Lucy Forrester había escapado de una muerte segura en el desierto de Ramal Hamrah y de pronto se encontró en el mundo de lujo al que pertenecía su salvador, el jeque Hanif.

Los tiernos cuidados del príncipe eran mucho más de lo que Lucy había recibido en toda una vida carente de amor, así que pronto se sintió atraída por él. Pero el orgulloso Hanif tenía un alma torturada...

Hay tantos harlequines parecidos sobre jeques, que es fácil confundirlos unos con otros. Pero éste en concreto es uno de los más pasables que he leído; en realidad, me ha gustado bastante más de lo que esperaba. El ambiente descrito es tan idílico que cualquiera se iría con Han sin dudarlo y, aunque casi toda la historia transcurre en el mismo lugar no resulta pesado ni agobiante. Es una historia bastante corta, de unas ciento sesenta páginas, y por eso todo sucede bastante deprisa, pero para su extensión no se puede pedir más de lo que ha sido, un rato de entretenimiento.

La historia está muy centrada en la relación de los protagonistas, sin terceras personas que se inmiscuyan ni ninguna historia de celos —algo que es tan habitual en esta temática—. Sólo Lucy y Han. La razón que ha llevado a Lucy hasta el desierto se convierte en algo secundario, sin más importancia.

Lucy es la típica chica inocente, ingenua y pura, que ha confundido la necesidad de ser amada con el amor de un hombre. Después de una infancia y una adolescencia marcadas por la férrea disciplina de una abuela perteneciente a una secta de fanáticos religiosos, esperaba vivir por fin con libertad, pero su ingenuidad es su peor enemigo. Y el problema que la lleva hasta el desierto es un poco increíble, pero no menos increíble es que acepte ser rescatada y cuidada por el hijo del emir, pues cuando descubre su identidad no es que se sorprenda demasiado. Lucy empieza siendo muy inocente, pero al final de la historia ha tomado las riendas para ser quien quiere ser, no quien esperan que sea.

Hanif no es un jeque obtuso y cerrado como la mayoría, sí cumple el tópico de tener su pasada historia de amor frustrado, que no le permite ser feliz con otra mujer. Pero no pone excusas malas ni le hace daño a Lucy con su comportamiento. Es un jeque bastante europeo, se nota que ha vivido un tiempo en Inglaterra; no es rígido en sus costumbres ni tampoco está obsesionado con la posición de su familia o por tener un heredero, ni  considera a Lucy inferior a él. No es el típico jeque mujeriego y acostumbrado a conseguirlo todo. Tiene un sentimiento de culpa, pero Lucy le ayuda a curar su alma.

La verdad es que la historia se basa sobre todo en la historia de amor, sin muchos personajes más. Y la historia es bastante bonita, un poco precipitada, pero la extensión de la novela no permitía extenderse mucho. No hay apenas escenas de amor, tan sólo un par de besos, pero algo más habría resultado forzado y excesivo, me parece lo más acertado para una historia tan corta como ésta. No es del todo verosímil, pero al permanecer aislados durante parte de la novela todo se hace más creíble.

El personaje secundario más importante es la pequeña Ameerah, la hija de tres años de Han, que es un cielo en cada escena en la que aparece. Ella es un puente entre Lucy y Han, alguien que alegra a Lucy mientras Han aprende a conocer a la pequeña

El final es bastante happy end, pero es muy tierno y dulce. Un final perfecto para esta pareja a la que, en pocos capítulos, se le coge cariño.

Una nunca sabe qué esperar de las novelas sobre jeques, porque siempre tienen los mismos tópicos, con una protagonista ingenua y un jeque al que sólo hay que cambiarle el nombre porque todos son iguales. Pero esta historia me ha parecido tierna y dulce, sin ser nada especial, me ha gustado. Ha sido más de lo que esperaba para un libro tan corto.