El argumento de esta novela no es algo novedoso. De hecho, lo que más me ha atraído es la portada, pero ha sido una sorpresa inesperada y grata. Y he quedado encantada. En realidad, la historia es bastante sencilla, pero no es la típica historia sobre la dama y el libertino, hay un punto de vista distinto.

Tiene una interesante nota inicial de la autora sobre las adicciones y cómo se trataban en siglos pasados, su consideración social y su curación. He leído pocas novelas de romance histórico en las que se tratara este tema tan abiertamente, pero ninguna sobre la adicción al sexo. Esta visión me ha parecido original; pero también me ha gustado el sentido del humor, presente en las dos conversaciones de Justine sobre su noche de bodas, tan diferentes, una con su madre y la otra con su padre. Aparte de esto puede parecer una historia normal y previsible, pero no es así del todo, pues la trama tiene un par de giros que me han sorprendido.

El estilo de la autora es refrescante, con un ritmo narrativo directo y expresivo, marcado por el sentido del humor, pero la historia no carece de su pequeña dosis de intriga. Y lo que más me han gustado son los protagonistas.

Justine me ha gustado desde el primer momento. Con su educación científica, recibida en gran parte gracias a su estancia en Ciudad del Cabo, tiene una visión de la sociedad totalmente distinta a la de cualquier joven debutante. Pero es atrevida, impulsiva y con las ideas muy claras; su presencia supone un soplo de aire fresco. También lleva mucho tiempo encaprichada con el duque de Bradford, pero sin que eso le ha haya hecho perder el sentido común. Me gusta su carácter y su forma de ser, tiene buen corazón pero no es estúpida y, ayudando a su marido a superar su obsesión, también crece como persona. A lo largo del libro ha despertado mi admiración.

Bradford se considera un hombre indigno cuando, en realidad, es un hombre magnífico, con más principios y bondad de los que él mismo imagina. Es un libertino reformado a base de esfuerzo por voluntad propia, un hombre que siempre ha estado dominado por su obsesión por el sexo pero que ha decidido cambiar. Primero lo hace porque cree que ha tocado fondo, pero después todo se reduce a que quiere respetarse a sí mismo porque quiere ser el mejor hombre para Justine, el hombre que ella se merece. Bradford dice que las palabras de amor vacías no tienen sentido, que el amor se demuestra con acciones y, desde luego, eso es lo que hace por Justine. Bradford me ha sorprendido, no sabía qué esperar de él y ha sido mucho más de lo que me imaginaba.

La historia de amor es sencilla pero preciosa, me ha encantado. Ella cree que el amor se demuestra con palabras; y él, con acciones. Su matrimonio empieza siendo una unión entre casi desconocidos pero entre discusiones y comprensión nace un amor tierno, sincero, lleno de cariño. Juntos aprenden lo que es el amor, la pasión dentro y fuera del dormitorio, y aquello que Justine siempre ha deseado: el respeto. Para completar la historia, entre ellos hay una química magnífica y forman una gran pareja, con algunas escenas preciosas. Son una pareja que me ha enamorado.

Aunque la historia se centra en la pareja protagonista, hay personajes bastante curiosos. Mathilda y Carlton son esenciales para el desarrollo de la trama, aunque no hacen mucho por ser apreciados; pero yo tengo debilidad por la «doncella» de Justine, Henri. Los personajes secundarios contribuyen a definir la historia, pero siempre permaneciendo en segundo plano, siendo parte del paisaje.

El final es una de las cosas que más me ha gustado, porque es emotivo y me ha conmovido, mentiría si dijera que no he soltado alguna lagrimita ante los sentimientos de Justine y Bradford. Es un final en el que se consolidan como pareja y como matrimonio enamorado, pues dicen que si deseas algo de verdad hay que dejarlo en libertad: si vuelve a ti será tuyo para siempre, si no regresa es que no te pertenecía desde el principio. Y está claro que ellos siempre se han pertenecido el uno al otro.

Es una historia preciosa de principio a fin, un poco distinta a la típica historia de Regencia, y con unos momentos cómicos divertidos. La historia de amor siempre está en primer plano, pero con unos toques de sentido del humor y algo de misterio. La trama me ha gustado pero, sobre todo, he adorado a los protagonistas, me han gustado mucho como personajes y como pareja, crecen individualmente y como un todo unido. Es una historia sencilla y corta, pero muy agradecida y tierna, y más profunda de lo que pueda parecer a simple vista.