Enamorada de un rufián.
Louise Allen.
Sinopsis: Tras el naufragio llegaría el escándalo. El barco que la conducía a Inglaterra había naufragado y Averil Heydon estaba aterrada. El mar la había arrojado a una isla y que fuera el misterioso Luc d’Aunay quien la rescatara no calmó precisamente sus temores. La virginal Averil sabía que enamorarse de Lu cera peligroso, pero la intensidad de su atracción sexual resultaba deliciosamente irresistible…
Tras probar por primera vez el deseo en brazos de aquel aparente rufián, Averil debería volver a la sociedad y sus convenciones. Pero Luc había decidido hacerle una proposición desconcertante y tentadora…
Bueno, vamos a ver: creo que esta novela me habría gustado muchísimo más si no hubiera leído la primera, la historia de Dita. Pero con muchísima diferencia, además.
¿Por qué? Pues por algo que me revienta cuando leo una saga: que un personaje cambie de personalidad para adaptase a la historia. A ver, no. Eso no es así. Son las historias las que se adaptan a los personajes, y no al contrario. Si tu protagonista es una mujer dulce, tímida, obediente y marcada por los convencionalismos, pues te fastidias y escribes una novela a su medida. Sino, haberlo pensado y haberle dado un carácter diferente. No vale decir: «Bueno, es que son las circunstancias y punto. Y aunque parecía así, pues no lo era». No, mal. Trampa. Y, ya lo he dicho mil veces, odio que me hagan trampa.
Sí, claro, la gente cambia. Bueno, yo no estoy muy de acuerdo con eso —creo que la gente ni cambia, ni maldita la falta que le hace—, pero lo aceptaré porque parece ser una de esas teorías comúnmente aceptadas. Pero, sea como sea, la gente no cambia de la noche a la mañana. No eres una dulce damita sometida a los deseos de tus padres, obediente, tímida, que se escandaliza por lo mínimo y, tras un naufragio, te vuelves una mujer dura, fuerte, que puede tomar las riendas de su propio destino y puede enfrentarse a una banda de criminales sin pestañear. Y, desde luego, no dejas de un día para otro los abanicos para sustituirlos por una pistola. Vamos, anda, ¿y qué más? Si ya una mujer «normal» en la época actual se vería un poco superada al encontrarse en una isla a punto de ser violada por lo que parece una panda de piratas, y es rescatada por un capitán que semeja ser peor que todo ellos, imaginad cómo puede reaccionar una monísima damita victoriana educada para ser poco más que un florero. Desde luego, no se pone a mangonear a todo el mundo a los dos días, ¿verdad?
Pero creo que lo más chocante es que una mujer con su sentido del deber hacia su familia, con su «tengo que casarme con ese hombre porque es lo que mis padres esperan de mí», y con una familia forrada hasta las cejas, de pronto acepte ser la mantenida de Luc —que al final resultaba no ser tan canalla ni tan pirata, sino un oficial de la marina en misión secreta— porque… Bueno, porque sí. Porque el hombre con el que sus padres habían decidido casarla era un auténtico desgraciado. De hecho, tan desgraciado que creo que a la autora se le fue un poquito la mano describiendo su falta de moral, porque probablemente era muy consciente de que, de no ser por algo muy exagerado, ella jamás aceptaría ser la amante de Luc.
Y, a partir de aquí, todo es un tejemaneje intentando justificar por qué Averyl se ve abocada a convertirse en la mantenida de Luc, por qué no tiene más salida, por qué piensa, con una frialdad muy poco propia de una mujer como la que se nos había presentado en la primera novela e incluso en la primera parte de esta, le propone una «relación de negocios» que básicamente consiste en que ella se acuesta con él y él la saca del país. Porque, claro, él tampoco quiere casarse con ella, que es la hija de un comerciante, nada menos. No, para nada. Él es mucho para ella y quiere casarse con una noble francesa. Si yo soy Averyl, le doy una patada en sus nobles posaderas la primera vez que me despreciara de ese modo, pero supongo que no le llegó la valentía a tanto al personaje.
Y, de verdad, la novela no es mala. Eché a faltar el sentido del humor que había en muchas escenas de la primera, pero no es mala. Sin embargo, no pude soportar al protagonista masculino y ella me pareció tan irreconocible que si le hubiera cambiado el nombre la habría leído mucho más a gusto. Si a vosotras no os molestan los aristócratas arrogantes y, o bien no habéis leído la primera o no os importa que los personajes cambien de carácter, podéis pasar una tarde muy entretenida con la historia. Se lee del tirón y no aburre.