Bien, lo leí hace bastante, era lógico que no me acordara...sigo
¿Qué iba a hacer XX cuando lo reconociera y se diera cuenta de que había ido a buscarla para devolverla a su hogar? Si se arrojaba a sus brazos sollozando de agradecimiento y alivio, ¿sería capaz de no abrazarla y ofrecerle la protección de su cuerpo? ¿Podría contener su deseo de hundir sus labios en su cabello para inhalar profundamente el aroma a limpio y fresco de los lirios del valle que lo había atormentado cada vez que abrazaba a una mujer?
Si no era precavida y no lograba controlar su reacción ante su inesperada llegada, bien podría hacer que los mataran a todos. Por eso lo único que esperaba era tener tiempo de sobornar a algún sirviente codicioso para que introdujera un mensaje en el harén advirtiéndole que fingiera indiferencia cuando se vieran por primera vez cara a cara. Así por lo menos no se arriesgaría a encontrársela por sorpresa.
Entonces se abrió una puerta del otro lado del patio y pareció que el tiempo de XY, y de su suerte, acababa de agotarse.
XX estaba allí, enmarcada por una puerta dorada como algunas de las acuarelas picantes salidas de El turco lujurioso. XY se sorprendió al darse cuenta de que no era bonita como recordaba.
Era bella.
Un par de enjoyados peines le apartaban el cabello de la cara para destacar sus elegantes pómulos. El resto lo llevaba suelto y le caía por la espalda formando deslumbrantes ondas trigueñas. Una fina línea de khol acentuaba la inclinación felina de sus ojos color verde trébol. Iba envuelta con varias diáfanas capas de sedas de colores, diseñadas deliberadamente para seducir a los hombres ofreciendo provocativas pistas de los tesoros que escondían al más leve movimiento.
XY debió emitir un profundo sonido gutural porque AMIGO giró la cabeza con expresión alarmada. Afortunadamente, SULTAN no era consciente de la angustia de su invitado. El sultán estaba mirando hacia el patio, igualmente entusiasmado por la imagen de sensualidad femenina que había aparecido en la puerta.
Oh, Dios, pensó XX mientras observaba su mirada. Ella les iba a costar la cabeza a todos. Pero al contemplar su belleza y sentir que era como un bálsamo para su corazón herido, decidió que el precio debía valer la pena.
Todo estaba en sus ojos. Todo lo que había desaparecido de su vida los últimos nueve años, añoranza, ternura, pasión y el deseo de algo más que la breve satisfacción de un encuentro entre extraños.
Ella comenzó a moverse, y él dio un paso en su dirección sin tan siquiera darse cuenta.
Pero XX pasó junto a él y se lanzó a los brazos abiertos del sultán con una alegre exclamación.
—Oh, SULTAN, cariño, ¿es verdad lo del intento de asesinato?
Ash se quedó paralizado de estupefacción. El hombretón lanzó una estruendosa carcajada y levantó del suelo a XX haciendo un gran círculo en el aire con ella.
—¡No temas nada! Las espadas de los villanos no pudieron encontrar mi corazón porque lo había dejado aquí para que lo cuidaran las suaves manos de mi pequeña campanilla inglesa.
Mientras SULTAN delicadamente la volvía a dejar en el suelo, ella giró en los brazos de él para ver a XY. Con una posesiva mano sobre el ancho pecho desnudo de SULTAN, levantó la barbilla en un ángulo altivo, dejó de sonreír y un reluciente velo de frialdad endureció sus ojos.
—Hablando de villanos, majestad, ¿qué diablos hace él aquí?
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