Tras perder a sus padres trágicamente, Kate Donnelly había decidido abandonar el Caribe para siempre. Pero una desastrosa gestión había dejado la empresa familiar de buceo y rescate de tesoros al borde de la bancarrota. Y entonces su hermano le suplicó que regresara a la isla de St. Vincent para ofrecerles su experta gestión financiera.

El antiguo buceador militar británico Holden Cameron era un adicto a la descarga de adrenalina que proporcionaba el servicio activo; incluso pasó por una experiencia cercana a la muerte en un accidente submarino con explosivos. Y lo último que deseaba era ejercer de niñera para una familia de ladrones en una isla tropical, aunque fueran los mundialmente famosos buceadores Donnelly.

Cuando el equipo, el tesoro, incluso los buceadores, empezaron a desaparecer, Kate y Holden tuvieron que formar una inquietante alianza para descubrir la verdad. Pero, cuanto más profundamente se hundían en el misterio, más se acercaban el uno al otro. Pronto se encontrarían compartiendo sus más inquietantes temores y oscuros secretos... y una ardiente química. Demasiado ardiente para ser ignorada.

El primer libro que leí de Elizabeth Lowell me enamoró completamente, una preciosa novela ambientada en el oeste, pero nunca había leído una historia suya ambientada en época contemporánea y me apetecía probar.

El argumento me llamó la atención por la combinación de suspense y romance. La historia está ambientada en el mundo del buceo, los barcos hundidos y sus tesoros en la isla de St. Vincent. Presta mucha atención a los detalles de esa actividad, quizás demasiada, porque a veces tantos detalles y terminología cansaban un poco.

Kate está distanciada de sus raíces, tanto de su familia como del hogar en el que creció, pero también del mar. Ella, que prácticamente creció en un barco, es incapaz de volver a pisar uno sin sentir ansiedad. Sin embargo, se ve obligada a ello para ayudar a su hermano. Kate es una pelirroja inteligente y valiente que no puede dejar a su familia en la estacada, y con ello deberá enfrentarse al pasado.

Holden es una especie de asesor, un contable al que envían desde Inglaterra para supervisar los hallazgos de los Donnelly. Pues tras el acuerdo que firmaron hay sospechas de que ocultan tesoros que encuentran en el mar. Holden no se fía de nadie y siempre está ojo avizor. Si Kate confia firmemente en su familia, él no descarta que sean ladrones, pero tampoco es el perrito faldero de los inversores. Y, aunque es un conflicto de intereses, no puede negar que se siente atraído por Kate.

Kate y Holden se conocen de una forma graciosa por una confusión, porque cuando Kate busca a un contable en el aeropuerto descarta a ese hombre con aire peligroso a la primera. Entre ellos hay química y me ha gustado la pareja que forman cuando se ven obligados a colaborar para descubrir los secretos que planean sobre el barco. Me hubiera gustado que se centrara un poco más en ellos, no porque se centre demasiado en la investigación que llevan a cabo, que también hubiera agradecido, sino por la cantidad de escenas y detalles sobre el buceo.

La historia se desarrolla en su totalidad en la isla de St. Vincent, y se reparte entre tierra firme y el barco, así que la mayoría de secundarios son miembros de la tripulación. Los más importantes son el hermano y el abuelo de Kate, que gobiernan el barco, y siembran la duda de su culpabilidad o su inocencia.

Me hubiera gustado que apareciera la familia de Holden porque parecen unas personas muy interesantes.

Es un libro entretenido, diferente a lo que esperaba porque me imaginaba que habría más misterio, pero la pareja formada por Kate y Holden me ha gustado.