Conquistar a un canalla (5º libro de la serie «Las guerras del cortejo»).
Nicole Jordan.
Sinopsis: Rayne Kenyon, conde de Haviland, peligrosamente sexy y antiguo espía, no tiene el menor interés en el amor. Simplemente desea un heredero que continúe con su título y, por consiguiente, debe tener una esposa. Rayne sorprende a todos con su elección de novia al decantarse por la sencilla hija solterona de un compañero espía que una vez le salvó la vida. Pero la temperamental e ingeniosa Madeline Ellis resulta ser mucho más de lo que Raine imaginaba.
Aturdida por los ardientes besos de Rayne, Madeline sabe que al fin ha encontrado el amor… con un hombre decidido a evitarlo. Una vez casados, la joven opta por tomar las riendas de su destino. Quizá, solo quizá, pueda avivar las llamas del corazón de su marido convirtiéndose en una deslumbrante tentadora. Con un poco de ayuda de las hermanas Loring, la reciente e ingenua esposa del conde se transforma en una bella y osada seductora en el lecho conyugal. Pero ¿quién iba a imaginar que un simple matrimonio de conveniencia podría verse de pronto inundado por el peligro, el deseo y un inesperado amor?
Debo reconocer que cuando empecé la novela no estaba demasiado convencida. La sinopsis me hacía sospechar que sería la historia de siempre, con el típico matrimonio de conveniencia que termina enamorado porque… bueno, porque esto es romántica y tienen que acabar enamorados sí o sí.
Y, en parte, tenía razón.
Pero, francamente, me importó muy poco, porque me divertí muchísimo con la relación entre ellos de principio a fin. Los dos protagonistas tienen muchísimo carácter, una personalidad muy fuerte y muy definida y los diálogos entre ellos son auténticos duelos verbales que a mí, personalmente, siempre me resultan divertidísimos.
Y es cierto que es la típica historia de la mujer aparentemente —y subrayo el «aparentemente»…— gris y poco atractiva que acaba convirtiéndose en una auténtica seductora y volviendo el mundo de su marido del revés, cuando el pobre sólo quería un cómodo matrimonio de conveniencia para engendrar un heredero. Y es cierto que los clichés se acumulan uno tras otro: desde el amigo simpático y un poco alocado, pasando por la temible abuela (bruja) que se enfrenta —sin demasiado éxito— con la protagonista y terminando, para sentirnos todavía más en La Cenicienta— con dos hermanas(-tras) que empiezan siendo dos auténticas víboras, aunque al final no lo serán tanto. Y es cierto que, por mucho que entren tramas secundarias en juego, como el hermano de Madelaine o la trama con el repulsivo —demasiado repulsivo, incluso— Lord Ackerby, la historia es sencilla: la de una mujer que intenta conquistar a su marido.
Pero no importa, como he dicho antes, porque, de algún modo, funciona. Hay autores que eligen usar clichés, historias tópicas, y aburren hasta la desesperación. No es este el caso. Nicole Jordan sabe cómo apropiarse de esos tópicos, darles la vuelta y convertirlos en suyos, y cuando eso sabe hacerse, y hacerse bien, funciona. Porque los clichés y los tópicos lo son precisamente por eso: porque funcionan. Además, todo tiene su «puntito», su vuelta de tuerca. Lo que comentaba antes de que las hermanas no eran tan malas como parecían ser, o que, cuanto más se empeña Madelaine en seducir a su marido, más desconfianza genera hacia ella. Oh, bueno, él cae en las redes de su seducción, claro, como lo demuestran las muchísimas escenas de sexo que aparecen en toda la novela, pero desconfía porque ya se vio engañado por una seductora en el pasado, y cuanto más se esfuerza Madelaine en atraerlo, más rechazo siente él. Y llega un momento en que todo es un lío absurdo generado por la mutua desconfianza y por los malentendidos absurdos entre ellos, hasta el punto en que te preguntas por qué diablos no hablan claro en lugar de ser tan malditamente independientes y lo arreglan todo de una vez. Pero, al mismo tiempo, te encuentras disfrutando del lío y casi deseando que se prolongue más para seguir entreteniéndote.
Por cierto: esas escenas de sexo que comentaba merecen un halago aparte. Casi todas resultan ser entretenidas, bien narradas e, incluso, de algún modo, necesarias. No siempre se consigue y ya he dicho muchas veces que, si bien me gustan las escenas de sexo como a la que más, muchas me cansan. En este caso no me cansé, lo que, sin duda, es un punto mas a favor.