Él avanzó un paso hacia mí, furibundo.—¿Qué quieres que te diga? —gritó.
—¿Por qué no me dejas en paz? ¡Dímelo! Te he dicho que todo
ha terminado, que quiero a Denny. Pero sigues atormentándome... —
Mi voz se quebró debido a la ira.
—¿Atormentándote? Tú eres la que... —Calló y desvió la vista.
—¿Qué ibas a decir? —le grité también.
Debí dejarlo solo allí. No debí provocarlo...
De repente, se volvió de nuevo hacia mí. Sus ojos centelleaban
de furia y sonrió con frialdad.
—¿Quieres saber realmente lo que pienso en estos momentos?
—Avanzó otro paso, y yo retrocedí un poco sin querer—. Pienso que...
eres una maldita calientabraguetas, ¡y que debí follarte! —Lo miré
atónita, con el rostro desencajado, mientras él avanzaba otro paso y
se plantaba frente a mí—. Debería follarte aquí mismo, como la puta
que eres...
Antes de que terminara la frase, le abofeteé con fuerza. Toda
compasión que pude haber sentido por él se esfumó al instante. Toda
tierna emoción que pude haber sentido por él se esfumó al instante.
Todo sentimiento de amistad que pude haber experimentado hacia él
se esfumó al instante. Deseaba que él mismo se esfumara. Las
lágrimas afloraron a mis ojos.
Cabreado, me empujó de nuevo hacia el coche.
—¡Tú empezaste todo esto! ¿Cómo crees que iba a terminar
nuestro inocente flirteo? ¿Cuánto tiempo creíste que podrías seguir
provocándome? —Me agarró del brazo con fuerza—. ¿Aún sigo...
atormentándote? ¿Aún me deseas?
Las lágrimas que rodaban por mis mejillas se confundían con la
lluvia.
—¡No! ¡Te aseguro que ahora te odio!
—¡Me alegro! ¡Entonces súbete al puto coche! —gritó,
empujándome a través de la puerta abierta y obligándome a meterme
en él.
Me senté en el asiento, rompiendo a llorar, y él cerró de un
portazo. El ruido me sobresaltó. Quería irme a casa. Quería refugiarme
en la seguridad y el confort que me ofrecía Denny. No quería volver aver a Kellan.