La mayoría de la gente sigue las reglas del juego, pero Gavin y Liz no son como los demás...

«Ganar a cualquier precio». Ese ha sido siempre el mantra que la agente deportiva Liz Darnell se ha repetido a sí misma durante toda su vida. Cuando va demasiado lejos y corre el riesgo de perder a su cliente más importante, el jugador de béisbol Gavin Riley, Liz se da cuenta de que va a tener que emplearse a fondo para evitarlo. Aunque lo cierto es que tampoco supone un esfuerzo demasiado grande: a fin de cuentas ha seguido cada movimiento del jugador desde que se fijó en él por primera vez... y no fue de una manera precisamente profesional. Pronto Liz se da cuenta de que Gavin está más que dispuesto a seguirle el juego.

A Gavin no le importa nada caer en las redes de Liz. La desea tanto como ella parece desearle a él. Dispuesto a comprobarlo, decide lanzarle una bola curva para ver lo lejos que está dispuesta a llegar para mantenerlo en su cartera. Sin embargo, el amor comienza a formar parte del partido de manera inesperada y ni Liz ni Gavin están preparados para ese cambio de juego.

Segundo libro de la serie «Jugada por jugada».

Me ha encantado la dedicatoria del libro: «A todas las mujeres que aman los deportes». Me ha encantado porque soy una de las aficionadas que disfrutan con los deportes en general, aunque precisamente con el béisbol siempre haya sido un desastre. Gracias, Jaci Burton, por entender que las amantes del deporte también somos románticas y de paso, por una vez, encuentro una protagonista que entiende de deportes en una historia ambientada en ese mundo.

Tras estos detalles, empiezo con la novela. Y tengo que remontarme al libro que inicia la serie, el anterior a «Cambiando el juego», porque necesito comentar mis impresiones sobre los personajes.

En «La jugada perfecta», Gavin y Mick me gustaron, son los típicos deportistas perfectos, con una familia maravillosa y una educación que los hace mostrarse tiernos y encantadores. La parte femenina fue más complicada, Liz era un tiburón de los negocios que no invitaba a empatizar con ella, y Tara... es que Tara no me gustó —no me gustó ni Tara, ni su hijo, ni sus amigas—. Así que acabé con la idea de unos primeros protagonistas que me gustaron a medias —uno me gustó y la otra no—, y una futura pareja que me sorprendió que fueran a enamorarse, pero por eso me llamó la atención.

Y aquí entramos en esa nueva pareja.

Me sorprendió que Liz fuera la pareja de Gavin, pero al mismo tiempo podía ser interesante. No puedo decir que el personaje me entusiasmara como secundario pero debo admitir que como protagonista me ha gustado. No es una mujer dulce y perfecta que se sacrifica por todo el mundo. Por suerte. Tiene un punto agresivo que le viene de su profesión porque debe ser dura en un mundo de hombres, pero también es más comprensiva de lo que aparenta.

Gavin es el típico hombre perfecto: atractivo, deportista, tierno, un dios en la cama... Pero no le faltan sus momentos para ser un perfecto idiota. Momentos en los que dan ganas de darle collejas, aunque incluso entonces me parece una idiotez enternecedora, es uno de los casos en los que el amor te vuelve idiota. Gavin es muy parecido a su hermano Mick, los dos tan perfectos, pero yo prefiero a Gavin.

La historia de amor me ha gustado más que la anterior, donde las escenas de sexo me parecieron algo frías y el inicio del romance un poco forzado. Sobre todo me lo he creído por parte de Elizabeth, que lleva unos años enamorada de Gavin; en cambio, Gavin da la sensación de pasar de la lujuria al amor de repente, y no sé exactamente cómo.

Las escenas de sexo, como en toda novela erótica —que no es mi género favorito—, me siguen pareciendo excesivas, pero no me han cansado tanto como en «La jugada perfecta», no me he quedado atascada en ellas.

Los personajes secundarios también son un factor importante en este libro. La familia Riley me encanta, en especial Jenna y sus padres, porque Mick se pasa de rencoroso, un rencor infantil. Y las nuevas amigas de Liz, Shawnelle y Haley, también me han caído muy bien; me ha gustado ver cómo Liz al fin consigue congeniar con chicas y tener amigas, Jenna y Tara incluidas.

Lo mejor que puedo decir es que, sin pertenecer a un género que me entusiasme, la novela me ha gustado. El estilo de la autora es ameno y los personajes me han gustado, si obvias las escenas de sexo te sigue quedando una historia coherente, aunque bastante sencilla, y eso ya es mucho en este momento. El estilo de la autora también me gusta y me ha parecido un libro entretenido.