Esto es la crítica de los libros hecha por el famoso y irónico diario chileno
The Clinic Está dividida en partes y sólo a puesto 2 pero aquí van xDDD
Y sí! puse las etiquetas porque me mataron de la risa.
Cincuenta sombras de Grey, primera parte: La mina arribista que no calienta a nadie Romina Reyes y Melissa Gutierrez
05 Marzo, 2013
Tags: 50 sombras, arribismo, cincuenta sombras de grey
No es necesario explicar que Cincuenta Sombras de Grey fue uno de los
libros más leídos en el verano. En cada vagón de metro, en cada micro
troncal se encontraba alguna joven o señora con el ladrillo de 600
páginas a $13 mil y algo sobre las piernas, calentándose con la historia
de amor entre Christian Grey y Anastasia Steel. Por eso, en
The Clinic Online nos dimos la gran paja de leer esta trilogía “erótica” para saber cuál
era la gran novedad. Y llegamos a la conclusión de que es nuestro deber
prevenirlos a ustedes, futuros lectores, de por qué Cincuenta Sombras de
Grey tiene de liberal lo que la iglesia católica tiene de progresista.
Resumen ejecutivo: Un día Anastasia Steele, estudiante de literatura,
llega al despacho de Christian Grey, un millonario joven, a hacerle una
entrevista. Primera apreciación: Grey es una especie de Horst Paulmann,
Andrónico Luksic o Sebastián Piñera, sólo que nadie se pregunta de
dónde saca tanta plata ni si acaso se ha cagado a alguien. No, él sólo
tiene plata. Y es joven y alto y mino. Un “Adonis”. Punto. No pregunten
nada más.
Al momento que se ven, quedan pegados el uno con el otro, y como
Christian Grey tiene plata, hace todo lo que quiere. Investiga a
Anastasia, la busca, la jotea con su parada de macho alfa protector y le
propone firmar un contrato para que ella sea su sumisa. Tiene sentido
porque Anastasia se pasa todo el libro diciendo lo muy tímida y
underground y oyente de Snow Patrol que es. Porque Grey es un sádico,
pero pronto se verá que su sadismo tiene que ver con una triste
infancia, puros traumas, pobre niño rico. Y al final la cosa se trata de
cómo ella salva a Grey de sus traumas y perversiones con amor, no con
sexo (Spoiler, perdón).
En fin, si aún no se convencen de que Cincuenta Sombras de Grey es una mierda, en esta nota, la primera de cuatro razones:
Los ricos son bacanes y les compran cosas lindas a los pobresLa primera razón, que exponemos en este artículo, es el descarado arribismo que está presente a lo largo de toda la historia.
Christian Grey es un megamultimillonario confiado, seguro de sí
mismo, abacanado mientras Ana es pobre, es insegura, tímida, torpe y
hipster. Lo deja claro porque escucha “rock indie” (Nelly Furtado y
Coldplay), usa Converse (una zapatilla muy ordinaria), no le gusta
socializar, prefiere “el anonimato de una charla en grupo, en la que
puedo sentarme al fondo de la sala y pasar inadvertida” (frase textual
del profundo personaje).
Y ese estereotipo se repite en todos los personajes. La amiga de Ana,
Katherine también tiene plata, pero mucha plata. De hecho, ambas viven
en la casa que los papás de Katherine le compraron. Y Katherine estudia
periodismo, empoderada, inquisidora, y confiada. Esa confianza que da la
plata. Los personajes pobres, o apenas no millonarios, en cambio, están
llenos de dudas, son torpes y no encuentran su lugar en el mundo.
Una de estas personas es José, el amigo hispano de Anastasia, que es
el primero de su familia en ir a la Universidad y que a Katherine no le
cae muy bien (qué raro), y con el que Anastasia se siente muy a gusto
porque es pobre como ella. O eso dice, hasta que se deja seducir por el
dinero y las joyas; Claro, cómo no, a Christian le da celos José desde
que intenta besar a Anastasia. Y obviamente la regla número uno de este
libro es nunca elegir al latino.
En algún momento también aparece el padrastro de Ana, que en realidad
es como su padre, el hombre que la crió. Un hombre sencillo de clase
media, pero de verdad, no como Golborne. El hombre llega para la
graduación de la Universidad de Anastasia y la autora se encarga de
destacar que su terno le queda grande, o sea, que es cuma, de gente
pobre, no como Christian que se hace trajes a la medida, lo que deja en
claro cuando Grey llega a entregar los diplomas de la graduación.
El supuesto atractivo del choque de clases queda de manifiesto con el
primer encuentro entre los protagonistas, donde una torpe y desaliñada
Ana se tropieza y cae al suelo mientras las manos firmes de Grey la
recogen hacia su mundo de lujos (algo nunca antes visto en ninguna
película adolescente o teleserie mexicana). Este tono en la relación se
mantiene durante toda la trilogía.
Porque parte del romance que Anastasia comienza con Christian Grey
tiene su atractivo en el mundo de lujos que él le muestra. Casas
enormes, viajes en helicóptero, motos de agua, fiestas de gala con
máscaras, puras cosas con las que la humilde Ana queda marcando ocupado a
pesar de su discurso de que eso a ella no le interesa. De hecho, al
principio le “molesta” esa prepotencia de cuico, pero igual se emociona
cuando él le manda los tres tomos de Tess, la de los d’Urberville, de
Tom Hardy, avaluado en 14 mil dólares (unos 7 millones de pesos), que
además es uno de los libros favoritos de Ana, y del cual Cincuenta
Sombras se roba más de una idea. Y no hay que ser muy inteligente para
saber que si vas a plagiar a alguien, al menos no lo menciones en tu
escrito.
Anastasia dice y repite un montón de veces que le va a devolver los
libros y que no puede aceptarlos, pero al final todo queda en
intenciones porque se los deja calladita. Y por supuesto, después de los
libros viene el iPod, el iPad y el Macintosh (¿Quién les dice así?
¿Estamos en 1990?), porque un hombre como él, a quien le gusta tener el
control de todo, no puede permitir que ella hable por cualquier teléfono
ni use cualquier computador. De hecho, él la critica porque maneja un
Escarabajo, o sea, un auto súper flaite. De hecho, “queda boquiabierto” y
“horrorizado” al ver el auto. Le pregunta si está en condiciones de
circular y si es seguro. Lo mismo ocurre cuando Ana consigue un trabajo.
“¿Para qué vas a trabajar?” le dice, “¿si lo tienes todo?”. Porque
obvio, trabajar es para el proletariado y no para la gente bien. Y
aunque Ana se las da de independiente y de que “quiero ganar plata”
igual no más la autora encuentra recursos facilistas para entregarla a
su mundo burgués de comodidad.
En el segundo libro, Christian Grey, para controlar a su mina, compra
la compañía donde está trabajando de una. Así, se saca un puñado de
millones de dólares del bolsillo. Y eso no es capitalista, es bacán,
porque él lo hace todo por ella. Y el cuiquerío aumenta con los libros,
cuando en el último Christian la lleva a una luna de miel (SPOILER, ups)
por Europa y le regala una pulsera de platino lo que a ella obvio que
le carga. Además, tanto le molestan los excesos que explica cada detalle
de lujo que le da Grey, y lo hermosa y bacán que se siente cuando ya lo
tiene todo. Una sensación de bienestar que un pobre no puede tener.
Cincuenta Sombras de Grey, segunda parte: La sumisa que no quiere un puño en el culo Romina Reyes y Melissa Gutierrez
07 Marzo, 2013
Tags: 50 Sombras de Grey, Cultura, libros
En fin, si con el
primer artículo no se convencieron de que Cincuenta Sombras de Grey es una mierda, en esta nota, exponemos la segunda de cuatro razones:
A las mujeres nos encanta que nos humillen y nos pisoteenLa segunda razón, que exponemos en este artículo, es cómo las mujeres
amamos perder nuestras libertades y fusionar nuestra personalidad con
la de un macho alfa protector.
Ok. Se supone que el leitmotiv del libro, al menos del primero, es el
deseo de Christian Grey de lograr que Anastasia Steel sea su sumisa.
Porque esta es la única forma en que Grey puede tener una relación. No
le interesan las novias, ni “hacer el amor”, sólo le interesa el sexo y
el sexo sadomasoquista donde él es el amo y las mujeres voluntariamente
son sus sumisas.
Pero Grey, quien dice que no duerme con nadie, que sólo tiene sexo y
deja a las mujeres en una habitación especial para ellas, duerme con
Ana. No tiene sexo con ninguna mujer si no es por contrato, pero con Ana
lo hace. Porque Ana sólo alcanza a firmar el contrato de
confidencialidad y no el de sumisión antes de que Grey se la tire. O
sea, Ana sabe que Grey no le conviene y es frío y nunca la amará como
ella quiere que la amen, pero sigue adelante con la estúpida convicción
de que ella puede cambiarlo. Y como este libro es estúpido, funciona.
De todas formas, Grey le extiende un contrato de sumisa que supone
una serie de privaciones de su libertad, como que no puede masturbarse
cuando no esté con Grey ni sin su orden. Sólo puede usar ropa “que el
Amo haya aprobado”, porque podría tener que acompañarlo a algún evento y
sería último de cuma que fuera con su ordinariez de ropa. Tiene que
hacer ejercicio cuatro veces a la semana y sólo puede comer lo que está
detallado en una lista creada por Grey. Tiene que dormir
obligatoriamente ocho horas al día y siempre estar depilada. Y debe
depilarse en un salón de belleza “elegido por el Amo”. Además, la sumisa
“será responsable de cualquier fechoría, maldad y mala conducta que
lleve a cabo cuando el Amo no esté presente”. El contrato también
incluye, como guía para el femicida, que no se dejarán marcas de golpes
en lugares visibles.
Sin embargo, lo que a Ana más le causa dudas es el dolor, no la
supresión absoluta de su voluntad: “No estoy segura de tener estómago
para ser sumisa… En el fondo, lo que me tira para atrás son las varas y
los látigos. Como soy débil físicamente, haría lo que fuera por evitar
el dolor”. Ese es el análisis más profundo que Ana es capaz de hacer al
cuestionarse si acepta o no el contrato. Para ser fiel a la realidad,
Anastasia presenta un par de reparos súper rebeldes, ridículos e
inútiles al contrato. Por ejemplo, que no piensa hacer ejercicio cuatro
veces a la semana, sino tres. Se mantiene firme en su postura de no
dormir 8 horas, sino 6 y le da un no rotundo al fisting (que le metan un
puño en la vagina o en el culo). Toda una mujer de armas tomar.
Y en el fondo, todo lo que propone el contrato no tendría nada de
malo en una relación sadomasoquista. De hecho, eso es lo que uno espera.
Espera leer sobre máscaras de cuero, gente colgada de la espalda con
piercings, penetración con objetos inusuales, correas de perro,
rasguños, fisting y más. Pero no, no hay nada de eso. Ana nunca firma el
contrato y comienzan su relación amorosa manteniendo esa dinámica de
Amo/sumisa más por un machismo descarnado que por un contrato sexual de
sadomasoquismo
Más allá de la relación amo/sumisa que no llega a concretarse,
(porque Ana salva a Christian con la fuerza del amor, como Myriam
Hernández y la Ena Von Baer), Ana incluso en su relación de “flores y
corazones” se somete a todo lo que dice Christian, pero con el argumento
de que él, al ser mayor, más sabio y más todo, quiere lo mejor para
ella. Y en un par de ocasiones Ana, motivada por su súper feminismo,
decide actuar haciendo lo que ella quiere, pero la situación termina
demostrándole que Christian siempre tiene la razón. ¿Quién dijo
patriarcado?
La misma actitud respecto a los lujos, que ella parece aborrecer pero
termina aceptando sin más, se repite cuando a partir del segundo libro
establece una relación convencional con su multimillonario. Acá la
premisa parece ser que Christian siempre hace las cosas por su bien (y
no porque sea un maniático controlador de mierda a quien se le justifica
todo por su traumática infancia). Cuando en el
artículo anterior mencionábamos que Grey compra la compañía donde Ana trabaja, no es para
controlar todo lo que hace y sus correos y sus horarios, no. Es para
protegerla. De hecho, cuando confiesa que compró la empresa y Ana está
supuestamente emputecida, Christian le dice “La he comprado porque
puedo, Anastasia. Necesito que estés a salvo”. Lo terrible de todo esto,
es que en más de una ocasión uno siente que está leyendo una aventura
sexual entre un padre y su hija. Y no en una forma catastrófica como Old
Boy (SPOILER) o Edipo Rey o Electra. Sino en una forma de “E.L. James,
hazte ver”.
Con el mismo argumento se la lleva a vivir con él, porque aparece una
ex sumisa peligrosa (muy poco peligrosa), y Christian le impide a Ana
ver a cierta gente, con unos celos que no son celos, son “preocupación”,
la misma preocupación que la obliga a comer y a cortarse el pelo y a
interferir en su trabajo de tal manera que incluso en el segundo libro
llega a impedir que ella viaje a Nueva York con su jefe, algo que ella
misma reconoce como una “oportunidad profesional”. Y todo porque Grey
dice que su jefe se la quería puro comer. En realidad todos sabíamos que
esa era la intención, menos Ana. Y una no puede hacerle frente a un
hombre jote a menos que venga otro a defenderte, ¿cierto, amigas?
Lo peor es la actitud pseudo rebelde que adquiere Ana de forma casi
graciosa, para hacerse la linda antes de obedecer todo lo que dice
Christian. Por ejemplo acá:
“-¿Y si a mí no me gusta el bife?
-No empieces Anastasia.
-No soy una niña pequeña, Christian.
-Pues deja de actuar como si lo fueras”.
Una actitud que no dura más de un párrafo, porque Christian es tan
rico y tan irresistible que es mejor hacerle caso que perderlo. Y esa es
la gran enseñanza del libro, haz todo lo que quiera el hueón o te
quedái soltera. Gracias, E.L. James.
En el próximo artículo: “mi sobrino que no sabe escribir escribe mejor que E.L. James” Cuando suban las siguiente parte la subo xDDD