Lo último que Justin Connor esperaba encontrar era a una joven mujer dormida en la arena, arrastrada por el mar a la agreste costa de Nueva Zelanda. Aunque no está dispuesto a renunciar a la soledad en la que se ha refugiado en esa isla, Justin se siente obligado a rescatar a esa misteriosa náufraga, sin darse cuenta de que, con su radiante belleza y su desafiante valentía, ella terminará haciendo trizas la paz que a Justin tanto le había costado conseguir.

Máxime cuando la joven no es nada menos que Emily, una noble huérfana y despojada de su herencia que ha recorrido todo el mundo para encontrar al hombre que le había prometido a su padre cuidar de ella, y que en cambio la había dejado como pupila en una escuela de Inglaterra. Confundida y presa de una vorágine de emociones, Emily está decidida a vengarse de Justin por sus años de soledad, aunque para ello deba romperle el corazón.

Este libro me interesó por su curiosa sinopsis y decidí leerlo; sin embargo, nada más empezar, he sabido que no era una historia para mí. Ha habido escenas más bien absurdas y sin sentido, como la del burdel, que me han sacado completamente de la trama, cosas que me han resultado incomprensibles, empezando por la actitud de los protagonistas.

Es una novela dividida en dos partes, la primera y más corta, ambientada en Nueza Zelanda; y la segunda y más extensa, tiene lugar en Londres. Ambas son muy diferentes porque cambia el tipo de relación que hay entre los protagonistas y, aunque me ha gustado más la primera, durante la estancia en Nueva Zelanda por ser más espontánea, se me han hecho pesadas las dos. La narración tiene un ritmo lento y la historia es demasiado larga para lo que cuenta.

La parte de Nueva Zelanda es la más original, no he leído muchas novelas históricas ambientadas allí y resulta refrescante. Ahora, su primer encuentro es demasiado rocambolesco y ya me ha hecho recelar, pues que el protagonista se encuentre una mujer desnuda desmayada en la playa y empiece a besarla es, como poco, raro.

Llegar al momento en que se descubre la verdadera identidad de Emily y ver la reacción de Justin es lo único que me ha animado a seguir la historia y continuarla en la segunda parte.

Y durante esa segunda parte también es lo único que esperaba, porque a partir de ahí todo se limita a contemplar las travesuras de Emily, más propias de una niña pequeña, que de alguien de su edad.

Ya he dicho que me ha parecido una novela demasiado larga para la historia que cuenta, pero las últimas cien páginas se me han hecho realmente pesadas. El último obstáculo que los separa ya era previsible antes de aparecer y surge tan tarde que he tenido la sensación de que estaba de más.

Emily es la típica protagonista sin sentido común, caprichosa y con un comportamiento infantil. No he entendido su actitud durante la mayor parte del libro pero, por lo menos, cuando están en Nueva Zelanda es más o menos comprensible. Desde su llegada a Londres se hace insoportable su actitud y demuestra que no es tan descabellado que Justin pensara que buscaba a una niña de diez años porque ella se comporta como tal.

De Justin no tengo una opinión clara, a veces parece un arrogante y a veces es tan ingenuo que transmite compasión, pero no tiene una personalidad definida. Su actitud ante sus grandes secretos del pasado me parece un poco exagerada y me ha caído bien a ratos, pero al final ha acabado dándome lástima, y eso no es lo más atractivo para el protagonista de una novela romántica.

Con esta opinión de los protagonistas poco me ha importado su historia de amor y si acaban juntos o no, al final no esotra cosa que la típica historia entre pupila y tutor, pero no he notado ninguna química entre los dos, en parte por el comportamiento de Emily.

Ni siquiera puedo destacar la presencia de algún secundario interesante porque no lo hay.

He leído algunas historia de Teresa Medeiros que estaban bien, pero ésta no es una de ellas, y lo he sabido desde los primeros capítulos. Una historia pesada, con unos protagonistas que no me han llegado y algunas escenas que he encontrado absurdas. Lo único destacable es el momento de la revelación.

Es posible que todo se deba al año en que se escribió la novela, 1993, y que sea una de las primeras historias que publicó la autora, pero no me ha gustado y poco más puedo decir.