La historia se nos narra en primera persona, así asistimos a los acontecimientos que llevan a Constante a ser por golpe del destino dueña de una enorme mansión que parece poseer algún tipo de misterio haciendo que a lo largo del tiempo sus diferentes dueños tuvieran trágicos y extraños finales.
Estamos ante una narración que bebe y realiza un homenaje a la novela gótica que se impuso a finales del XVIII y principios del XIX. Hay una clara ambientación romántica en la manera de describir la mansión de Wraxford Hall, es lúgubre y en ella ha muerto y desaparecido gente. De lo que pasó sabemos a través de escritos relacionados con esta propiedad que llegan a manos de Constante.
Para mí el capítulo más interesante es el que nos narra el personaje de Eleanor Wraxford, no solo porque es clave en la historia si no porque en él es donde se sucede el único elemento sobrenatural del libro donde nada es lo que parece. Las referencias a personajes importantes del mundo de la ciencias y la parapsicología son relevantes, con ellas además se mencionan libros y tratados de la época sobre el tema y se crea ambiente jugando con el lector para mantenerlo con la duda de que es real y que un timo, relatando la obsesión que en el siglo XIX se tenía por las sesiones de espiritismo y el más allá como una manera de entender la muerte o quizá de asimilarla (algo que se plasma de forma patética en el personaje de la madre de Constante al comienzo del libro) y para hacernos dudar de si lo que se sucede en Wraxford Hall es sobrenatural o hay una mente humana y bien viva tras todo.
El libro no es aburrido, pero su lectura a ratos es un tanto espesa lo que le hace perder encanto, entretenido y poco más, interesante hacia sus capítulos finales por lo de que se desvela el misterio, he echado en falta un poquito más de elemento sobrenatural.