La guió hasta el estudio y cerró ambas puertas, la calidez del fuego era un bálsamo… y una incitación. Cuando ella caminó hacia el escritorio atiborrado de papeles, él siguió con la mirada el balanceo de sus caderas.
Con un giro de muñeca les encerró dentro.
Mientras se le acercaba, Beth extendió la mano para tratar de ordenar un poco los documentos.
—Entonces ¿Qué ocur…?
Wrath presionó las caderas contra su trasero y susurró:
—Necesito estar dentro de ti.
Su shellan jadeó y dejó caer la cabeza hacia atrás sobre su hombro.
—Oh, Dios… sí…
Gruñendo deslizó una mano alrededor de su torso hacia su pecho, y cuando ella contuvo el aliento, él apoyó e hizo rodar su polla contra ella.
—No quiero hacerlo despacio.
—Yo tampoco.
—Inclínate sobre el escritorio.
Observar cómo se inclinaba y arqueaba la espalda casi le arranca una maldición y cuando separó los pies se le escapó un jodeeeeeeer.
Que era exactamente lo que iba a hacer.
Wrath apagó la lámpara del escritorio para que sólo quedaran iluminados por la luz oscilante y dorada del fuego, y le recorrió las caderas con manos que resultaron rudas por la expectativa. Agachándose detrás de ella, le recorrió la columna vertebral con los colmillos e hizo que apoyara todo su peso en un solo pie para poder sacarle el zapato de taco alto y la pernera de sus pantalones Seven. Sin embargo estaba demasiado impaciente para hacer lo mismo del otro lado… especialmente cuando miró hacia arriba y vio las deliciosas bragas negras.
Bien. Cambio de planes.
La penetración iba a tener que esperar.
Al menos la que haría con su polla.
Permaneciendo acuclillado, se sacó las armas con cuidado y rapidez, y se aseguró de que las pistolas tenían puesto el seguro y que las dagas estaban en sus fundas. Si la puerta no hubiera estado cerrada con llave, las hubiera guardado en el armario de las armas que tenía una cerradura de seguridad, sin importar cuan excitado estuviera con su shellan. Con Nalla en los alrededores, nadie corría el riesgo de que la hija de Z y Bella encontrara algún tipo de arma. Jamás.
Cuando estuvo desarmado, se quitó las gafas envolventes y las tiró sobre el escritorio, luego deslizó las manos hacia arriba por la parte trasera de los muslos suaves de su compañera. Separándoselos ampliamente, se arqueó hacia arriba y se colocó entre sus piernas, levantando la boca hacia el algodón que cubría el centro que penetraría muy pronto.
Presionó la boca contra ella, sintiendo el calor a través de lo que tenía puesto, su aroma lo enloquecía, su polla golpeaba con tanta fuerza el interior de sus pantalones de cuero, que no podía estar seguro de si acababa de tener un orgasmo o no. Acariciarla y lamerla a través de las bragas no era suficiente… entonces tomó el algodón entre sus dientes y lo frotó contra su sexo, sabiendo condenadamente bien que la costura lateral estaba masajeando el sitio exacto que él se moría por succionar.
Cuando ella volvió a poner las palmas contra el escritorio se oyó un thump–thump así como también el crujir de papeles que volaban hacia el suelo.
—Wrath…
—¿Qué? —murmuró contra ella, acariciándola con la nariz—. ¿No te gusta?
—Cállate y vuelve a la acción…
La silenció al deslizar la lengua por debajo de las bragas… y también se obligó a ir más despacio. Estaba tan resbaladiza, mojada, suave y deseosa, que apenas si pudo evitar tirarla sobre la alfombra para penetrarla profunda y despiadadamente.
Y entonces ambos se perderían las bondades de la expectativa.
Apartando a un lado el trozo de algodón con la mano, besó la piel rosada, luego ahondó en ella, encontrando que estaba bien preparada para él, y lo sabía por la miel que estaba tragando al arrastrar la lengua hacia arriba en una larga y lenta caricia.
Pero no era suficiente, y tener que sostener las bragas hacia un lado le distraía.
Con sus colmillos, las agujereó, luego las rasgó exactamente por la mitad, dejando que las dos mitades quedaran colgando de sus caderas. Subió las palmas de las manos hasta su trasero y apretó con fuerza dejando de jugar y comenzando a acariciar seriamente a su hembra con la boca. Sabía lo que más le gustaba, sabía exactamente cómo debía chuparla, lamerla y penetrarla con la lengua.
Cerrando los ojos, lo captó todo, el aroma, el sabor, y la sensación que le producía ella al temblar contra él cuando llegaba al clímax y se desintegraba. Detrás de la bragueta de sus pantalones de cuero, su polla estaba demandando atención a gritos, el roce de los botones no era en absoluto suficiente para satisfacer lo que estaba exigiendo, pero a la mierda con ella. Su erección iba a tener que esperar un poco, porque esto era demasiado bueno para detenerse tan pronto.
Cuando las rodillas de Beth vacilaron, la bajó al suelo y extendió una de sus piernas hacia arriba, manteniendo el ritmo mientras le empujaba su jersey de lana hasta el cuello y metía la mano debajo del sostén. Cuando tuvo otro orgasmo, ella se agarró de las patas del escritorio, y tiró con fuerza, afirmando su pie libre sobre la alfombra. El empeño que él ponía en sus caricias los metía a ambos cada vez más debajo del lugar donde llevaba a cabo sus deberes reales hasta que se vio obligado a agazaparse para poder pasar los hombros.
Finalmente la cabeza de ella salió por el otro lado y terminó aferrándose y arrastrando la silla de maricón en la que él se sentaba.
Cuando volvió a gritar su nombre, él trepó por su cuerpo y miró con furia la estúpida silla afeminada.
—Necesito algo más serio sobre lo cual sentarme.
Fue la última cosa coherente que dijo. Su cuerpo encontró la entrada al de ella con una facilidad que evidenciaba toda la práctica que habían tenido… Oh, sí, seguía siendo tan bueno como la primera vez. Envolviéndola con sus brazos, la montó con dureza, y ella le acompañó hasta que la tormenta que recorría su cuerpo, se concentró en sus pelotas haciéndolas arder. Juntos, él y su shellan se movían al unísono, dando, recibiendo y acelerando el ritmo más y más hasta que él se corrió y continuó moviéndose, hasta que volvió a correrse y continuó moviéndose hasta que algo golpeó su rostro.
Al encontrarse en un estado completamente animal, le asestó un golpe con sus comillos.
Eran las cortinas.
Mientras la follaba, se las había arreglado para abrirse camino desde debajo del escritorio, pasando junto a la silla hasta llegar a la pared.
Beth estalló en carcajadas y él también, y luego se abrazaron el uno al otro. Dejándose caer de costado, Wrath sostuvo a su compañera contra su pecho, y le colocó bien el jersey de cuello vuelto de lana para que no tuviera frío.
—Entonces, ¿qué ocurrió en la reunión? —preguntó ella finalmente.
—Ningún integrante del Consejo se presentó. —Dudó, preguntándose dónde trazar la línea con respecto a Rehv.
—¿Ni siquiera Rehv?
—Él estaba allí, pero los otros no aparecieron. Es evidente que el Consejo me tiene miedo, lo que no está mal. —Abruptamente, le tomó las manos—. Escucha, ah, Beth…
En su respuesta se filtraba la tensión.
—¿Sí?
—Quieres que sea honesto, ¿verdad?
—Verdad.
—Sí sucedió algo. Es referente a Rehvenge… a su vida… pero no me siento cómodo contándote los detalles porque es asunto suyo. No mío.
Ella exhaló.
—Si no te incluye a ti ni a la Hermandad…
—Lo hace solamente porque nos pone en una situación difícil. —Y Beth estaría en la misma posición incómoda si tuviera toda la información. El asunto era, que proteger la identidad de un conocido symphath, era sólo la mitad del problema. La última vez que lo había comprobado, Bella no tenía ni idea de qué era su hermano. Así que Beth también tendría que ocultarle el secreto a su amiga.
Su shellan frunció el ceño.
—Si pregunto cómo exactamente presentaría un problema para vosotros, voy a enterarme de qué se trata, ¿verdad?
Wrath asintió y esperó.
Ella le acarició la mandíbula.
—Y me lo dirías, ¿cierto?
—Sí. —No le gustaría, pero lo haría. Sin dudarlo.
—Okay… no voy a preguntar. —Se alzó para besarlo—. Y me alegra que me hayas dado la opción.
—Ves, se me puede entrenar. —Le sostuvo el rostro y presionó su boca contra la de ella un par de veces, sintiendo la sonrisa que elevaba sus labios por la forma en que la percepción de la caricia cambió.
—Hablando de entrenamiento, ¿te gustaría comer algo? —le preguntó.
—Oh, cómo te amo.
—Iré a buscarlo.
—Creo que será mejor que te limpie primero. —Se sacó la camiseta negra y cuidadosamente la subió por la parte interna de sus muslos hacia su centro.
—Estás haciendo algo más que limpiarme —dijo ella arrastrando las palabras mientras permitía que las manos de él la frotaran entre los muslos.
Él se impulsó hacia arriba, haciendo un movimiento para montarla otra vez.
—¿Puedes culparme? Mmmm…
Ella rió y lo detuvo.
—Comida. Luego más sexo.
Él mordisqueó su boca pensando que se le daba un valor excesivo a la comida. Pero en ese momento el estómago de su shellan rugió, e inmediatamente su única preocupación consistió en alimentarla, su instinto de protegerla y proveer para ella superaban al sexual.
Poniendo la amplia palma sobre su abdomen chato, le dijo:
—Deja que vaya a buscarte…
—No, yo quiero servirte a ti. —Volvió a tocarle el rostro—. Quédate aquí. No tardaré mucho.
Cuando ella se puso de pie, él rodó sobre su espalda y metió su bien empleada pero aún muy rígida erección dentro de los pantalones de cuero.
Beth se agachó para levantar sus vaqueros, ofreciéndole un impresionante panorama que hizo que se preguntara si sería capaz de esperar cinco minutos antes de volver a penetrarla.
—¿Sabes qué quiero? —murmuró mientras se ponía los Seven en su lugar.
—Como acabas de hacer el amor con tu hellren, ¿tienes ganas de practicar un poco más del viejo y querido empuja–y–roza?
Dios amaba hacerla reír.
—Bueno, sí —dijo—. Pero en cuanto a comida… quiero estofado casero.
—¿Ya está preparado? —Por favor, que esté hecho…
—Hay sobras de carne de… ¡Mira la expresión de tu rostro!
—Prefiero tenerte menos en la cocina y más encima de mí… —Bueno, definitivamente, no iba a terminar esa oración.
Sin embargo, ella no pareció tener problemas para llenar los espacios en blanco.
—Hmm, me daré prisa.
—Hazlo, leelan, y te daré un postre que hará que te dé vueltas la cabeza.