Estaba buscando informacion sobre los Hermanos en internet y me he encontrado esto,y ya os digo,me ha gustado mucho,pero yo esto no lo he leido en ninguno de los libros....alguna sabe de donde es esta escena
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Incapaz de soportarlo por más tiempo Beth entró al vestíbulo.
-¿Dónde está?, -dijo ella en voz alta.
El grupo se detuvo y enmascararon las caras tensas, como si no quisieran ofenderla por lo excitados que estaban.
-Llegará en cualquier momento, -dijo Phury, con una expresión amable en los ojos amarillos, y una sonrisa aún más amable. -Está bien.
Vishous sonrió enigmáticamente. -Está más que bien. Esta noche está vivo.
Y entonces la dejaron sola.
Justo cuando estaba a punto de enfadarse, la puerta del vestíbulo se abrió y una rápida ráfaga de frío se desplegó a través del vestíbulo como si se desenrollara una manta.
Wrath entró en la casa grande y a ella se le agrandaron ojos. No lo había visto irse antes, no había sido capaz de mirarlo, pero ahora lo vio.
Cristo Santo ahora lo veía.
Su hellren era tal y como lo había conocido la primera noche que había entrado en su viejo apartamento: una amenaza mortal vestida de cuero negro, las armas atadas con correas a su cuerpo tan fundamentales como sus pies o sus músculos. Y vestido para la guerra, irradiaba poder, del tipo que rompía huesos, cortaba gargantas y ensangrentaba caras. En su atuendo de guerrero, era un horror, una pesadilla... y sin embargo era el macho que amaba, con quien se había emparejado y que siempre dormía a su lado, quien la alimentaba con su mano, que la abrazaba durante el día, que se le entregaba en cuerpo y alma.
La cabeza de Wrath se giró sobre su grueso cuello hasta que la miró fijamente. Con la voz distorsionada, una que apenas reconoció de tan baja que era, le dijo:
-Tengo que joderte ahora mismo. Te amo, pero tengo que joderte esta noche.
Ella tuvo un solo y único pensamiento: Correr. Corre por que él desea que lo hagas. Corre por que él desea perseguirte. Corre por que estás un poco asustada de él y eso te calienta como el infierno.
Sabiendo que el olor de su excitación se propagaba, Beth levantó el vuelo con los pies desnudos, como un relámpago fue hacia las escaleras, comenzó a subirlas rápidamente, las piernas eran un borrón. A los pocos segundos, lo escuchó detrás suyo, sus shitkickers golpeando como truenos, la erótica amenaza de él avanzado hacia ella, atrayéndola hasta que no pudo respirar y no debido al esfuerzo, sino debido a que sabía lo que vendría tan pronto como él le pusiera las manos encima.
Cuando llegó al segundo piso, eligió un corredor al azar, no sabiendo hacia donde se dirigía, sin preocuparse por ello. Cada yarda que cubría, Wrath se le acercaba... podía sentirlo cerca de sus talones, una ola a punto de arrastrarla, caer con estrépito sobre ella, barriéndola y sujetándola.
Irrumpió en la sala del primer piso...
Él la agarró del cabello y el brazo, haciéndola girar, haciéndola tropezar, enviándola al suelo.
Justo antes de que impactara, él giró el cuerpo absorbiendo la caída y amortiguándola. Mientras peleaba por levantarse, tuvo el débil pensamiento de que estaba boca arriba sobre el, el pecho de él bajo sus hombros, su erección donde tenía que estar.
Y luego ya no pensó más.
Las piernas de Wrath se dispararon hacia arriba y las unió alrededor de sus espinillas, abriéndole las piernas ampliamente, atrapándola. Con dura autoridad, disparó la mano entre sus muslos y ella se arqueó con un grito cuando él averiguó exactamente lo excitada que estaba. Cuando ella dejó de luchar, delante suyo, las puertas dobles se cerraron de golpe y luego él la hizo rodar, poniéndola de cara hacia el suelo. La montó, sujetándola en el lugar por la nuca y la forma en que se sentaba a horcajadas sobre sus piernas. De cerca, olía a sudor limpio, al olor de la vinculación, al cuero de la ropa y a la muerte de sus enemigos.
Ella casi se corrió.
Wrath respiraba tan fuerte como ella cuando la arrastró hacia atrás y rasgó sus viejos pantalones por la entrepierna, la desgastada tela cediendo como si no se atreviera a desobedecerle.
Jesús, ella sabía como se sentía esa tela.
El fresco aire le golpeó el trasero mientras que con los colmillos mordía un lado de las bragas y después se escuchaba el sonido de una cremallera. Con las manos le puso las caderas en la posición adecuada y la cabeza de su miembro cayó hacia abajo sobre lo que lo estaba esperando, lo que le pertenecía para que lo tomara.
Entró de golpe en ella, empujando, duro como una tabla, amplio como un puño.
Beth extendió las manos sobre el mármol cuando se cerró sobre su cuerpo y comenzó a bombear repetidamente con un ritmo feroz, doscientas ochenta libras de sexo cubriéndola por todas partes, estirándole su interior. Sus palmas rechinaron contra el mármol cuando le llegó el primero de los orgasmos.
Todavía estaba en el clímax cuando él le sujeto con fuerza la barbilla y retorció su boca. Su ritmo era tan duro que no podía besarla.
Entonces él siseó y le mordió directamente la yugular.
Cuando comenzó a alimentarse se congeló a mitad de una embestida, chupando con fuerza, tirando de su vena con una supremacía salvaje. El dolor formó remolinos y hormigueó por su cuerpo, mezclándose con el final del orgasmo, desatando una nueva ráfaga de placer. Y luego estaba montándola otra vez, la parte inferior de su vientre frotándole el trasero, las caderas palmeando contra ella, el gruñido de un amante...
Y de un animal.
Él rugió con fuerza como una bestia cuando comenzó a correrse, su erección agitándose dentro de ella como algo viviente con voluntad propia. El aroma de la vinculación se hizo aún más fuerte mientras la llenaba, sus pulsaciones calientes como rescoldos, espesas como la miel.
En el instante en que terminó, la giró y se colocó entre sus piernas, su sexo brillante y orgulloso, completamente erecto. Aún no había acabado con ella. Enlazando el antebrazo tatuado detrás de una de sus rodillas, tiró de la pierna levantándola alto y entró en ella de frente, sus enormes brazos anudándose mientras se sostenía a si mismo por encima de su cuerpo. Mientras la miraba fijamente, su cabello cayó hacia adelante, grandes cascadas de color negro que caían desde el pico de viuda de su frente y se enredaban entre las armas que llevaba en el cuerpo.
Sus colmillos se habían alargado tanto que no podía cerrar la boca y cuando destrabó la mandíbula y se preparó para morderla otra vez, ella tembló. Pero no de miedo.
Éste era el filo crudo, su verdadero yo debajo de las ropas y la vida diaria que llevaba. Éste era su compañero en su más pura y destilada esencia: Poder.
Y Dios, lo amaba.
Especialmente así.
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Wrath estaba tomando a Beth con furiosa acción, su polla dura como un hueso, sus colmillos como clavos de marfil hundidos profundamente en su cuello. Ella era todo lo que necesitaba y querría alguna vez: el suave aterrizaje para su agresividad, el sexo femenino apretándolo, el amor que le hechizaba y capturaba.
Él era la tormenta avanzando amenazadoramente sobre ella; Ella era la tierra con la fuerza para tomar lo que él tenía que dejar salir.
Mientras ella cantó otra vez con su cuerpo fragmentándose por el placer, se lanzó de la cornisa y fue volando hacia ella. Sus pelotas apretadas con fuerza y el orgasmo saliendo disparado fuera de él...bang, bang, bang, bang....
Liberando su vena, se derrumbó sobre el cabello de ella estremeciéndose y corcoveando.
Y luego solo se oyeron las violentas respiraciones.