Legado mágico – Nora Roberts
Sinopsis
La joven Branna O'Dwyer, descendiente de la Bruja Oscura, lleva una vida rutinaria en el condado de Mayo, donde las leyendas irlandesas parecen cobrar vida. Nadie se acostumbra nunca del todo a una vida sin amor, y aunque Branna lo intenta, no ha podido olvidar a Finbar Burke, de quien tuvo que separarse debido al peso del pasado.
Pero, antes de poder rendirse a la pasión, deberán deshacer un antiquísimo hechizo.
Tenía muchísimas expectativas depositadas en este libro. Desde que leí el primero de la trilogía, tenía ganas de conocer la historia de Finbar, que era el personaje que me resultaba más atractivo. Además, su historia con Branna prometía ser difícil, cargada con el peso del pasado y de los problemas que los separan en el presente. Esperaba un romance difícil, una conclusión paulatina tras atravesar obstáculos, tras superar el pasado…
Vale, no siempre acierto.
No voy a decir que me ha decepcionado por completo, pero tampoco me ha convencido. Para empezar, porque tras unas cuantas páginas recordándonos por qué no pueden estar juntos —con una cabezonería de lo más irritante por parte de Branna, quien, por cierto, no me había caído bien en ninguna de las novelas anteriores, y en esta tampoco ha conseguido redimirse— una noche, sin más, Branna deja a un lado todos sus reparos y se va a la cama con Finn. Vale, quizá yo estuviera un poco espesa, pero no acabé de entender el motivo.
Y es que no llevan separados un par de semanas, no. Llevan así, locos el uno por el otro y sin estar juntos, desde hace eones. Y en apenas unos días, se olvidan de todas las reticencias y están juntos. Eso sí, en plan «esto no puede ser para siempre», pero juntos al fin.
No sé, lo encontré un poco decepcionante.
Por otra parte, la novela sigue exactamente el mismo esquema que las anteriores: atacan a uno, se van a cenar a casa de Branna; atacan a otro, se van a merendar a casa de Branna; descubren algo, cenan en casa de Branna; preparan un conjuro, desayunan en casa de Branna; necesitan que el malo maloso vea lo mucho que disfrutan de la vida y le fastidie, y celebran una fiesta que, por una vez, no sirve Branna…
Otra cosa no, pero alimentaditos van, eso os lo aseguro. Y Branna será bruja, pero yo en su lugar dejaba la profesión y me presentaba a MasterChef, con la ventaja añadida de que si los jueces te critican tu león comegamba, pues los puedes transformar en leones. O en gambas, incluso.
Otra cosa que me reventó, y esto reconozco que es muy personal, fueron las relaciones con los tres brujos del pasado. En serio, ODIO los saltos en el tiempo, aunque sean en sueños. Que siempre acabo encontrando una paradoja y me pongo de los nervios. Pero esto es culpa mía, lo sé. A mucha gente le gustan los libros con viajes al pasado, pero es que yo soy muy quisquillosa, y cada vez que hablaban con una de las hijas de Sorcha, yo quería llorar.
A ver, no me entendáis mal. La novela es entretenida y se lee del tirón. Y tiene cosas buenas, muy buenas —entre ellas Finn, que es una monería, pobrecito mío—, pero no está a la altura de otras sagas de la Roberts. La historia de fondo me parece bastante flojita, a pesar de que, al principio de cada novela, cuando la narración se centra en el pasado, me encanta. Sin embargo, el modo en que se resuelve y cómo se va trazando, me decepciona bastante. Además de lo que ya apuntaba: las tres novelas siguen el mismo esquema y eso cansa.
Pero sigue siendo la Roberts. Y aunque tiene novelas flojas, y para mí esta trilogía no es de las mejores, pues… como que es una garantía. Al menos, mientras la leas, y aunque le encuentres defectos, verás unos personajes sólidos, una historia bien tramada —aunque pueda decepcionarte—, sus puntos de buen hacer, su prosa engañosamente ligera… Y con la que está cayendo, qué queréis que os diga, a mí ya me sirve.
Y Finn es una monada, insisto.