El tipo frunció el ceño y levantó la vista.
—¿Quién está ahí?
No lo mates. Esa mierda probablemente deprimiría totalmente a Jane.
Oh, pero V quería hacerlo. Todo lo que podía ver era al tipo de rodillas, extendiendo una mano hacia el rostro de Jane, y la imagen no mejoraba su humor en lo absoluto. Cuando se trataba de alguien que intentaba seducir a sus hembras, a los machos vinculados les gustaban las conclusiones definitivas. De la variedad con tapa de ataúd incluida.
Vishous abrió la puerta, se extendió hacia la mente del doctor, y lo congeló como si fuera un trozo de res.
—Obtuviste fotos de mi corazón, Doc, y necesito que me las devuelvas. ¿Dónde están? —lanzó una sugerencia a la mente del hombre.
El tipo parpadeó.
—Aquí… en mi escritorio. ¿Quién… eres?
La pregunta fue una sorpresa. La mayor parte de las veces los humanos no tenían independencia de pensamiento cuando eran aturdidos de esta forma.
V se acercó y miró el mar de papeles.
—¿Dónde en el escritorio?
Los ojos del hombre se dirigieron al rincón de la izquierda.
—Carpeta. Allí. ¿Quién… eres?
El puto compañero de Jane, colega, quiso decir V.
Demonios, quería tatuar esa mierda en la frente del tipo para que Manello nunca se olvidara de que estaba totalmente tomada.
V encontró la carpeta y la abrió.
—Archivos electrónicos. ¿Dónde están?
—Borrados. ¿Quién… eres…?
—No importa quién soy. —Maldición, el hijoputa era tenaz. Por otra parte, no había conseguido ser el jefe de cirugía por ser del tipo chico tranquilo y florero—. ¿Quién más sabe algo de ésta foto?
—Jane.
El sonido del nombre dejando la boca del bastardo no puso a V en su momento más feliz, pero lo dejó pasar.
—¿Quién más?
—Nadie más que yo sepa. Intenté… enviarlas a Columbia. No… llegaron. ¿Quién eres tú…?
—El coco. —V examinó la mente del cirujano, por si acaso. Realmente no había nada allí. Hora de irse.
Excepto porque necesitaba saber una cosa más.
—Dime algo, Doc. Si una mujer está casada, ¿tratarías de seducirla?
El jefe de Jane frunció el ceño, entonces sacudió la cabeza lentamente.
—No.
—Bueno, quién lo hubiera imaginado. Ésa era la respuesta correcta.
Mientras V se dirigía a la puerta, deseó imponer un campo de minas detonantes en el cerebro del tipo, forjar todo tipo de conexiones neuronales para que si el bastardo pensaba en Jane sexualmente sintiera terror o náuseas o quizá se echara a llorar como un completo afeminado. A fin de cuentas, la instrucción adversa del impulso era una bendición cuando se trataba de desprogramar. Pero V no era symphath, así que sería difícil hacerlo sin una pérdida grave de tiempo, y además, esa clase de mierda podía probablemente llevar a alguien a la locura. Especialmente a alguien con una voluntad tan fuerte como la de Manello.
Le lanzó una última mirada a su rival. El cirujano lo estaba mirando confundido, pero sin miedo, sus oscuros ojos castaños eran agresivos e inteligentes. Era duro de admitir, pero en ausencia de V probablemente el hombre hubiera sido un buen compañero para Jane.
El bastardo.
Vishous estaba a punto de darse la vuelta cuando tuvo una visión tan gráfica y tan clara como las que tenía antes de que sus premoniciones se agotaran.
De hecho, no fue una visión. Fue una palabra. Y que por lo que sabía no tenía ningún sentido.
Hermano.
Extraño.
V anuló al doctor para dejarlo bien y limpio, y se desmaterializó.