A veces el amor verdadero aparece a segunda vista

La música es lo más importante en la vida de Jimena: su trabajo, su manera de expresarse, su pasión... De hecho, su chelo es el mejor amante que ha tenido: fiel, comprensivo y siempre dispuesto a satisfacerla.

Así que, ¿para qué necesita un hombre por muy atractivo que sea? Jimena no está dispuesta a soportar que nadie le diga qué debe hacer, ni cómo vestirse, que piense que su lengua es un arma de destrucción masiva o que se queje de lo horrorosas que son sus pecas... Y eso es justo lo que pasa cada vez que tiene la mala suerte de coincidir con Lucas.

Pero cuando se ven forzados a compartir una casa antigua en un pueblo en medio de ninguna parte, las chispas empiezan a saltar... sin que ninguno de los dos pueda evitarlo.

Ésta es una novela que me ha llamado la atención antes que nada por su portada, y es que transmite el color y la música que se respira en la historia. Y, como el argumento también me parecía interesante, era una lectura que prometía ser atractiva. Y así ha sido.

Es un libro entretenido que se lee del tirón, exactamente el tipo de novela que esperaba. No es una historia larga, lo que favorece al estilo de la narración, porque creo que si hubiera tenido muchos más capítulos se habría hecho un poco larga y repetitiva, y no habría sido fácil mantener la atención del lector. Así resulta una novela ágil y amena, divertida y apasionada.

En cuanto a los puntos negativos, tengo que decir que a veces hay expresiones o palabras que me resultan demasiado coloquiales, del tipo «wow» —ésta repetida varias veces— u «ok». Y estos pequeños detalles narrativos siempre tienden a sacarme un poco de la historia.

Si hablamos de los dos protagonistas, su presentación me ha gustado porque se palpa la enemistad que surge entre ellos desde el primer momento. La novela empieza con el primer desencuentro de  varios y desde ese momento saltan chispas, y no de pasión precisamente. Me gusta la descripción que se hace de ambos y su forma de ser, son dos personajes atractivos y con fuerza.

Jimena es una protagonista impulsiva en actos y palabras, con una lengua mordaz hasta el límite. Tiene un carácter que hace que la adores o la odies, pero a mí me ha resultado entrañable, no llega a cruzar ese límite que la hubiera convertido en una chica grosera y se queda sólo en borde. Es una anti-romántica convencida a causa de las decepciones afectivas que ha tenido siempre, pero sabe reconocer sus errores, aunque le cueste. Y, como anécdota, decir que por fin encuentro a una protagonista a la que le gusta el deporte, y no los deportistas, ya pensaba que era algo imposible. Un punto más a su favor.

En Lucas ha encontrado a un digno contrincante, pues no pueden dejar de discutir y provocarse desde el primer momento, y ni siquiera saben la razón. Lucas me ha gustado porque tiene un punto canalla que atrae, pero su evolución es evidente y paulatina, no resulta forzada. Sabe lo que quiere hasta que conoce a Jimena, pero ella hace que se comporte de un modo distinto, le hace sacar el sarcasmo y altera su tranquilidad. Su carácter calmado choca con el de Jimena y le molesta no poder dejar de pensar en ella a medida que la conoce, después de todo, ella no es su tipo. Lucas me ha ido gustando más a cada capítulo.

La historia de amor de Jimena y Lucas está marcada por los malentendidos, las ideas equivocadas y la pasión. Los dos cometen errores desde el mismo momento en que se dejan llevar por los prejuicios en su primer encuentro, pero la pasión les une, aunque cada uno entiende el amor y las relaciones de una forma distinta. Pero la evolución de sus sentimientos les hace acercarse cada vez más, su historia es como una montaña rusa y cada error les hace madurar un poco más hasta mostrarles lo que quieren de verdad. Eso es una de las cosas que más me ha gustado de la novela: la evolución de la historia desde el odio hasta el amor.

Es una pareja con química y, por eso, tanto las escenas de discusiones como las de amor están llenas de pasión. Y son escenas bien llevadas, porque pasar de un extremo al otro podía convertirla en una relación inverosímil, pero no ha sido así.

Aparte de los protagonistas tenemos dos parejas secundarias, y una es la que ejerce de celestina. Ah, los amigos bienintencionados, qué entrometidos pueden llegar a ser. La línea que separa un amigo bienintencionado de un auténtico grano en el trasero es muy fina, y en esta ocasión no se ha cruzado. Es una pareja tierna y consolidada que en las pocas escenas en las que aparece, me ha gustado.

La otra es más previsible, rozando el cliché, la amiga semininfómana que suple la falta de cariño con el sexo y el hombre tierno, joven y enamoradizo que acaba siendo el más maduro de la historia. Éste último personaje se acerca demasiado al cliché de amigo gay, aunque sin ser gay, pero su función en la vida de la protagonista es la misma. Es un cliché que nunca me ha gustado por manido y exagerado, pero como sólo se acerca sin llegar a serlo y el personaje es carismático, me ha caído bien. Sin embargo, esta historia de amor secundaria me ha resultado algo indiferente, ha sido bastante predecible.

La novela está bien cerrada, con romanticismo, amor y compromiso. No obstante, el epílogo me ha parecido un poco empalagoso para una historia como la de Jimena y Lucas. La novela acaba lo bastante bien como para no necesitarlo, pero, aun así, no me ha importado ese pequeño detalle para así saber más sobre los personajes.

A mí los malentendidos entre los protagonistas y las escenas de celos no me suelen gustar si se alargan demasiado, pero aquí los tenemos en su justa medida como para que no resulten excesivos. Es una novela bastante entretenida; como he dicho antes, se lee del tirón. Y a mí me ha enganchado desde el principio por ser dulce, apasionada y divertida, con una pareja protagonista atractiva y una trama amena.