Laura Robles tiene un secreto. Ferviente admiradora de Jane Austen, siempre ha soñado con ser escritora. Ahora, tras dos años de trabajo, por fin ha terminado una novela cuya existencia no pretende revelar a nadie pero que le inunda el corazón de alegría.

Julián Cavallaro es un escritor y editor que ha perdido el rumbo tras una ruptura amorosa. Ha dejado de escribir y vive desencantado de todo, aburrido y triste.
 
Laura y Julián se conocerán y la atracción irá creciendo con cada encuentro. Hablarán de Jane Austen y de libros, de amor y de deseo. Pero los dos tienen el corazón cicatrices que no cierran, y deberán elegir entre el miedo y la confianza...
 
Una deliciosa historia de amor que discurre entre las calles arboladas y las románticas casas de té de los barrios y los suburbios de Buenos Aires, y que ha encantado a miles de lectoras.
 

 
Opinión personal:
 
Admito que el motivo por el cual me aventuré a leer esta novela fue la aparición en el título de Jane Austen, autora que, pese a que no la considero una autora de novela romántica, sí que me parece fiel precursora del género y creadora, en mi humilde opinión, de algunos de los mejores protagonistas masculinos.

Tuve la equivocada idea −mea culpa− de que su presencia o su análisis iba a tener más peso en la trama, así que espero que ése no sea el motivo de que os atraiga la novela. Si bien es un tema recurrente, su importancia no se basa en la realización de un análisis más profundo de su obra o sus consecuencias, es una mera excusa para relacionar a dos personajes con una vida muy poco común, de diferente clase social y diferentes inquietudes culturales. El tema de la cultura y de los intereses personales de cada uno de los personajes sí que es importante y en la historia será, como he dicho, la excusa perfecta.
 
Lo mejor para definir a la protagonista, Laura Robles, es decir que es una joven corriente. Quizás, el hecho de ser huérfana y haberse criado con sus tíos la dota de cierto entorno familiar inusual, pero todo lo demás me ha parecido de lo más cotidiano. Y ahí radica su mayor encanto, es una joven con un secreto, que no es otro que haber estado gastando el dinero de su beca para investigar un tema, para conseguir su sueño y escribir una novela. Es un tema que la influye negativamente, ya que la culpa no deja de presionarla frente a sus mejores amigos, que no son otros que sus compañeros de cátedra.

Una mujer con algunos fracasos amorosos a cuestas que ahora centra su vida en su novela y su trabajo, cobijada en un ambiente familiar cariñoso y, sobre todo, con sus inseparables amigos, con los que comparte casi todo su tiempo.

Es un personaje que me ha gustado, como bien he dicho, es muy posible que porque lo haya visto muy cercano. Sus problemas hubieran podido ser los míos, ese amor por la literatura de Jane Austen que yo comparto y sus viajes en autobús, una vida con la que cualquier lectora se puede identificar. Una mujer valiente y decidida, insegura en ciertos momentos, pero que no está dispuesta a dejarse manipular.
 
Julián Cavallaro es un galán, en ciertos aspectos me ha recordado a lo que antiguamente se entendía como un perfecto caballero −desde luego muy alejado de algunos de los protagonistas tan conflictivos que abundan en otras publicaciones contemporáneas−, y es posible que algo chapado a la antigua. Un lobo solitario, quien podría ser un libertino gracias a su físico y su estatus social, pero a quien el amor tampoco lo ha tratado bien y quien comparte su dedicación y amor por el trabajo con Laura, dejando poco tiempo para su relación con las mujeres. Sus malas experiencias le han modificado el comportamiento con ellas y, en algunos momentos, sorprende su lento andar.
 
Es algo que a mí me ha hecho disfrutar de su historia. Muy acostumbrada a historias donde el amor florece de un día para otro, aquí asistimos a uno de esos romances que se fraguan poco a poco, en el que el hombre quiere conquistar y la mujer deja que piense que es el conquistador. Es algo a lo que estoy tan poco acostumbrada que admito que por momentos me desesperaba, sobre todo al principio. Y he de decir, con la boca pequeña, que la historia tardaba mucho en arrancar: el galán no aparecía y la historia se centraba en Laura y los personajes secundarios de la novela, que tienen tanto peso o más que el propio protagonista. Y a mí me daba la sensación de que las páginas no avanzaban. No sé bien en qué momento la historia ha hecho ese click que a veces hace falta, y su relación y todo lo que les rodea me ha engullido en su sencillez y me ha atrapado en la lectura. Y a partir de ahí no la he soltado hasta terminarla.
 
Es una novela romántica muy convencional que sigue un guion que no resulta nada nuevo, pero lo mejor y más recomendable es la relación de los protagonistas entre sí, con esas conversaciones telefónicas, ese mal hacer de Julián −que lo convierte más en un niño patoso que en un hombre de su edad− que te saca más de una sonrisa, y la evolución de los sentimientos de Laura. Pero también la relación de Laura con su amiga Ana, con Alejandro y el compañerismo entre ellos, el problema de Elsa y la relación de Ana con su madre. La sencillez con la que la autora nos retrata la pequeña vida día a día, con sus problemas y sus placeres de estos cuatro o cinco personajes.

Una lectura que he disfrutado, entretenida, sencilla y bonita; con momentos divertidos, tiernos y algunos también tristes. Creo que el secreto es el estilo de la autora, natural y cotidiano, que hace tan fácil la lectura, muchas veces no son necesarias historias muy complejas para que puedas disfrutar de una novela. Personajes bien construidos, cercanos, con los que te puedas sentir identificado, que protagonicen una historia sin mayor complejidad también resulta una buena fórmula para hacer que pases unas horas de agradable lectura.