Éste es un epílogo del libro "Codicia" que finalmente, J. R. Ward no añadió en el libro.
Os dejo aquí la traducción que realizó Fénix para LibrosLibrosLibros. Espero que os guste
A Vin le costó casi una semana antes de que pudiera volver a St. Francis para firmar los formularios oficiales para recoger el cuerpo de Jim. Las secuelas del tiroteo habían tardado en desaparecer, el dolor paralizante persistió durante días, pero había también un extraño letargo ya que tenía una sensación que estaba ligada a sacar a Devina de él. Sin embargo regresó al apartamento el día anterior y durmió veinticuatro horas seguidas. Cuando se despertó, estaba listo para enfrentarse a la vida de nuevo.
Había pasado todo el tiempo en el sofá de Gretchen.
Había sido el sitio perfecto donde reponerse. Durante los dos primeros días, había consultado con ella constantemente sobre como estaba Robbie por tenerlo alrededor, y ella también había vigilado cuidadosamente al chico. Pero todo fue bien. A Robbie no parecía molestarle en lo más mínimo la presencia de Vin, y le había llevado sorprendentemente poco tiempo acostumbrarse a los ritmos de aquella casa… la forma en que Gretchen se levantaba a las siete y hacía café antes de despertar al hombrecito…a las tranquilas lecciones que se desarrollaban en la cocina… al viaje diario al YMCA para que Robbie hiciera deporte… al tiempo de la cena y la televisión, lo que ocurría justo cuando caía el sol.
Vin adoraba estar con ellos. Le gustaba sortear las preguntas del chico sobre coches, casas y béisbol. Le encantaba observar a Gretchen con el crío. Le cautivaba la estabilidad y el sólido conocimiento que implicaba ser una familia.
Y también con claridad amaba ver a Gretchen cada día. Cualquier cosa que hiciera, donde quiera que fuera, los ojos de él estaban sobre ella… especialmente si había algo sensual en lo que estuviera haciendo… lo que ocurría, oh, cada segundo y medio. Adoraba mirarla inclinarse para remeter la sabana bajo sus pies… le gustaba cuando doblaba la ropa lavada mientras se sentaba en la butaca al lado de la ventana… le encantaba cuando se inclinaba para darle su plato en la cena. Y no era todo visual. Intentaba siempre tomar una ducha justo después de que lo hiciera ella y usar la toalla que se había pasado por el cuerpo desnudo… Lo robaba besos siempre que podía… Acariciarle la palma y pasarle le mano por el brazo y…
No podía esperar para estar de nuevo con ella, pero iba a pasar un tiempo. Su casa alquilada era demasiado pequeña para algún juego-y-diversión, dado que ninguno de ellos estaba dispuesto a arriesgar siquiera una posibilidad de que el chico interrumpiera algo. Cuando se fueran a la granja, sin embargo, y Vin se levantara en las habitaciones privadas del ama de llaves, que tenían una puerta con cerrojo… como no iba a tener la oportunidad.
Y dada la forma en que las cosas estaban creciendo con cada mirada, cada toque “casual”, las cosas iban a ser explosivas.
Él …No….Podía… Esperar…
Dios. Gretchen había sido su salvadora de tantas formas. Durante su recuperación, le había cambiado las vendas, alimentado y comprado suéters en Target para que no tuviera que volver a su dúplex. Le había ahuecado las almohadas, friccionado el cuello cuando se le ponía rígido y lavado sus sabanas. Incluso había limitado sus llamadas de negocios, siendo un filtro para que nadie, ni siquiera Tom, el chico con cara de tiburón, pudiera abrirse paso.
El Grupo DiPietro estaba lo bastante asentado como para aguantar un tiempo sin él, y el tiempo que había pasado en aquel sofá había clarificado sus planes para los negocios. Estaba cerrándolos, saliéndose, sacando sus activos de todos los terrenos y los proyectos de urbanizaciones de los que formaba parte… incluyendo el lugar en el risco. Todavía no le había dicho a Tom que se salía del juego, pero también estaba en la lista de hoy.
De la forma en que Vin lo calculaba, iba a salir con cerca de cincuenta millones de dólares, efectivo más que suficiente para mantenerse él y sus descendientes durante generaciones, también para construir algunos edificios asequibles para gente que necesitaba alojamientos económicos.
Tiempo de hacer algo. Buenos tiempos.
Joder. Descendientes… No podía creer que estuviera pensando en aquello, pero sí, quería cuidar de Gretchen y el chico y… algún otro niño que pudiera presentarse.
Cuando el complejo St. Francis estuvo a la vista, levantó los ojos entrecerrándolos por el sol de mediodía. Sus gafas de sol estaban en el M6 y en el Land Rover, pero el primero, que no podría haber conducido porque tenía cambio de marchas, estaba todavía en la casa de sus padres y el otro estaba en el duplex.
Él no tenía prisa por volver a ninguno de los dos lugares
Lo que quería decir que estaba conduciendo tras el volante del Camry de Gretchen y completamente fuera de quicio. El trasto era una condenada trampa mortal, y cada vez que pensaba en Gretchen y Robbie dentro, el corazón le fallaba: los frenos estaban desgastados hasta el punto de funcionar mal, el motor nada fiable, y cada vez que lo ponía por encima de los sesenta kilómetros por hora y forzaba la ruidosa caja de cambios, traqueteaba como un mezclador de pintura
Ella necesitaba un coche nuevo. Desesperadamente.
Mientras Vin conducía bajo la entrada de coches del edificio de hospitalización para entrar en el aparcamiento, pasó por la apiñada multitud en la parte de delante del hospital y se dio cuenta de que ninguno de ellos lo estaban mirando. Ahora que no llevaba un coche caro y ostentoso, sólo era otro conductor anónimo ocupándose de sus cosas.
No le importó en lo más mínimo.
Y cuando aparcó cerca de un Mercedes que estaba a punto de salir de su plaza, el conductor le echó un mal de ojo… como si el tipo estuviera convencido de que Vin iba a abrir mucho la puerta a propósito y golpear la plateada pintura del AMG. Con el Land Rover o el M6 nunca hubiera ocurrido… normalmente los conductores de coches lujosos se tranquilizaban al verlo llegar porque él tenía tanto que perder como ellos.
Vin estaba sonriendo cuando salió del Camry. Las cosas habían cambiado, ¿verdad?, y no podía decir que fuera una mala cosa.
El edificio en el que entró era el mismo donde había visitado a Jim antes de que los dominós de sus vidas hubieran empezado a caer en una secuencia relampagueante, y se dirigió al mostrador de información con una extraña sensación de deja-vu. La anciana dama al cargo, que era absolutamente adorable, lo dirigió hacia el sótano, a la oficina de recepción de la morgue.
Montando en el enorme ascensor, se quitó el cabestrillo y comprobó su reloj. Bien. Tiempo suficiente para concertar una cita en la cafetería, incluso si todo el papeleo-de-rellenar-cosas llevaba un tiempo.
¿Verdad?
Apenas diez minutos más tarde, estaba de vuelta en el nivel de la entrada. Antes de que le facilitaran el cuerpo, tenia que esperar un tiempo tras entregar la notificación de los papeles… lo cual estaba bien. No podían enterrar a nadie hasta que el nivel de congelación bajara, y Vin tenía que preparar la parcela en Pine Grove y disponer el ataúd.
La muerte de Jim seguía llenándolo de dolor, y Vin había seguido soñando con el tipo, imaginándolo de pie en un castillo con una mujer joven a su lado. Parecían felices y era un alivio, aunque no aceptara que no significaba nada más que su subconsciente necesitaba ver al hombre emparejado y feliz. Con un poco de suerte había una valiosa vida después de la muerte para pasar la eternidad y Jim y la mujer estaban allí, pero quien lo sabía. Parecían más bien que la tristeza y culpabilidad de Vin estaban hablando.
La cafeteria del St. Francis era en realidad un Starbucks, y considerando que él había imaginado algún tipo de cafetería con fango o agua sucia en las tazas, estaba mentalizado. En lugar de eso, el lugar olía a Java y chocolate y estaba lleno de cómodos sillones para sentarse, en uno de los cuales estaba ya su cita.
El detective De la Cruz estaba tomando algo en la esquina más alejada, la espalda contra la pared, los ojos enfocados en la entrada. Cuando iba a encargar su pedido, Vin agitó la mano y el tipo levanto una mano en saludo.
Los bollos parecían buenos, así que Vin pidió uno junto con su expresso y llevó el plato de verdad y la taza de papel acartonado hasta De la Cruz.
—Usted es un hombre de expresso —dijo mientras Vin se sentaba—. Yo también.
—Me gusta el café con personalidad. Los que llevan leche son flojos incluso cuando los hacen aquí.
—No puedo estar más de acuerdo. ¿Cómo lleva el hombro?
—Mejor. Llevo el cabestrillo para recordarme no utilizarlo —Vin partió una esquina del bollo y le dio un bocado. Estaba perfecto, ligero y seco—. ¿Le gustan los bollos, detective? Este está fantástico.
—En realidad soy más de donuts. Viene con la insignia —ambos rieron un poco—. ¿Por qué no empezamos con su exnovia?
—Estaría bien… Tenemos muchas cosas de las que hablar.
—Ha desaparecido.
Vin se quedó medio masticando.
—¿Desaparecido de que manera?
—No podemos encontrarla. Ni en la dirección que nos dio… que está completamente vacía, por cierto. Ni en el número de teléfono móvil que dejó. Ni en su agencia de modelos… en la cual tampoco la han visto. No apareció en su cita con el fiscal, y el médico de familia que dio cuando fue admitida por primera vez en este hospital no tiene registros de que ella estuviera en su consultorio.
Mientras tomaba un sorbo de su expresso, Vin recordó a Eddie diciendo que una vez desapareciera Devina todos sus efectos serian borrados limpiamente. Y a que no adivinas, el tipo había estado en lo cierto.
—¿Dónde deja eso los cargos contra mí?
—¿Entre usted y yo? Ahora, pienso que la acusación del fiscal naufragará. Sin ella, hay evidencias circunstanciales como mucho, sólo el video del ascensor que te muestra entrando y saliendo alrededor de la hora. El valor de eso como prueba es casi nulo, especialmente dado que la sangre que encontramos en el apartamento era de un tipo diferente al que está registrado en sus informes médicos. Así que no puede ser suya.
—No le hice esa mierda, detective
—Estoy empezando a creerlo —De la Cruz tomó un trago y se secó la boca con una servilleta de papel—. Por lo que respecta al hombre que mató el domingo pasado, Eugene Locke… me las arreglé para ligarlo con los ataques en el centro de la ciudad. Belthower, el tipo en coma, salió de él e hizo una identificación positiva de aquel disfraz… y la sangre en las fibras de cabello era suya.
—Me alegro de que sobreviviera.
—Yo también. Le dieron de alta hace un par de días. Una bonita mujer rubia vino a recogerlo y llevarlo a casa. Estaban bien juntos.
—Se lo diré a Gretchen. Se sentía realmente mal porque estuviera herido —Vin se terminó el bollo y empujó lo último con el resto de su expresso—. Escucha, ella y yo estamos pensando en establecernos en una propiedad mía, en Connecticut. ¿Estaría bien? ¿O sería un problema porque está fuera de los límites del estado?
—Hablaré con el fiscal. Con toda probabilidad, hará que te presentes a la policía local y a la estatal y te requerirá que estés fácilmente localizable. Pero como te dije, el caso contra ti concerniente a Devina parece debilitarse en lugar de fortalecerse, y eso trabaja a su favor. Por lo del otro incidente con Locke, el fiscal no lo ha cerrado oficialmente, pero es un caso claro de homicidio justificado… y el registro de esa arma y su licencia se ha verificado en la comprobación.
—Bien. Si necesita cualquier cosa de mí, tiene mi número y me aseguraré de que tenga la dirección de Connecticut también.
—De manera, que ¿se van fuera de la ciudad del todo?
—Fuera de cualquier cosa, detective. Y no voy a echar de menos Caldwell. A Getchen y a mí nos hace mucha ilusión asentarnos en algún otro sitio.
—Bien, si se ha encontrado una familia, se tiene todo lo que se necesita.
—De su boca al cielo, detective. ¿Hemos terminado?
—Por ahora, sí.
Vin y De la Cruz se estrecharon las manos y siguieron sus respectivos caminos. En su camino de salida a través del vestíbulo, Vin se detuvo en el punto de información con la agradable dama, y le agradeció por dirigirlo al lugar adecuado…
—Usted tenía razón.
Vin se volvió hacia la voz y una sacudida recorrió todo su cuerpo. Era el hombre de cuando había ido por primera vez al hospital a ver a Jim, era… el medio calvo con una sombra gris alrededor del pecho. Estaba con el mismo tipo de antes y parecía mucho mayor, cientos de años mayor.
—Está en mis pulmones —dijo, acariciando la parte delantera de su chaqueta Orvis roja —. Está en… mis pulmones.
Cuando él se quedo sin habla, el que lo acompañaba intervino.
—Pero piensan que serán capaces de quitarlo, y con tratamiento…
—¿Cómo lo supo? —dijo el paciente, agarrando el brazo sano de Vin—. ¿Cómo?
Vin respiró profundamente.
—Lo siento tanto.
—¿Puede usted decirme… que va a pasar?
El hombre que estaba de pie a su lado empezó a negar con la cabeza.
—No creo que eso sea algo para preguntar.
Vin estaba de acuerdo con aquello.
—Bien, no estoy seguro de que…
—Por favor.
Vin se encontró con los ojos exhaustos y aterrorizados del tipo, y pensó, bueno, mierda, él conocía aquel duro golpe, el que te alcanzaba cuando tu mundo volaba en pedazos por una bomba y la única pregunta que tenías era cuanto iba a durar la lluvia radioactiva.
—No puedo prometerle nada.
—Bueno o malo, solo necesito… No, John, quédate fuera de esto. —El hombre le dio una palmadita a su amigo haciendo que callara—. Él lo supo antes que nadie, y si no hubiera sido por él nunca me hubiera hecho el escáner. Así que él puede decirnos… decirme…
Vin podía entender la lógica, pero no estaba seguro de poder cumplir lo prometido. Por una parte ya no veía la sombra… aunque aquello también podía ser porque no estaba en un modo receptivo. O podría ser porque con Devina ausente ahora sólo era una persona normal con ninguna de aquellas campanas y silbatos.
—Por favor —dijo el paciente—. Ayúdeme…
Habían pasado años desde que Vin había intentado su otro don, años desde que había frotado sus manos en círculo y las había enfocado sobre una persona de aquella especial manera… años desde que había predicho nada. Pero Dios… en un momento como este, esperaba tener todavía el poder… a condición de que viera algo que fueran buenas noticias.
Vin cerró los ojos… y…
No le llegó nada sino la sensación de aquella chaqueta Orvis. Era alguna clase de algodón liso, terso y frío por el aire exterior y por debajo, el brazo del hombre estaba temblando
Transcurrieron largos momentos durante los cuales los pasos de otras personas atravesando el vestíbulo parecían tan ruidosos como tambores.
—Lo siento, no… —y entonces apareció. La visión del hombre…
Vin sonrió y relajó su apretón.
—Lo veo por la noche en una playa… mirando el cometa Halley. El cual estará de vuelta por aquí en cinco años o algo así. No sé lo que va a ocurrir, o cuan duro va a ser, pero usted estará por aquí al final de ese tiempo… Oh, y usted —señaló con la cabeza al otro tipo— estaba con él. PSI, ambos parecían tener unos ciento ochenta años… creo que había un tacatá por detrás.
Vin recibió un placaje bastante fuerte por los dos, abrazado con tanta fuerza que su hombro soltó un JODER y tuvo que retroceder.
—¡Oh ,no! Lo siento —dijo el paciente—. Su hombro.
—Tranquilo, estoy bien —Vin esperó a que el dolor se aliviase, apoyándose contra la mesa de información con su brazo bueno.
—Gracias —susurró el tipo—. Me ha dado esperanza.
Cuando las lágrimas temblaron en la superficie de aquellos ojos, Vin le dio una palmada en el hombro.
—Cuídese, vale. Y escuche, nunca me he equivocado antes. No quiere decir que el próximo año vaya a ser una fiesta… pero puede hacerlo.
Antes de que las cosas se pusieran otra vez sentimentales, Vin les dijo adiós con la mano y se fue. Él nunca había manejado bien la gratitud, y no iba a empezar ahora… espacialmente dado que ambos lo estaban mirando como si él hubiera lanzado un salvavidas por la proa del barco del que ellos habían caído. Pero estaba feliz de poder aliviar parte del dolor y el estrés.
Era la clase de satisfacción que iba más adentro que la ráfaga que estaba acostumbrado a sentir haciendo dinero.
Era… bueno.
Fuera en el aparcamiento, se situó detrás del volanta del Camry y le dio a la llave una vez, dos… tres veces… Nada.
Y de nuevo con la llave. Al final, el motor arrancó, y mientras se dirigía fuera del aparcamiento, vio a los dos hombres de pie justo fuera de la puerta de acceso como si quisieran estar seguros de que su coche estaba bien. Estaban mirando como si desearan que hubiera algo que pudieran hacer por él. Sin embargo ya lo habían hecho.
Los saludó con la mano por última vez, y mientras dejaba el hospital, volvió a pensar en todas las cosas de mierda que había hecho en los negocios. Considerando lo despiadado que había sido, él esperaba alguna clase de retribución divina o mala suerte del universo donde todas las mierdas semi-legales, falsas y turbias que había hecho en los últimos veinte años volverían y le morderían en el culo. Quizás aun estaba llegando… o tal vez tendría que vivir el resto de su vida con aquellas cargas sobre su conciencia.
Lo cual no era del tipo impune. Ahora tenía remordimientos, y no todos eran por los negocios… también había estado pensando un montón en sus padres. Sentía que hubieran muerto de la forma que lo hicieron, y odiaba la idea de que su historia con Devina hubiera sido la razón. Habían sido horrorosos con él, pero eran la única razón de que él ocupara un espacio en el planeta.
Otra cosa con la que iba a tener que lidiar el resto de sus días.
Sin embargo no todo era una mierda depresiva. Hacer algo bueno por aquel par del hospital lo hacía sentirse grande, y podía hacer más cosas de aquel tipo. Un montón más.
En aquel punto, Vin hizo una parada antes de volver con Gretchen, y no fue en el duplex. Él pensaba ir al Commodore y recoger algo de ropa, pero no podía imaginarse vistiendo aquellas prendas. Pertenecían a alguien más… alguien a quien él no quería conocer más. No, iba a seguir calentándose en su nuevo guardarropa de Target… al final recogería algunas prendas informales, pero tenía otras prioridades antes de ir a su armario.
Como llegar al concesionario de Volvo de Lowell e Hijo
Vin condujo el coche justo hasta enfrente de la sala de exposición, y no se molestó en cerrar el PDM tras salir. Considerando la condición en que se encontraba, se podía dejar en el centro con un cartel que dijera: LLEVAME, POR FAVOR y el puñetero aún estaría allí una semana más tarde.
Cuando entró y deambuló alrededor de las super-brillantes camionetas y sedanes, el joven vendedor que se le acercó por fin tenía la expresión de alguien que había sacado la pajita corta del montón de clientes-de-la-calle.
—Hola, mi nombre es Rickie Peterson. —Le estrechó la mano y puso una educada sonrisa sobre su jeta—. ¿Está buscando algo en particular?
Vin hizo una rápida sacudida.
—Voy detrás de una camioneta de tracción en las cuatro ruedas.
Ricky se aclaró la garganta.
—Bueno, eso sería nuestro Cross Country, por aquí —caminó hacia un tanque gris acero con ventanas tintadas en la parte de atrás y suficiente margen de tren de aterrizaje para aparcar el M6—. Este modelo en particular es realmente bueno. Tiene una paquete de climatizador, que incluye asientos de cuero térmicos y limpiaparabrisas con agua caliente, sonido de calidad superior, elevalunas...
—¿Es seguro?
—Es un Volvo —como si eso lo explicara todo—. Es lo más seguro en la carretera.
Vin se inclinó y echó un vistazo a la pegatina de la ventanilla. La lista de complementos se alargaba unos buenos quince centímetros de letra pequeña.
—¿Hay alguna opción que no tenga?
Ricky Peterson ni respondió. No estaba atento a Vin, sino mirando sobre el hombro de Vin mientras un equipo de conjuntados abogados entraban hablando por sus teléfonos móviles.
—¿Hola? —Vin agitó la mano en el campo de visión del tipo de ventas.
—Lo siento ¿qué? —Rickie volvió con el programa—. Escuche, ¿le gustaría ver nuestra línea V70? Son coches grandes y no tan caros…
—Me llevaré este.
Las cejas de Rickie hicieron el baile de la Macarena arriba, abajo, arriba.
—Ah… de acuerdo… bien, esto está bien. Yo. Esto, lo vi llegando aquí con —las palabras pedazo de mierda se atascaron, sin duda, en su garganta— con un posible cambio, pero mire, podemos hacerle una tarifa de financiación realmente buena. Hey gente —gritó al señor y señora Abogados—¡Ahora mismo estoy con vosotros!
—No necesito financiación —Vin sacó su billetero y palmeó su tarjeta de crédito negra—. Me llevaré el coche por cuarenta y dos mil.
Lo cual era, como, ocho por debajo de la etiqueta, pero el dinero era el rey.
La oferta captó toda la atención de Stan.
—¿Disculpe?
—Efectivo. No necesito financiación.
—Yo… necesito hablar con mi jefe.
Vin pasó el brazo sobre los hombros de Rickie.
—¿Dónde está tu oficina?
El tipo señaló con la cabeza hacia un cubículo a la derecha.
—Ven conmigo, Rickle, y te diré como vamos a hacer esto. Vas a llamar a mi banquero privado y voy a hablar con ella y ella va a darte un código de autorización. Luego vamos a llamar a mi agente de seguros, y tú me vas a dar las llaves, y voy a coger ese coche seguro y adorable para que mi mujer no tenga que conducir el pedazo de mierda que he aparcado en tu terreno. ¿De acuerdo?
Rickie asintió como una marioneta.
—¿Cuál dijo que era su nombre?
—Hoy puedes llamarme Santa Claus, Rickie, tío. Porque me estoy sintiendo como si fuera Navidad, el mundo es limpio y nuevo.
Sentada en el salón con un vaso de agua helada en las manos, Gretchen se estaba asustando. Vin se había ido durante mucho más que la hora y media que había calculado cuando se había marchado.
Tras comprobar su reloj, apartó el vaporoso vestido y miró hacia fuera.
—Mamá ¿vas a casarte con él?
Vaya si esto no era una forma de distraerla de su ansiedad.
Girándose hacia Robbie, que tenía su bolsa de Spiderman preparada para ir al Y, ella encontró los ojos firmes y claros de su hijo y se preguntó cómo demonios responder a eso.
Ella se decidió por la verdad.
—No lo sé.
—Bueno, si lo haces, está bien para mí. —Dejó caer su bolsa en el suelo y se puso las manos en las caderas, todo un Chico Grande—. Tú le gustas, y te estás riendo un montón. Además ¿no hay grandes pasteles en las bodas? Puedes tener uno de choco.
—Esto… no estoy segura de estar preparada para eso. Pero estoy encantada de verdad de que me digas como te sientes.
—Tengo otra cosa que decir.
Ella se rodeó con los brazos, con el corazón parándosele en el pecho.
—Puedes decirme cualquier cosa.
—Cuando vayamos a Connecticut, quiero recuperar mi nombre. Soy Sean, no Robbie, si a ti te pueden llamar por tu nombre de verdad, yo quiero el mío también.
Gretchen asintió con la cabeza mientras parpadeaba rápidamente. Estaba tan orgullosa de él, tan agradecida de que incluso con todo lo que había pasado, todavía era capaz de abrirse, al menos, a Vin.
Aclarándose la garganta, dijo.
—Creo que es una gran idea.
—Bueno. ¿Podemos ir ahora al Y?
—Tenemos que esperar hasta que vuelva Vin —se frotó los ojos y no pudo contenerse. Saltó de la butaca de orejas, se arrodilló y lo atrajo a sus brazos.
—¿Mamá? Esto… mamá, no puedo respirar.
—Perdona. —Se relajó y se acomodó. Apartándole el cabello de la cara, ella susurró—. ¿Te he dicho lo mucho que te quiero?
—Unas cien veces al día. —El cien llegó como “siieen”
—Bien, porque lo hago. Tanto…
El sonido de un coche tocando la bocina en la entrada la detuvo, lo que fue un buen cronometraje. Tenía que dejar de hacer eso y solo iba a hacer que Robbie… Sean... se sintiera incómodo. Todavía necesitaba a su mamá con regularidad, pero cada semana que pasaba, especialmente con Vin alrededor, estaba creciendo.
Sean se separó el primero y fue a la ventana.
—Oh, guuuuaaayyyyyyy. ¡Mira lo que tiene Vin!
Mientras él se precipitaba por la puerta, ella se levantó y se abanicó la cara un poco de manera que no se notara demasiado el sofoco post –lágrimas. Después de que desbloqueara el cerrojo, Sean salió repentinamente de la casa, sus Nikes golpearon sobre la entrada. Ella iba a llamarlo para que redujera la marcha cuando vió lo que Vin “llevaba”.
Un super-fantastico Volvo nuevo de fábrica o algo así brillaba en la entrada, con Vin apoyando una cadera contra la puerta del pasajero. La expresión de su cara era medio triunfante medio mierda-puedo-estar-en-problemas.
Mientras Sean corría alrededor de la camioneta y luego empezaba a saltar para ver el interior, ella se acercó a Vin.
—¿Qué le ha pasado al Camry?
Vin encogió aquellos enormes hombros.
—Lo perdí.
—Lo perdiste.
Haciendo un serio movimiento afirmativo con la cabeza, repitió:…:
—Siiiiiiii.
Ella le echó un vistazo al Volvo. Era evidentemente caro, el tipo de coche que habría tenido suerte si se hubiera podido permitir uno muuuuuuy usado.
—Vin, no quiero que me compres cosas caras.
Ya había saldado todas sus deudas y le había dado un préstamo libre de interés para cubrirlas. Y cuando fuera a Connecticut, tendría un trabajo real para devolvérselo. Estaba cómodo con que él fuera cariñoso y le diera un respiro, pero Vin no iba a encargarse de su vida por ella.
—Sé que no quieres que gaste montones de dinero en ti —dijo—. Pero no puedo dejar que conduzcas ese viejo trasto nunca más. No es seguro para ti… ni para él.
Mierda. La tenía pillada por el ángulo seguridad. Ella misma se había preocupado por aquello.
Él hizo oscilar unas llaves.
—Está a tu nombre y el seguro pagado para el próximo año. Si lo odias, puedes venderlo pero es un cuatro-por-cuatro, es perfecto para la nieve, el hielo, la lluvia…
—¡Es genial! —dijo Sean mientras salía repentinamente del otro lado del asiento trasero—. ¡Y no huele a calcetines!
—Yyyyyyy —dijo Vin alargando la palabra— no huele a calcetines. Aunque si quieres, dejaré un par de los míos en el maletero.
—¡Gracias, Vin! —Sean lanzándose todo él contra el hombre, abrazándose a su cintura y apretándolo—. Eres formidable.
Durante una fracción de segundo, Vin se quedó inmóvil… pero luego su mano libre se posó con muchísima suavidad en los hombros de Sean
—Me alegro muchacho… pero tu mamá no ha decidido si va a aceptarlo.
—¡Mamá!
—Eh, eh, eh —le interrumpió Vin—. Es para ella. Ella decide y no necesita que la presionemos.
Mientras Vin bajaba la vista, Sean la levantaba y las dos cabezas oscuras estaba perfectamente juntas. Sean siempre tendría a su padre biológico y nada podía cambiar eso… desafortunadamente, pensó. Pero que maravilloso sería si pudiera tener un hombre en su vida que fuera una buena influencia.
—¿Podemos llevarlo a Y? —Sean se dirigió a la casa—. Recogeré mis trastos.
Gretchen respiró profundamente, pensando mucho en lo de la no presión.
—De verdad, no quiero que me compres cosas caras.
—Sin embargo esto lo es. Piensa en esto como en un anillo de compromiso conducible. —Cuando la boca de ella se quedó abierta, él levantó las palmas—. Sé que aún no hemos llegado a eso. No hemos recorrido mucho camino. Pero si llegamos, esto podría contar. Sé que tú no eres de diamantes
Bastante cierto… la había repugnado bastante la hermosa pieza que él había comprado para Devina… Espera, ¿él había utilizado la palabra C ?
Porque difícilmente este era un tema para discutir delante de Sean, ella le dijo :
—¿Qué has hecho de verdad con el Camry?
—Dejarlo en el concesionario. Creo que está siendo reciclado en placas de matrícula mientras hablamos. O quizá en botes de sopa o tapas de botellas. Pero con el descanso asegurado, está siendo tratado con dignidad.
Gretchen le sonrió.
—Tú eres algo más, ¿sabes?—Vin arrugó sus grises ojos en los rabillos, probablemente porque sabía que ella estaba cediendo—.Y te quiero
Sean llegó como un rayo desde la casa, la bolsa de Spiderman rebotando contra sus piernas larguiruchas.
—¡Vamos! ¡Vamos!
Como si el Y fuera a incendiarse si ellos no iban allí lo bastante rápido.
Sean lanzó sus trastos en el asiento de atrás, saltó dentro y cerró la puerta de golpe, alcanzó el cinturón de su asiento y se preparó como si fueran a hacer un despegue de misil. Cuando los dos adultos no lo imitaron , dio golpecitos en la ventanilla.
—¡Vamos!
—¿Qué dices Gretchen? Es seguro… de un bonito color… al chico le gusta…
Le arrancó las llaves de la mano.
Mientras Sean empezaba a vitorear, ella se puso de puntillas y rápidamente frotó los labios contra los de Vin.
—Gracias, muchas gracias.
Vin disparó el brazo libre a su alrededor y la besó en respuesta, fuerte y breve.
—Gracias a ti, gracias a ti, gracias a ti….
Sean abrió de golpe su puerta.
—¡Ya vale con lo de chuparse la cara! Vámonos.
Gretchen miró fijamente a su hijo.
—¿Chuparse la cara? ¿Dónde has oído eso?
—Vin lo dijo. Estábamos mirando una peli y eso es lo que él dijo que era.
Vin la besó en la mejilla y se encaminó a la casa, como si no hubiera roto un plato en su vida.
—Cerraré la puerta y te traeré el bolso.
—Y vas a dejar de ampliar así su vocabulario —le gritó.
—Jo, mamá. — Como si ella fuera un incordiiiiiio—. Todo el mundo lo dice.
Vin deambuló de vuelta al coche, silbando con aire despreocupado.
—Sí, todo el mundo.
Gretchen caminó alrededor y se puso tras el volante.
—Vosotros dos… yo no reniego.
Sean se rió.
—Solo cuando piensas que no puedo oírte.
—¿Tu reniegas? —dijo Vin mientras entraba—. Por que, yo nunca te he oído.
—Sí, lo hace. —Sean metió baza—. La oigo todo el tiempo.
Vin simuló mirar ferozmente hacia el asiento trasero.
—¡He dicho nunca! Nunca.
Mientras Gretchen salía marcha atrás de la entrada y ponía el Volvo en la calle, Vin y Sean mantuvieron la guasa, sus dos chicos bromeaban sobre esto y aquello, la diferencia de edad ni siquiera era una barrera nominal.
Era tan correcto… tan bueno… todo lo que siempre había querido. Gracioso que su verdadera fantasía hubiera resultado ser nada glamorosa u ostentosa, solo un hombre, un niño y… un Volvo.
Cuando llegó a un semáforo en el cuarto carril de la calle que iba al Y, miró al coche más cercano y vio a otra mujer en una furgoneta con una chica delante y un gran perro detrás. La madre estaba hablando y sonriendo a su hija, y cuando el perro metió la cabeza en el asiento delantero, hubo un poco de palmaditas, sacudir de orejas y felices jadeos.
Gretchen alargó la mano y tomó la de Vin.
Todo lo que ella había querido siempre, pensó Gretchen, estaba en su coche nuevo de fábrica.
Cuando él le apretó la mano y sonrió, el semáforo se puso verde… y ella le dio al acelerador, llevándolos a los tres hacia delante al brillante y hermoso futuro.