DeDanna Ave César, las que van a sufrir te saludan
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| Tema: Un extraño en mi cama — Sylvia Day Lun 4 Ago 2014 - 23:05 | |
| Un extraño en mi cama — Sylvia Day
Sinopsis
Son la pareja más escandalosa de Londres. Isabel, lady Pelham, y Gerard Faulkner, marqués de Grayson, están a igualados en todo; sus apetitos lujuriosos, sus constantes amantes, su pícaro ingenio, provocativa reputación y su absoluto rechazo a arruinar su matrimonio de conveniencia enamorándose el uno del otro. Isabel sabe que un libertino tan encantador jamás interesará a su protegido corazón ni que ella influenciará su corazón de libertino. Es una farsa muy agradable... hasta que un sorprendente giro de los acontecimientos aparta a Gerard de su lado.
Ahora, cuatro años más tarde, Gerard ha vuelto a casa con Isabel. Pero el granuja despreocupado y juvenil que se marchó ha sido reemplazado por un hombre taciturno, poderoso e irresistible que está decidido a emplear la seducción para alcanzar sus afectos. Ha desaparecido el compañero despreocupado que compartía su amistad y nada más, y en su lugar está la tentación hecha carne... un marido que desea el cuerpo y el ama de Isabel, y que no se detendrá ante nada para conquistar su amor. No, este no es el hombre con que se casó. Pero es el hombre que podría por fin robarle el corazón...
Algún día, quizá no muy lejano, entenderé por qué diablos sigo leyendo a Sylvia Day. Y es que creo que, en todas las críticas que he hecho de libros de esta autora, termino diciendo lo mismo: la historia es surrealista, la ambientación no hay quien se la crea, los personajes son incoherentes y casi planos, las escenas de cama nacen como champiñones y, si las quitas, te quedas sin novela... Y, a pesar de todo esto, pues la lees y no se te atraganta. ¿Por qué? Ah, ni idea. Ojalá lo supiera. De verdad, me encantaría saberlo. Pero es que no tengo ni una pista. Lo único que puedo decir es que voy leyendo y voy pensando todo lo que os he comentado antes, pero, aun así, sigo leyendo hasta que acabo el libro.
Por supuesto, esta novela no es una excepción a todo lo que he dicho. Empezamos partiendo de una premisa ya de por sí extraña. Y es que, vamos a ver: Pel es viuda y está tan feliz con su vida y con su amante de turno; Gray está tan contento siendo un calavera y no quiere ni necesita un heredero, ni una dote, ni ninguna de esas cosas que llevan a los libertinos a buscar una esposa. Pero, oye, él le propone matrimonio y apenas le lleva unas horas convencerla de que es lo ideal. Al fin y al cabo, nunca van a enamorarse y van a estar muy bien juntos, ignorando que el otro sigue haciendo su vida por su cuenta. Claro. Sí, si es muy lógico... Dos personas que no necesitan para nada casarse y que están tan tranquilas con sus vidas, de pronto se casan porque... Bueno, insertad aquí vuestros motivos, porque yo no tengo ninguno.
Hasta aquí, la cosa empieza mal, pero no os preocupéis, que empeora: Gray pierde a la mujer de la que, supuestamente, estaba enamorado y desaparece, hasta que, transcurridos cuatro años, regresa y, una vez más, no se sabe muy bien por qué, está decidido a convertir su matrimonio de conveniencia —más bien «apariencia», porque Pel y él nunca han compartido cama— en uno auténtico. En esos cuatro años alejado de Pel, ha descubierto que quiere tenerla en su cama y listo. Y Pel, que hasta ese instante tampoco había sentido ninguna atracción física hacia él, pues oye, de pronto abre los ojos y lucha por no abrir también las piernas (sin demasiado éxito, como podréis suponer). Vale, él ha madurado y ha cambiado, pero tanto como para no poder resistirse a pesar de ser una mujer fiel que ya tiene un amante en ese momento, pues... Yo qué sé.
A partir de aquí, la novela se convierte en la típica trama de dos personajes que sólo piensan en sus propios traumas del pasado, y que son incapaces de mirar al otro con los ojos del presente. Se dan tantísimos motivos a sí mismos y al contrario para no estar juntos, que a duras penas entiendes por qué no dejan de acostarse —que, además, es que es una novela de la Day, que se acuestan mucho— y se va cada uno por su lado.
Pero, claro, llegados a un punto, ambos deciden dejar el pasado y avanzar, y se enamoran y son felices y todas esas cosas. ¿Cómo? Ah, ni idea, pero da igual. Y, en el medio, ocurre lo de siempre en las novelas de esta mujer: subtramas y más subtramas que no conducen a ninguna parte y que a mí, que odio los cabos sueltos, me ponen de los nervios. Como la de la madre de Gray, que Pel decide aliarse con ella para deshacerse de él y conseguir romper su matrimonio y, tres páginas más tarde, decide que no. Pues entonces, ¿para qué incluir esa escena? ¿Para llenar más páginas? Porque a la trama no le aporta nada, como no le aporta nada la buena de la señora, salvo cabrear al lector porque es aborrecible. Y así ocurre con casi todas las pequeñas subtramas de la novela, que no conducen a ningún sitio y no parecen servir a ningún propósito. Si habéis leído más críticas mías, ya sabéis lo que voy a decir: odio las trampas. Y ese tipo de cosas son la típica trampa para que la novela parezca más compleja de lo que es.
Así que la trama es de lo más simple y lineal a pesar de los evidentes esfuerzos de la autora para complicarla —esfuerzos que se le olvidan o que deja aparcados por demasiado complejos de resolver— y los personajes no acabas de comprenderlos. Bueno, pues quizá se salve por la ambientación, diréis. Pues no, porque, dejando al margen que nadie se cree determinadas actitudes en el siglo XIX, el lenguaje que utiliza, tanto en la narración como en los diálogos, no ayuda a meterse en el ambiente. Vamos, que si cambia dos referencias y la descripción de tres prendas de ropa, podría ser una novela actual y nadie notaría la diferencia. Al menos, en ésta no se explaya con las palabras más vulgares para describir los genitales, cosa que me ha sorprendido, pero, por lo demás, utiliza un lenguaje demasiado «actual» para narrar una historia de regencia.
Y aquí es donde empieza mi confusión absoluta, porque me leí el libro en dos días escasos y juro que no me costó nada. Quizá seguía leyendo para ver si encontraba la lógica a todo ese argumento extraño y sin sentido; quizá porque el estilo de la Day no pone grandes dificultades al lector; quizá porque estamos en verano y tengo quemadas las neuronas. No lo sé, pero el caso es que la leo, y sigo leyéndola. Y, lo peor, es que estoy segurísima de que voy a volver a picar con ella, lo que ya es más extraño todavía. Le veo todos los defectos, pero, por algún motivo, mientras leo no me importan lo suficiente. Y no me preguntéis por qué, por favor, porque es un análisis que ya he hecho y que soy incapaz de resolver.
Así que, bueno, si habéis leído más obras de la Day y os gusta, pues ésta también os gustará. Y casi seguro que le veréis los mismos defectos de siempre, pero, como yo, los pasaréis por alto quién sabe por qué.
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maryjane Cazadora de la orden secreta
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