Irlanda, 1893. Benjamin Young regresa a la patria de sus antepasados para dar caza a la mujer por la cual, cinco años atrás, estuvo a punto de ser ejecutado por un crimen que no cometió: Natalie Lefèvre, prófuga exiliada de su país natal. Sin embargo, no cuenta con que su reencuentro despierte pasiones dormidas y nefastos recuerdos.

Seguramente no fui la primera —ni la última— sorprendida al saber que la continuación de «Veneno en tu piel» tendría como protagonistas a Natalie y Benjamin. Al principio me impactó porque pensaba que de haberla sería para otro personaje más por la opción de otro personaje al que no le encontré la fuerza para ser protagonista. Así que enseguida me gustó la idea de volver a unir a esta pareja que se traicionó por su afán de supervivencia acompañado de otros sentimientos más pasionales.

La verdad es que hace ya bastante tiempo que leí aquella primera novela y recordaba la historia de estos personajes muy por encima, por lo tanto, he revisado por encima el libro. No recordaba que más que unos secundarios fueron dos personas que se atravesaron en la investigación de forma colateral y que su presencia en la novela fue pasajera y circunstancial.

Y tras ese repaso, mis ganas de conocer esta nueva historia aumentaron. Después de las jugarretas que se hicieron no sabía cómo la autora iba a salvar el romance, pero me intrigaba saberlo.

Y lo ha conseguido.

Es una relación complicada, con dos protagonistas que sienten una mezcla de amor y odio, de desprecio y deseo. Al final todo se reduce a elegir qué sentimiento pesa más y a asumir la parte de culpa que corresponde a cada uno, porque ninguno es inocente y los dos lo saben.

Por otro lado, me ha sorprendido que la trama que envuelve a la familia de Natalie, de la cual sólo conocíamos un par de pinceladas, me haya enganchado así. No me esperaba que el argumento tomara ese camino y tampoco su desenlace.

No sé si Miranda Kellaway ya tenía en mente escribir esta novela cuando creó a los personajes o si fue una idea que surgió después, pero he visto sus personalidades acordes con aquella primera historia, moldeadas con pequeños cambios —no olvidemos que han pasado cinco años en los que han aprendido varias lecciones—.

Natailie se arrepiente profundamente de lo que el desengaño y los celos la impulsaron a hacer, y ahora vive una vida tranquila cerca de Dublín, creando las exquisiteces de la repostería francesa que su padre le enseñó a hacer. Ha encontrado una nueva familia en su compañera de delito, Diane, y en sus amables vecinos. Pero su tranquilidad termina con la llegada de Ben, pues no imagina cómo planea vengarse y en el fondo sabe que sería merecedora del castigo.

Benjamin ha pasado cinco años soñando con su venganza, obsesionado con la belleza pelirroja que hizo que lo perdiera todo, y todavía podía haber perdido mucho más. Cuando finalmente la encuentra no sabe si la felicidad que siente es por haber dado caza a la presa o por volver a verla. En su periplo como marinero también ha encontrado una nueva familia y ellos le hacen ver que lo que siempre ha rechzado —una esposa, hijos y un hogar— es lo que necesita y en el fondo anhela.

La historia de Natalie y Ben no ha sido un camino de rosas, es dificil de explicar de forma ordenada, lo mismo que para ellos es deificil de asimilar. En su reencuentro no faltan discusiones y reproches, pero no se estancan en ellas.

Tenían algo cinco años atrás, pero no estaban preparados; ahora, con más camino recorrido, lo están si pueden dejar atrás el pasado, los rencores y asumir sus respectivas culpas, perdonarse a sí mismos.

Los personajes secundarios son una parte muy importante del libro.

Cuenta con dos pequeños romances más que le dan ternura a la novela. Y unos personajes entrañables: no habría sido lo mismo sin la familia Sharkey al completo, Gareth —un marinero de gran corazón—, Roger o Sinéad.

Y Sélène. Su maravilloso papel en esta novela es decisivo para varios personajes.

Al precioso paisaje de Irlanda se le suma una trama de lucha política contra Inglaterra y la mitologia celta, que le dan color y pasión a esta genial ambientación.

Dado que los protagonistas de «Veneno en tu piel» y «Sombras del ocaso» apenas tuvieron relación, no esperaba la aparición de Theresa y Gabriel, pero aportan su breve granito de arena, que tiene un objetivo.

Y una breve mención del epílogo. La historia podia haber acabado sin uno perfectamente, pero la autora nos regala un epílogo largo que cierra la novela con broche de oro.

La espera por esta continución ha sido larga, pero ha merecido la pena. Podía haber sido una historia preciosa o un despropósito, y la autora ha conseguido la primera opción. Es una novela llena de color, de aventura, de personajes entrañables y sentimientos. Ha conseguido darle una vuelta de tuerca a algunas situaciones de las que tenía ideas preconcebidas y así sorprender con su desarrollo.

Lo he pasado muy bien leyendo esta novela, tan distinta de su predecesora, pero que ha supuesto una muy agradable sorpresa.