La señorita Jane Fairfield no podía hacer nada bien. Cuando estaba en compañía, siempre decía lo que no debía… y lo decía mucho. Por muy caros que fueran sus vestidos, siempre estaban en el lado contrario del buen gusto. Ni siquiera su inmensa dote podía salvarla de ser objeto de mofa.
Y eso era precisamente lo que ella quería. Estaba dispuesta a todo, hasta a ser humillada, con tal de seguir soltera y proteger a su hermana.
El señor Oliver Marshall tenía que hacerlo todo bien. Era hijo bastardo de un duque, criado en circunstancias humildes, y pretendía dar voz y poder a la gente humilde. Si daba un paso en falso, nunca tendría la oportunidad de hacer nada. No le ayudaría acudir al rescate de la mujer equivocada. Y mucho menos le ayudaría enamorarse de ella. Pero la valiente y encantadora Jane tenía algo a lo que él no se podía resistir… aunque eso pudiera implicar el desastre para los dos.