de la gran familia italiana entrometida, tanto por parte de Carlotta como por la de Luca, aunque de formas distintas. También tengo que destacar que, pese a que no se hacen descripciones detalladas y constantes, siempre he tenido presente que la acción transcurre en su mayor parte en Roma. No necesito que me describan el Coliseo para saberlo y me apetecía esta forma más sutil de ubicarme.

El final es bonito a su manera, sin poesía ni grandes declaraciones, pero es la escena que llevaba esperando todo el libro, porque lo he pasado bien y mal al mismo tiempo, me he reído y he llorado.

En definitiva, es una historia que destila sencillez, una comedia romántica italiana, que ha resultado menos superficial de lo que esperaba en un principio, una narración fresca y sarcástica en ocasiones que esconde un trasfondo amargo. Pero también muestra una idea optimista.

En los cuentos de hadas los personajes no son ni tan perfectos ni tan villanos. Y esto, al fin y al cabo, es un sencillo y ligero cuento de hadas moderno.