El hombre de sus sueños (De la antología «Palabras en el alma»).
Nora Roberts.
Sinopsis: A Jackie MacNamara, escritora de novelas románticas, le habían dejado una casa para que pudiera acabar de escribir su último libro. Lo que desde luego no esperaba era que Nathan Powell, el dueño de la casa, apareciera allí. Lo único que Jackie tenía que hacer era convencer al obstinado Nathan Powell de que eran capaces de compartir el mismo techo y que los finales felices empezaban en casa. Y entre sus brazos...
Creo que siempre que hago una crítica de una novela de Nora Roberts me veo en la obligación de decir lo mismo y mucho me temo que esta vez no va a ser una excepción: hay muy pocas cosas que esta mujer tenga que aprender de este oficio. Y las pocas que le pueden quedar por aprender, no le hacen ninguna falta. Sí, quizá comparada con otras autoras es poco explícita (sí, hablo de escenas de cama, claro). O quizá sus historias son muy sencillas y no se rompe demasiado la cabeza con sus arquetipos, que siempre suelen ser los mismos. Pero ¿y qué? Sabe lo que se le da bien y lo usa. Y funciona. ¿Para qué más? Vale, quizá no gane nuevas lectoras, o muchas nuevas lectoras, pero tampoco le hace falta. Si te gusta una de sus novelas, te van a gustar todas. Suficiente.
Lo más curioso de todo es que esta es una novela antigua, del ochenta y nueve, creo y, aun así, la «magia» que la autora tiene con los personajes y con su capacidad de hacer de una historia sencilla y breve algo de lo que disfrutas casi sin querer, ya estaba presente. Eso sí, se le notan los años y de un modo muy simpático, además. Me explico: tanto en esta novela como en la siguiente, parece que, de algún modo, la Roberts se ve «forzada» a justificar las relaciones sexuales entre los protagonistas. Me dejó la sensación de que pretendía decirme algo tipo: «sí, bueno, vale, se han acostado así, muy pronto, y bueno, es porque…». Está claro que hoy por hoy nadie, ni siquiera ella, se ve en la necesidad de justificar tamaña cosa. Es una tontería, lo sé, pero me hizo gracia ver la «diferencia cultural».
Por lo que se refiere a los protagonistas, pues en la línea de la Roberts: él, un arquitecto de éxito, rico (como todos sus hombres), sexy (como todos sus hombres) y muy poco intimidado por la fuerza y la independencia en una mujer (como todos sus hombres). Ella, una mujer que ha pasado por todas las universidades imaginables y que, al fin, descubre que su vocación es escribir novelas románticas.
Él es organizado, sensato, controlado. Ella es pura energía, caos, vivacidad. Y todas sabemos que los opuestos se atraen… aunque no quieran.
Es una historia sencillita —dos personas opuestas que comparten una casa y terminan enamorándose— pero no necesita mucho más para entretener y divertir. Los personajes son fantásticos, reales, vivos y los diálogos, como suele ser habitual en la Roberts, muy entretenidos. Se lee en un suspiro y se cierra con una sonrisa. No necesita nada más.