Cuando Kat Kominski tenía quince años, ella y unos amigos atracaron un pequeño supermercado, en el que murió un guardia. Trece años más tarde, Kat ha rehecho su vida, pero su oscuro pasado vuelve para atormentarla...

Me he pasado casi un mes leyendo este libro, con eso se resume mi opinión. Seré benévola diciendo que no era el momento para leer esta historia, que necesitaba leer algo con más acción, con más suspense o con más romance, porque me ha parecido una historia floja en todos esos aspectos. No sé si en otro momento me hubiera gustado más pero me ha resultado una lectura monótona.

¿Y por qué? Pasemos a las razones.

No hay nada que me aburra más en una historia de suspense que la falta de tensión. Veamos, una escena que a lo sumo puede durar un par de horas tirando por lo alto y que ocupe unas setenta páginas de narración sin provocar cierto grado de tensión, no es muy efectiva. La dilatación del tiempo es un recurso muy interesante en una escena de suspense pero hay que saber hacerlo para que no caiga en el tedio y, en esta ocasión, me ha resultado una escena fría y sin emoción.

Si añadimos que en un momento desesperado el policía tiene tiempo de pensar que la víctima es atractiva y que la damisela en apuros se recrea observando a su salvador cuando aún está ante un peligro máximo, la credibilidad y verosimilitud del momento son escasas. Vamos, que no he conseguido meterme en el momento.

Después de esta gran —por lo extensa— escena tampoco se ha activado mi interés, no es que la trama fuera predecible sino que me producía indiferencia hasta desentenderme de ella.

Además, he tenido la misma sensación desde el prólogo, una historia demasiado fría o demasiado superficial, pero no me ha animado a seguir leyendo, no me ha atraído ni la trama ni su protagonista.

Y ése ha sido otro problema. Kat —y, por cierto, los apodos Kit Kat, o la variante Kitty Kat, empiezan a resultar muy poco originales—. Una protagonista que me ha resultado indiferente, con un pasado que me mas indiferente aún, un carácter que no me ha dicho nada. En definitiva, una protagonista que no me ha caído bien, a la que no entiendo ni he tenido ganas de intentar comprender.

Puedo pasar por un personaje que no me atraiga pero no cuando se empeña en ocupar la mayor parte de escenas. Y Kat es el personaje principal de la historia. En realidad creo que estamos ante una Mary Sue típica: abnegada, sacrificada, hermosa, sufrida, popular, víctima, heroína... así es la pequeña Kitty Kat.

Y por otro lado está el pobre Tom, un personaje masculino típico de las novelas de suspense pero mucho más simpático que Kat. Un tipo duro, un policía justo e implacable, con la típica familia de origen italiano. Pero es casi un personaje secundario en beneficio de Kat, y es un personaje al que se le podía haber sacado más partido.

La historia de amor la he notado cogida con pinzas, no me ha gustado la pareja que forman y no les he encontrado demasiada química, como si las dos partes de la pareja con sus respectivos entornos no encajasen bien. Tom me ha gustado, Kat no; Tom aparece sin la presencia de Kat en contadas ocasiones, Kat es casi omnipresente y no me gusta como mujer para él. Así pues, el romance casi se puede decir que me ha sobrado, demasiado forzado, demasiado fío. Demasiado indiferente.

Tampoco puedo destacar ningún personaje secundario relevante porque no lo hay. La familia de Tom parece agradable pero tiene una participación casi nula y del hijo de Kat tengo la misma opinión que de ella.

Lo sé, todo esto se resume en «indiferente y frío».

Y sé que Karen Robards tiene novelas románticas contemporáneas interesantes, de verdad que sí, como «Confiar en un extraño» u «Obsesión», novelas con las que disfruté, pero no es el caso. Sin embargo, si sirve de algo no me ha parecido peor que «Un solo verano».

Pero como sé que esta última novela mencionada tiene muchas seguidoras, quizá la presente novela os guste más que a mí si buscáis un suspense sin muchas complicaciones.

Eso sí, estamos ante una bonita edición en tapa dura.