Tabitha Timmons ha decidido que prefiere convertirse en una soltera sin dinero antes que casarse con el primer hombre que aparezca... Incluso aunque ese hombre sea nada menos que el duque de Preston, un hombre vanidoso e insoportable pero también terriblemente atractivo.                                              

Pero justo en ese momento el párroco del pueblo le da una noticia que amenaza con hacer tambalear su resolución: Tabitha recibirá una inmensa fortuna sólo si contrae matrimonio con el señor Barkworth, un hombre de una reputación tal vez demasiado respetable.

Preston, sin embargo, cree ver en Tabitha un espíritu rebelde similar al tuyo, y asume la misión de impedir esa boda tan inadecuada. Para ello, se entromete en la vida de la joven cada vez que encuentra ocasión. Pronto, Tabitha se verá dividida entre la posibilidad de heredar una fortuna y la consiguiente seguridad económica, y la enardecida pasión provocada por los besos de Preston, que le prometen una clase muy distinta de felicidad.

Con Tabitha y Preston se inicia la trilogía «Rimas con amor de Elizabeth Boyle». Si leísteis su saga anterior  y os gustó su estilo, esta novela también os puede gustar, sigue esa línea y está escrita con ese toque jovial, ligero y desenfadado, aunque a mí me ha resultado algo más floja. 

Tabitha Timmons es una joven que vive en el campo, lleva una vida poco acorde con una joven de su posición, ya que al morir su padre quedó al cuidado de sus tíos, quienes la hacen trabajar duramente en la vicaría. No pide mucho de la vida, está contenta, o resignada, y es feliz con los paseos que puede compartir con sus dos amigas. No tiene ningún interés especial en casarse, es cierto que la tratan más como una sirvienta que como una pariente, pero posiblemente poco cambiaría su situación  y supongo que su idea es que, al menos, de esta manera puede vivir en lo que siempre ha sido su hogar. Además, a la edad de casi veinticinco años, se la puede considerar una solterona.

No es un personaje que me llame especialmente la atención; en general, prefiero otro tipo de protagonistas femeninas, más arrojadas y menos conformistas, pero supongo que el encanto de Tabitha radica en esa dulzura e inocencia que le rodea, que será lo que conquiste a Preston.

Preston vive realmente apartado de la alta sociedad, por avatares del destino; su última aventura le ha cerrado definitivamente sus puertas, y ahora ya ni lo dejan entrar en Almack’s y tampoco lo invitan a las soirés más relevantes. Me gustan los libertinos, sí, y más si son duques. Y no me importa que, si sus medios se lo permiten, se dediquen a apostar, jugar, beber y malgastar su tiempo en esa forma de vida que radica en el «no hacer nada», siempre y cuando sigan con algunos principios básicos. Con este personaje no me ha quedado muy claro si los traspasa sin ningún tipo de miramientos o, por el contrario, entra dentro del gran número de desafortunados calaveras de los que la mayoría de lo que de ellos se cuenta es pura rumorología. En definitiva, que no hay nada que me haya hecho cogerle cariño.

La primera parte de la novela me ha gustado bastante. Los personajes me han resultado bastante acordes a lo que esperaba de ellos y hay algunos diálogos de esos que me gustan a mí, ingeniosos y llenos de ironía y sarcasmo. Sí, me chiflan. Por una parte, la dureza de los comentarios de Tabitha quien, al sentirse atraída por el engreído «señor Preston» encuentra en el ataque su mejor defensa. Y, por la otra, Preston, que no ha desvelado su estatus social y por ello, se ve tratado por primera vez como un plebeyo y no puede estar más que complacido con la agudeza, el desparpajo y la afilada lengua de la señorita Timmons.

Pero esto ha durado poco y, justo en una situación concreta, parece que ambos protagonistas sufren una metamorfosis, y es ahí donde la novela ha empezado a flojear. Por su parte, Tabitha, que hasta ahora ha sido la perfecta hija del vicario, cae rendida a los pies de Preston. Sólo es necesario un primer contacto físico. Y por la otra, Preston encuentra en la dulzura y la candidez de Tabitha los resquicios de un pasado que lleva toda la vida intentando olvidar, tan solo para no sufrir: su feliz y desaparecida niñez.

No es nada nuevo que no me gustan las historias en las que el amor no sigue una evolución paulatina y, por el contrario, se desarrolla y aparece prácticamente de la nada, en un solo baile, en un solo encuentro. Poco se puede decir de su relación. En mi opinión, la autora podía haber aprovechado mucho más a los protagonistas. En general, la impresión que me ha quedado es que todo se concentra en ponerlos a ambos en unas situaciones algo inverosímiles y centra su relación demasiado en la atracción física, o esa es la sensación que a mí me ha dado. 

En general, me gustan este tipo de argumentos, con situaciones demasiado alocadas en las que la autora se «salta» un poco las estrictas normas sociales y me han gustado los comentarios totalmente inapropiados del duque. Pero a la trama en general le falta esa chispa que te mantiene enganchada y ha perdido esa agilidad propia, hasta el punto de que la lectura me ha resultado algo sosa en algunos puntos, en otras novelas de este estilo.

La novela cuenta con una seria de escenas que resultan divertidas, sobre todo, aquellas en las que se ve inmerso el señor Muggins, el terrier irlandés de Tabitha que con su extraña obsesión por las plumas y sus alocadas correrías, ha puesto en más de un aprieto a su dueña y a mí me ha arrancado más de una sonrisa.

Por otra parte, también me han gustado los secundarios que aparecen. Y es ahí, donde Elizabeth Boyle demuestra que se le da muy bien crear unos personajes coherentes y dibujarnos, apenas en unas cuantas páginas, el carácter de cada uno de ellos. Muchos de ellos personifican tópicos muy concretos de la sociedad de la época: el marqués de Grately, el viejo verde obsesionado con el honor; los tíos de Tabitha, personajes sin corazón que únicamente se preocupan por su propio bienestar, totalmente faltos de sentimientos y otros que no comento. De obligada mención, el señor Barkworth: el prometido. Ese hombre arropado bajo las faldas de su madre, Lady Ancil, que resulta tan poco docto en el arte de ganarse el cariño de la joven dama.  

Pero, sobre todo, Daphne Dale y Harriet Hathaway, las amigas de Tabitha y futuras protagonistas de la saga. Poco voy a explicar sobre ellas, ambos personajes son bastante diferentes y, aunque a mí me ha llamado ya mucho la atención la extraña relación existente entre Roxley y Harriet, protagonistas de la tercera entrega, también tienen muy buena pinta, debido a la enemistad de las familias, los protagonistas de la siguiente.

En definitiva, «La llegada del duque» me ha resultado una historia entretenida, ligera con un toque de humor. Pero no ha llegado a cumplir las altas expectativas que tenía puestas en ella. Creo que la historia se basa en un buen argumento y cuenta con unos personajes con un alto potencial, está escrita en forma de comedia, pero le ha faltado chispa, encanto o ese algo que hace que una novela destaque entre otras. De todas formas, Elisabeth Boyle es una autora que me gusta y estoy deseando leer las aventuras de Daphne y el misterioso Lord Seldon.