Un romance indiscreto (2º libro de la serie «Herederas americanas»)
Julianne MacLean.
Sinopsis: Clara Wilson llega a Londres, como otras jóvenes norteamericanas de buena familia, en busca de un marido respetable, honrado y con título nobiliario. En cambio, su primer baile y presentación en sociedad casi acaba en catástrofe: en lugar de una fiesta con caballerosos aristócratas a la caza de esposa, se encuentra por error en un baile prohibido en el que los miembros más libertinos de la sociedad se entregan a sus inconfesables juegos. Clara consigue salir de la situación con su reputación ilesa, no sin antes conocer a un misterioso enmascarado de ojos verdes que la sorprende con un apasionado beso. Su familia, sus amigos y su sentido común le piden que lo olvide y se busque un marido honorable, pero su corazón le exige que arriesgue su reputación y su futuro en aras de una pasión que no puede sofocar.
La verdad es que disfruté muchísimo con la primera parte de esta novela. Muchísimo. Sobre todo porque soy algo más que adicta a los juegos en que los protagonistas ponen a prueba su ingenio para enfrentarse el uno al otro o para seducirse el uno al otro. Y, en la primera parte de esta novela eso pasa de forma casi constante. Por otra parte, adoro a los chicos malos, creo que lo he dicho millones de veces, y nuestro marqués protagonista, Serge, es el chico malo por excelencia. Vale, sí, con su justificación para serlo, lo que le convierte en «redimible» y con su buen fondo, lo que no lo hace totalmente despreciable. Pero sigue siendo un chico malo: un libertino depravado, licencioso y seductor, que ofrece a las mujeres un sexo fabuloso ya que no puede ofrecerles nada más. Amó una vez, y con desesperación, y está convencido de no ser capaz de amar de nuevo.
Ella es la típica heredera americana: absolutamente rica y absolutamente franca, sin las restricciones mentales que gobiernan a las tradicionales debutantes inglesas y con una absoluta incapacidad para hablar del maldito tiempo. Antes de marchar a Inglaterra para unirse al deporte por excelencia de la época, la «caza del título», se vio envuelta en un escándalo que el poder y la influencia de su padre pudieron minimizar y, desde entonces, se esfuerza por seguir el «camino recto». Con muy poco éxito.
La relación entre ellos en la primera parte de la novela es explosiva, incendiaria, divertida, ingeniosa. Él tratando de seducirla y ella dejándose llevar por esa seducción con apenas los reparos mínimos para mantener el decoro. Todos sus encuentros son juegos del gato y el ratón, aunque nunca acabas de tener muy claro quién juega cada papel; los diálogos y los cruces de cartas son fabulosos y muy entretenida la forma en que cada uno de ellos se las apaña para esquivar la parte de sí mismos que les advierte de las posibles consecuencias negativas de su relación.
La segunda parte, cuando, cómo no, conciertan un matrimonio de conveniencia muy particular, en que la base es el puro y simple deseo, nada más, es muy diferente. Nos encontramos con una Clara que ha perdido en parte su descaro y su frescura y que se ve torturada por la necesidad de enamorar a un marido que, fuera de la cama, es demasiado distante. Y Serge… Bueno, ni tan siquiera estoy segura de que sea el mismo personaje. Cambia tan radicalmente desde el momento en que se pone el anillo en el dedo, que la autora casi podía haber jugado con el tema de la suplantación de la personalidad. Oh, bueno, sigue siendo un hombre de… ¿Cómo es esa expresión tan mona?... Ah, sí: un hombre de fuertes apetitos, pero ya no es el tipo divertido y abiertamente transgresor que conocimos en la primera parte. Ahora le preocupa que ella no confíe en él y se pasa media vida indignado por eso. Pero vamos a ver, colega: te has pasado años llevándote a la cama todo lo que se mueve y sin preocuparte por nada. ¿Por qué debería ninguna mujer sensata confiar sólo en tu palabra? En fin…
Sí, es evidente que la segunda parte me gustó menos. Me gustó, no me entendáis mal, pero ya no era lo mismo. Sin embargo, está bastante bien llevada, sobre todo en las escenas en las que aparece Gillian, la prima de Serge, secretamente enamorada de él y más que dispuesta a acabar con el matrimonio. Me descubrí más de una vez insultando a la puñetera cría en voz alta e increpando a Clara para que le partiera los dientes, así que, en ese aspecto, la autora ha debido de hacer bien su trabajo.
Pero bueno, pese a esa segunda parte más «trágica», la historia me entretuvo muchísimo y me dejó con muy buen sabor de boca. No me cuesta nada recomendarla, la verdad.