Hope terminó de cerrar la bolsa de viaje y fue a abrir la puerta.
Era Andreas, como habían imaginado.
—¿No me invitas a entrar?
—No.
—¿Por qué no? ¿Está el perro guardián?
—No te atrevas a insultar a mi amiga —replicó Hope.
—Insultarla... ¿estás diciendo que nunca te ha hablado mal de mí?
—Si lo ha hecho, sería con toda la razón del mundo —contestó Hope.
Nunca le contaría que, siendo ridículamente leal, siempre había intentado defenderlo, mientras él jamás había confiado en ella. Ahora se avergonzaba de esa lealtad.
Andreas había creído que se acostaba con Ben mientras estaban juntos, había creído que mentía sobre su infidelidad, que había inventado una sórdida historia sobre su hermana para defenderse. También creía que, al quedarse embarazada, había querido mentirle sobre quién era el padre.
—No entiendo qué haces aquí. No tengo nada más que decirte.
—Pero me llamaste tú...
—Y te dije lo que tenía que decir —lo interrumpió Hope, cruzándose de brazos.
—Sí, pero no yo no he dicho todo lo que tenía que decir —replicó él—.
¿Vanessa?
—¿Por qué la llamas? —preguntó Hope, sorprendida.
Su amiga asomó la cabeza en el pasillo.
—Sabía que estarías por ahí —dijo Andreas.
—Es mi casa, ¿recuerdas? —replicó ella, irónica.
—Hope y yo vamos a salir...
—No, tú y yo no vamos a ninguna parte. Me disponía a tomar el tren...
—Yo debería estar en Atenas.
—Pues peor para ti. No pienso ir a ningún sitio contigo —replicó Hope.
—Muy bien, entonces nos quedaremos aquí. Y no tendrás que decir nada, hablaré yo. Me gusta que la gente me escuche.
—¿No me digas? —intervino Vanessa, con poca disimulada sorna.
Andreas soltó una carcajada.
—Muy buena.
Eso era lo que representaba ella para Andreas Nicolaidis, pensó Hope: una broma, algo de lo que podía reírse.
—No quiero verte ni escucharte —dijo entonces, furiosa, dándole con la puerta en las narices.
—¡No me lo puedo creer! —exclamó Vanessa—. ¡Pero si era el amor de tu vida!
—Debería haber hecho eso hace mucho tiempo. Además, creo que debo empezar a cultivar el buen gusto, hasta ahora lo he tenido atrofiado —
suspiró Hope, entrando en su dormitorio.