En casa de los Templeton.
Monica McInerney.
Sinopsis: Cuando la familia Templeton, oriunda de Inglaterra, se muda a una mansión colonial en la Australia rural, despierta la curiosidad y las habladurías de los lugareños…, y con razón.
A simple vista, los siete Templeton parecen atípicos, incluso excéntricos.
Y nadie siente más curiosidad por esa familia que su vecina, Nina Donovan, una madre soltera, y su hijo, Tom. En poco tiempo, las vidas de ambas familias se entrecruzan de forma inesperada, para deleite de Gracie, la menor de las niñas Templeton.
A lo largo de los siguientes años, la relación entre los Templeton y los Donovan tomará rumbos imprevisibles, hasta que un hecho trágico hará que sus caminos se separen, quizá para siempre.
De la mano de una de las novelistas australianas de mayor éxito, nos llega su mejor novela hasta el momento, una historia maravillosa y emotiva sobre los peligros y los placeres del amor, de la amistad y de la familia.
Creo que si digo que esta novela tiene unas seiscientas páginas y que me la leí en una noche de sábado y un domingo, ya digo bastante. Es cierto que yo leo rápido, pero no es menos cierto que no levanté los ojos del libro salvo para lo imprescindible.
Como casi cualquier novela tiene cosas buenas y cosas menos buenas, está claro, pero para mí las primeras superan con creces a las segundas, así que empezaré con ellas.
Lo primero que me gustaría destacar es que el estilo narrativo es impecable. Simplemente impecable. Descriptivo sin resultar agobiante, ágil sin dejar cabos sueltos… Lo dicho, impecable. Se ve la mano de una escritora que lleva mucho tiempo puliendo su estilo y ya poco o nada le queda por mejorar.
Más cosas buenas: los personajes. Son magníficos. Todos y cada uno de ellos, de primero al último. Con un uso muy inteligente de la tercera persona subjetiva, la autora nos mete en la cabeza de cada uno de los miembros de la familia, nos hace conocerlos, empatizar con ellos, comprender cada paso de su camino y hacer que los sintamos como vivos, como reales, como si nos estuvieran hablando al oído.
La historia recuerda las grandes sagas de antaño y nos guía por el universo de una familia atípica que se muda a Australia tras, supuestamente, haber recibido en herencia la mansión familiar. Allí la familia entera participa a la hora de recrear para los turistas la vida en las colonias, vestidos de época y guiándolos por la mansión.
La novela tiene dos partes claramente diferenciadas y es en la segunda donde, para mi gusto, las cosas patinan un poco. Pero vayamos por orden…
La primera parte se desarrolla en Australia y los críos de la familia Templeton son todavía pequeños. Con un ritmo lento, preciso, la autora nos describe el día a día de los excéntricos Templeton: desde el padre, soñador y manipulador, pasando por su mujer, tan práctica, tan estable, y por cada uno de los cuatro hijos. La niña pequeña, Gracie, es un personaje fabuloso, que supongo que muchos encontrarán repelente por su extraña «madurez». La hija mayor es un personaje que me encanta: independiente, testaruda, una mujer que sabe lo que quiere y no le importa ir por ello sin detenerse a pensar en nada más. La mediana es soñadora y dulce y su gran obsesión es convertirse en actriz, un sueño que se ve truncado cuando en su primera aparición en público se queda muda y no puede decir ni una línea del texto. Desde entonces, se encierra en sí misma y no vuelve a hablar. Y el hijo es un auténtico trasto que siembra el desastre por donde quiera que va, lo que les lleva a contactar con la familia vecina: los Dónovan, con la esperanza de que el pequeño Tom «serene» al menor de los Templeton.
Mención aparte merece la hermana de la madre de familia. Adoro ese personaje por cómo está dibujado. Es una mujer alcohólica, dada al dramatismo, un auténtico vampiro emocional a la medida de las heroínas de las obras de Tenesse Williams. Es tan increíblemente odiosa, que me resulta irresistible.
Y luego está Nina Donovan… Odio a Nina. Y una vez más, la odio porque la autora ha tenido una mano excelente definiendo su personalidad. Nina es todo lo que aborrezco: la clase de persona que te miente y te destroza la vida por lo que, aparentemente, es tu propio bien —aunque para mí no es más que para satisfacer su asqueroso egoísmo— y encima se las arregla para quedar como una mártir.
En la primera parte de esa novela nadie destaca, salvo quizá Gracie. Todos los personajes ejecutan una danza estupenda en una novela coral, en que cada uno tiene su importancia, cada uno aporta su granito de arena al resultado, en una narración en la que no te aburres jamás pese a que no pasa casi nada.
Y luego llega la segunda parte…
A ver, no es mala. En serio, no lo es. Pero, en comparación, desluce. La narración pierde ritmo desde el mismo instante en que la historia se centra en Gracie y Tom y hay páginas y más páginas de la historia de Gracie, destrozada por la tragedia que no aportan casi nada y la resolución de su historia de amor peca de surrealista y de apresurada, al menos para mi gusto.
Además los «años perdidos» se narran con un intercambio de cartas que, si bien parece lógico porque de lo contrario el libro se alargaría hasta el infinito, hace perder frescura a la novela. Quizá habría sido más inteligente narrarlos y estructurar la historia en dos libros distintos, que hacerlo de ese modo, y más teniendo en cuenta que la segunda parte, como ya he repetido, poco o nada se parece a la primera.
Sin embargo, y a pesar de eso, la valoración general de la novela es muy alta. He disfrutado, me he emocionado y me ha dejado un muy buen sabor de boca. No conocía a esta autora, pero me la apunto para futuras referencias, porque me ha encantado su forma de contar historias.