El calor de la noche - Sylvia Day
Sinopsis
Los chicos malos son su debilidad y nadie es tan malvado como Bruce Connor, embarcado en una peligrosa misión en el reino de los mortales.Stacey Daniels apenas puede creer que el guerrero herido de sus sueños es de otro mundo.
¿Se rendirá Stacey a sus sueños eróticos, a su placer decadente, a su pasión sin límites? ¿Caerá Bruce en los brazos de su embriagadora hechicera?Valoración
Y una vez más me siento ante el teclado sin tener ni la más remota idea de qué voy a decir sobre el libro. Y no es que no lo sepa, no: es que podría tomar la crítica que escribí sobre la primera entrega de la saga, calcarla aquí y seguiría siendo válido todo lo que dije. Sólo tendría que cambiar los nombres y tres o cuatro detalles y la verdad es que odio repetirme, aunque mucho me temo que no me va a quedar más remedio.
Y es que esta novela tiene los mismos defectos y las mismas virtudes que le encontré a la anterior, sin faltar ni uno. Por un lado, es entretenida. Eso es indiscutible. No te resulta complicado leerla, no miras las páginas que te quedan como si estuvieras esperando que disminuyeran solas por el poder de tu voluntad, y no te trabas demasiado en la lectura... a no ser que te agotes de tanta escena de sexo, que puede pasar.También sigo diciendo que la trama de fondo es interesante y amena. La idea de los guardianes de los sueños da para mucho y el lío argumental en el que se está metiendo Sylvia Day de cabeza, complicando la historia con una rebelión y un montón de secretos, puede funcionar muy bien... si sabe cómo desenredar la madeja. Por ahora, yo me estoy temiendo que va a ser una de esas tramas infinitas en que la autora sigue complicando la cosa sin saber demasiado bien dónde van a llevarla sus pasos, pero puede que sea sólo una sensación mía, que soy muy desconfiada con esto de las sagas. No obstante, creo que se está liando mucho con tramas, subtramas y personajes que no son lo que parecen y eso nunca es buena señal, pero, insisto, es posible que me equivoque.
Otro dato positivo es que los protagonistas me siguen gustando. Me gustaron Aidan y Lyssa —a los que, por cierto, también vemos en este libro— y me gustan Connor y Stacey. Quizá esperaba un poco más de Connor porque en el primer libro me había llamado mucho la atención, pero no puedo negar que su sentido del humor me ha convencido a lo largo de toda la novela. Y eso que, para mí, era difícil mantener el sentido del humor cuando Stacey se ponía borde, pero los intercambios entre ellos son simpáticos, incluso un poco surrealistas y dan lugar a una serie de diálogos bastante amenos. También debo reconocer que me daba un poco de miedo que Stacey fuera una madre soltera, porque odio los niños en los libros, pero Sylvia Day se saca de la manga una buena idea para alejar al crío, que sólo aparece de refilón, para que la chica y su viajero del reino de los sueños puedan tener sexo salvaje por toda la casa, lo que, con un menor cotilleando todo por ahí, habría sido complicado.
Quizá no me convenza tanto que sigan saliendo Aidan y Lyssa en varios capítulos, no porque no me interese saber cómo van a solucionar su historia, su parte en la trama, sino porque, quizá, les roba un poco de tiempo y protagonismo a la pareja principal. Pero, bueno, también reconozco que sus capítulos ayudan al enredo de la trama y es posible que lo que sabemos por ellos no habría forma de saberlo por medio de Connor y Stacey sin hacer demasiados malabarismos, así que lo acepto.
Los secundarios siguen en la línea del anterior: aparecen lo justo para que te quedes con ellos y preveas cuál va a ser la siguiente entrega de la historia y lo que aparecen es justo lo necesario para no empañar la historia principal pero sí para despertar tu curiosidad. Por otra parte, la autora deja la historia del posible protagonista del siguiente libro con un cliffhanger monumental que incita a querer enterarse de qué ha pasado y cómo puede resolverse. Como también nos introduce otro misterio con las revelaciones que el antiguo maestro de Aidan y Connor le hace a ese personaje, que te dejan planteándote un montón de caminos que pueden abrirse a partir de ahí.
Además, me retracto de lo que dije en la crítica anterior: sí hay Guardianas de élite, con lo que mi queja porque no entendía muy bien por qué los guerreros tenían que seducir a las mujeres en sus sueños y qué pasaba si los Soñadores eran hombres ya no tiene el mismo peso. Sigo sin saber por qué los seducen, pero al menos no me queda la duda de qué hacían los guardianes masculinos con los Soñadores masculinos, porque no los veía yo bateando para el otro equipo. Y no, no lo hacen. Hay chicas en la Élite.
En cuanto a los aspectos negativos, pues siguen siendo los mismos: el dichoso lenguaje. De verdad, de verdad que no soy nada recatada con los tacos y las expresiones vulgares, pero es que llega un momento en que cansan y cansan mucho. Y, además, y esto sí que es absolutamente personal, en este libro el abanico de sinónimos para distintas partes de la anatomía femenina se amplía y, para mi gusto, sin ningún éxito. Quiero decir: hay cosas que suenan bien. Hay cosas que suenan de pena. Y a mí la palabra esa que tiene dos ce haches siempre me ha sonado fatal, qué queréis que os diga. Y a la tercera vez que él dice que necesita comerlo, de verdad que oré a todos los dioses de todos los panteones para que le hincara el diente hasta el hueso y acabara con mi sufrimiento. No pasó, claro. Nunca pasa, para mi absoluta decepción. Y sí, soy una mala persona. Ya lo sé, me lo dicen mucho, pero es que me pone muy nerviosa que la prosa esté llena de expresiones vulgares. Sí, reconozco que es un modo como otro cualquiera de distinguirse y de dejar claro que escribes erótica, pero es que sigue pareciéndome incómodo. En los diálogos lo paso y hasta me puede parecer natural y yo soy una firme defensora de la naturalidad, pero en las descripciones me harta, porque si quiero una descripción vulgar de un encuentro debajo de las sábanas, charlo con cualquiera de mis amigos, que son igual de explícitos y, además, tienen más gracia.
Y, claro, si no fuera erótica y sólo tuviera que leerlas en dos escenas de sexo perdidas, pues probablemente ni lo comentaría, pero como hay bastantes de estas escenas y bastantes de la famosa tensión sexual, pues me desespero bastante. Sin embargo, como digo, es algo personal. Hay gente a la que le gusta y gente a la que no, y eso no desmerece para nada el libro si ese tipo de lenguaje en la prosa no te atasca, así que, ya sabéis: que eso no os detenga a la hora de leerlo si podéis pasar por alto esas expresiones.
Tampoco me convencen esas atracciones brutales, incontroladas, que tienen a los dos protagonistas en la cama a la media hora de conocerse. Y me convencen menos en este caso, que ella es una madre soltera, harta y desengañada de los hombres -y más del tipo de hombre que Connor parece ser-, que se ha jurado a sí misma no tropezar en la misma piedra por enésima vez... y que por enésima vez termina debajo de las mantas con la quintaesencia del arquetipo del que tanto escapa sin saber poco más que su nombre. Y, para rematarlo, fiándose nada más que del famoso «control» del muchacho en el tema de la profilaxis. Mensaje peligroso, si queréis mi opinión, y más cuando lo que tienes delante es un tío que tiene toda la pinta de haberse pasado por la piedra a media humanidad y a parte de la otra media. Sí, es cierto, él es de otra especie y no puede preñarla ni contagiarle nada, pero eso ella no lo sabe. Así que, para compensar, ahí va un mensaje ideológico: chicas, nunca os fiéis de un hombre que os dice «confía en mí», y mucho menos de uno que, en medio del asunto y para librarse del famoso paquetito plateado, os dice «confía en mí, que yo controlo».
En fin, en resumen, el libro entretiene, consigues más o menos lo que promete y la trama de fondo intriga y, por ahora, si no se enreda más, convence. De momento, sigo manteniendo esta saga entre los libros que leeré, a la espera de ver si la cosa tiene pinta de seguir alargándose hasta el infinito, o se nos da alguna pista que haga pensar que la autora sabe cómo va a terminar la historia.