Annie McDee busca en una destartalada tienda de segunda mano de Londres un regalo para su nuevo, aunque poco recomendable, amante. Escondida entre trastos apolillados, una pintura llama su atención y, tras invertir sus escasos ahorros en el regalo, Annie prepara también una deliciosa cena... aunque él nunca aparece.

Ahora tiene en casa un cuadro que empieza a acumular polvo. Y que resulta ser «La improbabilidad del amor», la gran obra perdida de uno de los pintores franceses más influyentes del siglo XVIII. Este hallazgo fortuito conducirá a Annie al lado más oscuro del mundo del arte, enfrentada a gente que haría cualquier cosa por poseer la pintura. Para un oligarca ruso exiliado, una avariciosa jequesa, un subastador desesperado, un marchante sin escrúpulos y muchos otros, este cuadro simboliza sus grandes esperanzas y sus peores miedos.

En su búsqueda de la verdadera identidad de la obra, Annie desvelará algunos de los más terribles secretos de la historia de Europa. Y descubrirá que es capaz de amar de nuevo.

Hannah Rothschild es una escritora a la que no conocía, pero que sus documentales sean emitidos por la BBC y la HBO era motivo suficiente para darle una oportunidad. Hay que añadir, además, que está vinculada al mundo del arte, y eso, en un libro con un argumento como el que nos presenta, es también un dato a tener en cuenta.

La historia es original por cómo está contada, ya que la historia secreta de un cuadro no es algo nuevo. Tenemos toda una serie de ejemplos desde «El código Da Vinci» de Dan Brown hasta «La tabla esmeralda» de Carla Montero.

Y tampoco se puede decir que sea ni una novela romántica ni una novela de suspense: es una novela sobre arte.

La trama está muy bien desarrollada, con múltiples referencias al mundo del arte y la historia del arte, pero sin entrar en tecnicismos, de una forma coloquial y distendida y dando una visión que parodia este mundillo.

El toque de suspense lo aporta el cuadro y el secreto que esconde. Sin embargo, también me intrigaba saber quién era su creador, se comenta que es una obra maestra concebida por un genio y que inició un movimiento artístico. Todos los datos acaban encajando y he quedado satisfecha con la historia del cuadro y lo que «ha vivido».

Ya he hablado de la autora y del argumento. No quiero olvidar mencionar que la portada es preciosa y esta combinación de elementos es lo que me llamó la atención del libro.

En cuanto a los personajes, es difícil hablar de protagonistas porque aparece un reparto coral que interviene durante toda la historia, aunque al principio parecen elementos ajenos a ella.

Sin embargo, Annie ejerce de aglutinante en la historia y es el personaje con más presencia. Es la persona que pone la trama en marcha de una forma tan casual que parece algo premeditado para ojos más maquinadores. Está intentando abrirse camino como chef y no tiene ni idea de arte, pero la casualidad quiere que se vea metida de lleno en ese mundo de modo colateral. Me ha gustado mucho su idea de inspirar una cena en Caravaggio para vincular la comida con el entorno.

Pero, sin duda, el verdadero protagonista es el famoso cuadro: «La improbabilidad del amor». Él mismo forma parte activa de la narración, como si fuera el bebé del artista y nos contara todo lo que ha visto de una forma objetiva, es original y divertido que aparezca como objeto animado y hable de sus conversaciones con otro objetos. Resulta un «personaje» adorable y carismático que nos habla de sí mismo como una obra de arte, resulta entrañable dentro de su egolatría.

Es imposible olvidar su presencia porque la trama gira en torno a él, pero también porque el propio cuadro no nos lo permite y de repente aparece un capítulo en el que nos recuerda: «Hola. Sigo aquí. Y no olvidemos que soy el héroe de esta historia. Y que soy mucho más interesante que la comida. Y mucho más duradero que el amor. Sigo aquí. Moi». Y es que, como él mismo menciona, su primer idioma es el francés.

Ya he dicho que no es una historia romántica. De hecho, el romance de Annie ocupa una parte ínfima de la trama, incluso tiene más importancia el «romance» entre Annie y su nueva adquisición. Pero el amor sí está presente, porque la simbología del cuadro habla del amor y sus distintas vertientes.

En cuanto al final, no deja cabos sueltos sobre el destino de ninguno de los personajes. Todo el libro es un largo flashback en el que nos sumergimos para entender el prólogo.

Puede que la ausencia de un romance apasionado haga dudar a algunas lectoras. Sin embargo, a mí me ha gustado mucho. Está muy bien escrito y su forma de hilar toda la trama es magistral, pero lo que más me ha gustado es lo original que resulta conocer parte de la historia de mano del cuadro.

Si el arte hablara, la de cosas que tendría que explicar. Se lo recomiendo a cualquiera que disfrute de este tema.