El beso de una espía.
Anna Randol.
Sinopsis: Mari Sinclair, una mujer de exótica belleza, decide dejar de trabajar como espía británica tras escapar por los pelos a un atentado contra su vida. Por desgracia, hay personas dispuestas a utilizar incluso el chantaje con tal de que desista. Así pues, Mari tiene que cargar con un guardaespaldas obsesionado con el deber, y éste debe asegurarse de que ella lleve a cabo una última misión y consiga sobrevivir.
Bueno, a ver, por dónde empiezo. Supongo que por el principio sería lo ideal, pero cuando tengo «emociones encontradas» con una novela, nunca sé decidirme y me cuesta no tirar por lo más típico en mí, que es tender a lo negativo. Y es que hay cosas buenas en esta historia, sí, pero también las hay bastante malas.
Veamos, para empezar, me intrigó la ambientación. Por una vez no iba a leer sobre bailes en salones, paseos por Hyde Park y demás, y me iba a adentrar en las callejuelas de Estambul. Eso ya era un punto a favor: la originalidad del ambiente. Y también es un punto en contra, porque, pese a que sí hay ciertos… esbozos, por llamarlo de alguna manera, si trasladan la historia a la campiña, casi habría sido lo mismo. Vale, no habría espías y ella no sería la hija de una esclava griega, pero espero que entendáis por dónde voy.
Para seguir están los personajes. Otro punto a favor, ya que son muy creíbles, y yo, como «lectora de personaje» es algo que agradezco. Pero, de algún modo, tampoco me acaba de cuajar la relación entre ellos. Sí, funciona, pero es muy… no sé… ¿repentina? ¿forzada? No sabría decirlo. Me la creo, pero no por completo, aunque quizá soy demasiado maniática.
El mayor punto a favor —y esta vez sin negativos— es el estilo, que es ágil sin perder ese puntito descriptivo que siempre me hace preferir a unas autoras sobre otras. La narración es muy fluida y se lee sin pestañear, lo que siempre es de agradecer.
Y luego está la trama. Que es interesante y diferente. Mari es una naturalista que entre los diseños de sus flores, sus mariposas y demás, esconde los mapas de los fuertes enemigos. Me encantó imaginarme esos diseños, intrincados y complejos, la verdad. Y me pareció una idea curiosa. Prestwood debe encargarse de que cumple con su última misión —que se ha visto obligada a llevar a cabo por culpa de un chantaje del gobierno británico— y protegerla en su tarea. Y hasta ahí, muy bien. Mientras se encargan de esa tarea se van conociendo y van profundizando en sus motivaciones y sus problemas y está todo muy bien llevado y de forma convincente. Y luego llegamos al final, a la ultimísima tarea que, desde el principio, te han ido diciendo que va a ser la más peligrosa, la más complicada. Y ahí es donde la historia hace aguas sin remedio, porque, a pesar de que sí se meten en problemas, estos se solucionan con uno de esos deus ex machina monumentales, que a mí personalmente me sacan de mis casillas y que aceleró innecesariamente toda la narración y llevó toda la trama a un final cuando menos… rarito.
No obstante, y a pesar de todo lo que he dicho, he leído que es la primera obra de la autora, y supongo que muchos de los inconvenientes que le vi a esta pueden solucionarse fácilmente con un poquito más de «oficio» o experiencia, así que me apuntaré el nombre para darle otra oportunidad, que creo que la merece.