Si había algo que Tristan Adam Hargrove, cuarto marqués de Moreland, había aprendido a evitar, era el escándalo. Porque el apuesto marqués no solo era un caballero honorable incapaz de seducir a una mujer en provecho propio. También era el autor de «Cómo evitar un escándalo», el célebre libro rojo que se había extendido como un incendio entre la aristocracia londinense.

Cuando una belleza de negra melena llegó a su vecindario, Tristan comprendió que no debía sucumbir al deseo. Sabía muy poco de aquella mujer: solo que era de noble cuna, que se hallaba bajo la protección de la Corona y que era, por tanto, completamente inadecuada para las bajas pasiones a las que él se entregaba en secreto. Si no hubiera visto su vulnerable belleza una no-che aciaga... Si sus labios no fueran tan arrebatadoramente rojos... Si no fuera ya demasiado tarde para salvarla a ella, y a sí mismo, de la pasión irrefrenable que estaba a punto de desatarse en nombre del amor... hubiera podido evitar el escándalo.

Tercer libro de la serie «Escándalo».

Delilah Marvelle destila una elegancia sin pretensiones a través de su prosa, pero esta autora no sólo me gusta por eso, es también su forma sutil de imprimir un toque original a sus novelas históricas. En «Preludio de un escándalo» nos daba una visión de cómo se vivía la adicción al sexo en la época, en «Érase una vez un escándalo» nos introducía en el oscuro mundo de los cicisbeos italianos.

En la presente historia nos habla de la historia polaca y el conflicto con Rusia.

Sus libros están bien documentados y siempre aportan detalles interesantes y curiosos, pero se nota que esta novela es más personal que las anteriores porque es un homenaje a sus orígenes polacos, como nos describe ella misma en la nota inicial.

Esta novela me ha hecho pensar en dos conceptos que en el fondo van unidos: amor y heroísmo. El amor hacia un héroe y el heroísmo inspirado por el amor -ya sea de carácter romántico o patriótico—. La primera idea me ha parecido irónicamente romántica, la segunda es más típica.

Me explico.

La protagonista se quedó prendada tiempo atrás de un héroe desconocido, su héroe, pero ese héroe simboliza el amor idealizado y juvenil, no el amor verdadero que personifica la figura del protagonista. Y, como es bastante habitual en este género que la damisela enamorada se reencuentre con su héroe y éste caiga rendido a sus pies, le da un aire distinto que no ocurra así y que ella sepa lo que quiere y distinga entre el amor y el agradecimiento.

La segunda idea la temía en forma de orgullo o sacrificio «por amor y buscando el bien del otro» y con un Rick Blaine ya tuve bastante, o en la de anteponer el bien de la nación a la propia felicidad. Sin embargo, esa parte está bien resuelta, de forma bastante lógica por parte de los dos protagonistas, y si comenten algún error de ese tipo es momentáneo, porque ser un héroe no siempre implica ser un mártir.

Sé que para algunas lectoras la historia de amor será algo repentina, pero la idea de que el protagonista sea un hombre con defectos humanos en lugar de serlo héroe deslumbrante de las fantasías de juventud es algo muy tierno y más realista.

Tristan no es un personaje desconocido para las que hemos leído esta serie, es uno de los pretendientes de Victoria en la extraña velada que viven los protagonistas de «Érase una vez un escándalo». Ya se mostraba como un hombre íntegro, lo que entonces era un dato desconocido es que es el autor del libro de etiqueta sobre cómo evitar un escándalo cuyos fragmentos preceden a todos los capítulos —o escándalos— de la serie. La historia empieza pocos días después de lo que resultó una infructuosa velada para conseguir la mano de su amiga Victoria.

Respetable y caballeroso en su vida diaria, también tiene su lado oscuro y atormentado. Dos caras de la misma moneda difíciles de conjugar en un hombre que busca una esposa respetable y poco amiga de los escándalos pero que es considerado como un excéntrico por parte de la sociedad y en especial por las mujeres.

Pero si hay una mujer que puede hacer tambalearse el mundo de Tristan, ésa es la condesa Zosia. Buscando un marido influyente que le permita tomar parte activa en los deseos del pueblo polaco, su patria, y sin espacio en su corazón para otro amor que no sea el de su amada Polonia, encuentra mucho más.

Zosia es muy diferente de las beldades que se pasean por Londres, es ciertamente una belleza morena, pero no le importan las convenciones sociales de un país que no es el suyo. Rebelde, comprometida con los suyos, valiente y algo desvergonzada, es muy diferente a la mujer con la que Tristan se imaginaba casado, pero no existe otra a la que desee más. Y Zosia va a necesitar todas sus cualidades para convencer a Tristan y hacer frente al carácter formidable de la abuela de éste.

He comentado antes que su amor empieza de una forma repentina y algo surrealista, la clásica escena del balcón: la dama que se cepilla el cabello contemplando el cielo oscuro y el caballero que no puede dejar de contemplarla. Eso les lleva a una conversación extraña y excitante que inicia un juego entre ellos, la escena en que se espían a través de sus ventanas siendo cogidos con las manos en la masa al mismo tiempo transmite un toque de ingenuidad y de diversión al mismo tiempo.

Pero no es tan repentino teniendo en cuenta que el amor llega después, tienen claro que sienten atracción y que eso es suficiente para empezar una posible relación que los dos necesitan. Es a partir de entonces cuando se presenta ese amor.

Y no deja de ser una historia sobre el afán de superación personal, cosa que favorece la evolución de ese amor.

Personajes secundarios no aparecen demasiados, apenas se nombra un par de veces a los personajes del libro anterior, pero sin ninguna transcendencia en la historia. Pero sí ha habido un par de personajes interesantes, la abuela de Tristan y Maksim, pues los dos me han sorprendido para bien.

Aunque es una historia de amor sencilla, tiene un trasfondo bastante complejo, no sólo por el momento en el que se desarrolla, también por las circunstancias de la protagonista. Por ese lado la trama se vuelve un tanto enrevesada y eso hace que algunos detalles resulten difíciles de creer.

La novela no se parece mucho a la historia que me había imaginado, pero ha sido una lectura entretenida y original. No ha superado a «Preludio de un escándalo», pero es que eso era difícil.

También he aprendido cosas sobre la historia de Polonia.