—Escúchame,LUNA. No vas a cortar esos rosales. No vas ni a moverlos ni a tocarlos.
Sus palabras avivaron aún más su enfado, era como si fuera a salir ardiendo.
—¿Y por qué no? —gritó—. ¿Por qué no puedo moverlo? ¿Por qué no puedo tocarlo o cualquier otra cosa que vaya a ocurrírsete ahora?
Él la miró con una expresión de profunda intensidad.
—Porque mi mujer está enterrada ahí. Mi mujer... y mis hijos.
Fue como si le clavaran una astilla en el pecho. Afligida, rota por dentro, LUNA estuvo a punto de caerse bajo el ataque violento de su mirada.
Sus palabras la habían dejado fría. El suelo parecía hundirse bajo sus pies. No podía pensar con claridad, las dudas subían y después bajaban como las corrientes marinas. No, pensó. No era cierto. No podía haber oído lo que creía que había oído.
El momento de debilidad pasó. Levantó la barbilla y le clavó una de sus miradas más devastadoras.
—Creo que has perdido el juicio. Yo soy tu mujer, SEÑOR ATORMENTADO yo soy tu esposa. Por mucho que te disguste. Por mucho que no lo desees...
Su voz se quebró, porque vio que él no decía nada. Se limitó a quedarse allí de pie, con una expresión contraída en el rostro. Hasta el aire que había entre ellos parecía zumbar.
Entonces él movió los ojos. Algo corrió por su cara. Algo que hizo que la de ella se quedara blanca. LUNA buscó en su cerebro, como si pudiera rescatar lo que acababa de oír. Su mente aún se rebelaba, pero su corazón...
Levantó los ojos y se enfrentó a los de él. Le miró fijamente, hasta que su vista se hizo borrosa y las lágrimas humedecieron sus ojos. En las entrañas sólo sentía un fuerte nudo de dolor.
—Dios mío —dijo, con una voz medio ahogada. Se puso los dedos temblorosos sobre la boca—. ¡Dios mío! ¿Quieres decir que...?
—Sí. ¡Sí!
Se le quedó la mente en blanco. Era más de lo que podía comprender. No podía moverse, ni siquiera podía respirar. Dolida por su aspereza, trató de reaccionar.
—Maldito seas —dijo en voz baja—. ¡Maldito seas!
Una vergüenza ardiente la inundó; en lo más profundo de su ser la rabia le quemaba. Reaccionó sin pensar, ya nada le importaba. Levantó la mano y le dio una bofetada. Le abofeteó tan fuerte como pudo, deleitándose con el dolor que sintió en la mano al tocarle la mejilla, deleitándose al ver la huella blanca que dejaba en su piel.
Él apretó los labios, pero no dijo nada.
—¿Lo sabe Alec?
—Sí. —Su tono era cortante.
—¿Se lo dijiste a mi hermano y a mí no? —le parecía increíble, ¡quería pegarle otra vez!
Era como si le hubiesen cubierto los ojos con una tela negra. No revelaban nada de lo que contenían sus pensamientos.
—Le dije que yo me ocuparía. Sentía que era algo que debías saber por mí.
—¡Dime! ¿Y cuándo exactamente planeabas decírmelo?
La vergüenza le subía a oleadas rojas por el cuello.
LUNA quería morirse, era como si todo su cuerpo fuera a colapsarse de repente.
—¿Por eso me aíslas ? ¿Por eso me odias?
—No seas absurda.
Una risa casi histérica brotó de su garganta.
—¡Bastardo! —gritó—. ¿Cuándo murieron?
Hubo un silencio, un silencio que parecía no iba a terminar nunca.
—Hace cinco años —dijo por fin.
—¿Cómo? —Sacudió la cabeza—. ¿Estaban enfermos?
Se le había tensado el músculo de la mejilla.
—No.
—Entonces, ¿cómo?
—Responderé a todas tus preguntas,LUNA . Pero no aquí. No ahora.
Ella podía sentir la negrura de su ánimo, la negrura de su corazón. No le importaba. La ira cegaba cualquier otra consideración.
—¡No! —dijo ella fuera de sí—. Merezco saberlo. Tengo el derecho de saber...
—¿Qué tengo que hacer, LUNA ? ¿Pedírtelo? ¿Suplicártelo? —Extendió las manos ante ella—. Lo haré. En realidad, creo que debo hacerlo. ¡Te lo suplico, ahora no! —No esperó a que le respondiera y se fue....
Creo que si lo has leido.. esta pista es clave!!.