Sinopsis:
Hace seis años, Lilibet Harewood y lord Roland Penhallow estaban enamorados, pero él se vio obligado a abandonarla sin decir una palabra. Tras mucho tiempo sin noticias suyas, Lilibet cedió a las presiones familiares y se casó con lord Somerton, un hombre cruel con el que tuvo un niño.

Ahora Lilibet ha decidido huir con su hijo, de cinco años, a un castillo italiano, donde piensa permanecer oculta. Entretanto, ante una peliaguda situación personal, Roland opta por alejarse de Londres y retirarse por una temporada a la Toscana.

Ni Roland ni Lilibet se imaginaban que sus caminos volverían a encontrarse. Mientras ella lucha por comportarse como una dama, él no está dispuesto a dejar pasar esta nueva oportunidad de recuperar a la mujer que nunca ha dejado de amar.


Valoración:

Este segundo libro de la serie se desarrolla de forma paralela en el tiempo al anterior. En él, la autora ha sabido plantear muy bien las escenas que aparecían en el primer libro y que se repiten en éste, pero ahora descritas desde el punto de vista de otros personajes de una manera bastante bien conseguida.

Ésta es una historia de segundas oportunidades, en la que los protagonistas se encuentran casualmente y resurgen en ellos los sentimientos del amor de juventud que ambos creían haber dejado atrás.

Todo ocurre bastante deprisa: pasan de no haberse visto en seis años, a estar perdidamente enamorados olvidándose de todo lo demás, y éste, para mí, ha sido el mayor fallo que le he encontrado a la historia. A partir de ese primer encuentro todo ha ido tan rápido que los personajes no me han convencido con su actitud y, a partir de ahí, he leído el resto del libro con la idea de que no están tan enamorados como la autora pretende mostrarnos.

Creo que la autora intenta darle a esta novela ese carácter de comedia romántica de enredo que caracterizó a "Una dama nunca miente"; sin embargo, en esta ocasión no lo ha logrado con el mismo acierto. Puede que sea el hecho de que esta historia es más complicada porque la protagonista está casada con otro, pero la cuestión es que, para mí, ha sido más difícil encontrar la parte cómica y divertida. Y el lado romántico tampoco me ha parecido muy creíble.

La autora da a entender que Roland sigue amando a Lilibeth, que es y ha sido el amor de su vida; sin embargo, en seis años no se han visto y, antes de que ella se casara, tampoco hizo nada para impedir su matrimonio. Es más, se fue de improviso y sin avisar en medio de su cortejo y, cuando volvió un par de meses después, no hizo nada por evitar la boda de Lilibeth.

Él me ha parecido bastante oportunista y, en ningún momento, que estuviera enamorado de ella sino, más bien, que se deja llevar por el momento. Le resulta más atractivo conseguir lo que no pudo seis años atrás.

La actitud de Lilibeth no es mucho más creíble. Después de ser abandonada y sentirse traicionada por el hombre que era el amor de su vida, y tras seis años sin verlo, estar perdidamente enamorada sólo con volverlo a ver tampoco convence al lector.

Pasando por alto estos detalles del inicio de su reencuentro, tampoco es que el resto de la novela me haya convencido puesto que, cuando parecía que podía existir un sentimiento de amor entre ellos, hacen o dicen algo que lo pone en duda.

Se plantea como alternativa para que puedan estar juntos que ella consiga el divorcio pasando por alto las convenciones sociales de la época, en la que esto suponía el ostracismo social.

Lilibeth, por su parte, tampoco me ha convencido con su actitud, más bien da la impresión de que no sabe lo que quiere.

En medio de esta relación, tirante y llena de momentos de indecisión por parte de ella, y de la insistencia de él -que pasa por encima de todos los obstáculos sin pararse a pensar en las consecuencias- y de su repentino deseo de cuidar de Lilibeth y del hijo que ésta tiene con su marido, la autora mete una trama de misterio. Ésta se basa en el trabajo que Roland desempeña como espía, y tiene la intención de darle algo de suspense e interés a la narración, pero su argumento es tan increíble como poco consistente, lo que en definitiva me ha llegado a aburrir bastante.

Un libro que me ha parecido flojo, más bien de transición para llevarnos al tercero que espero que sea mejor, ya que promete una buena historia, al menos cómica, y tendré que leerlo para no quedarme con la duda.

Lo mejor y más destacable del libro es, quizás, ver las escenas del anterior libro pero desde otro punto de vista, que hace que se vaya entendiendo mejor lo que ocurre. Además de algunos momentos tiernos en los que aparece Phillip, el hijo de Lilibeth.

Por lo demás, no ha llegado a tener esos momentos cómicos y divertidos del primero y se ha centrado demasiado en una relación de pareja que no me ha gustado como se ha planteado, bastante irreal y algo aburrida en algunos momentos.

Esperaba una historia de amor que mostrara algo más de sentimientos por parte de la pareja y ya en el inicio me han trasmitido una sensación de que su relación no era creíble. Una sucesión de encuentros y desencuentros, que en algunos momentos me han parecido enrevesados y sin sentido, han hecho que no haya disfrutado de una historia que, con una predisposición a leer algo ligero, se puede disfrutar más de lo que yo lo he hecho.

Muy posiblemente no voy a ser justa con esta novela. No sé si ha sido el momento que he elegido para leerla, algo que indudablemente influye,  o si, simplemente, me esperaba algo tan diferente que, al final, sólo ha conseguido defraudarme.

 

Como suele ser habitual en estos casos, en la primera entrega de la trilogía se nos presentaron todos los personajes protagonistas y, en este caso, les ha tocado el turno a Lilibet y Roland. Lo cierto es que no es una de las parejas que más llamaron mi atención, mi debilidad son los duques estirados; por lo tanto, la historia que estoy deseando leer es la siguiente.

De todas formas, Lilibet me pareció un personaje muy interesante ya que tiene unas circunstancias que encontramos muy pocas veces en la novela romántica: está casada. Además, su hijo es el heredero de un conde y me producía curiosidad ver cómo la autora iba a sortear ese obstáculo.

En realidad, Lilibet es el motivo principal de la estancia de las tres amigas en la Toscana, ha llegado a allí huyendo de su marido, personaje aparentemente cruel, con el cual ha compartido seis años de matrimonio infeliz y del que quiere alejar a su hijo para que no influya negativamente en su educación.

Es una decisión arriesgada y valiente que nos muestra una fortaleza de carácter que choca con la mujer, demasiado tradicional, que ha vivido a la sombra de su marido y aparentemente apocada.

De los dos protagonistas, es la que más me ha gustado, y eso que tampoco es que me haya gustado demasiado pero, al menos, a pesar de que algunas de sus actitudes o decisiones puedan parecer contradictorias, nos muestra un personaje bastante creíble.

La vuelta de Roland, su amor de juventud, hará que quebrante algunas de las normas que han estado muy presentes a lo largo de su vida.

 

Roland no me ha convencido nada, es de esos personajes que no me resultan reales. Creo que la autora exagera en demasía sus cualidades, hasta el punto de conseguir, a veces, como en mi caso, todo lo contrario. Hay detalles que chocan con la vida que ha llevado y el trabajo que desempeña, cualidades ensalzadas, en ciertos momentos, de una forma algo abusiva, que son totalmente desmontadas con pequeños detalles en los que, en otro caso, ni hubieras reparado.

Otro personaje con gran relevancia en la historia es Phillip, el hijo de Lilibet, y tampoco me ha resultado convincente. Cierto que protagoniza algunas escenas muy tiernas, de aquellas que te sacan alguna sonrisa y te arrancan alguna emoción, pero es un niño de cinco años que más bien se comporta y habla como uno de ocho, nueve o diez.

Y ya no digo nada del malo de la historia...

Desde luego, en mi opinión, la autora no ha conseguido crear unos personajes con la suficiente consistencia y credibilidad. Un gran ejemplo es el conde de Somerton, el marido del que Lilibet huye, un personaje que, prácticamente durante todo el libro, vemos a través de los ojos de su esposa y de su hijo, y que, cuando al final aparece en escena, no se parece en nada a la idea que la propia autora nos había creado de él.

 

En cuanto a la trama de la historia, la verdad es que hasta casi el final no ha conseguido engancharme. Los tres romances ocurren al mismo tiempo y en el mismo lugar: un castillo en la Toscana. Para ello hace coincidir algunas de las escenas pero, en este caso, vistas desde el punto de vista de otra pareja. No me parece una mala idea, el problema es que muchas de las cosas que pasan ya las conoces y se pierde la originalidad que encontramos en el primer libro al conocer de antemano parte de los sucesos. La lectura se me ha hecho lenta y algo tediosa, tampoco he encontrado ese toque de humor que fue, para mí, lo más destacado de “Una dama nunca miente” y, además, hay ciertos temas que, creo que al final quedan resueltos de una forma demasiado poco seria y acorde con la época.

En resumen, «Un caballero siempre es discreto» no ha sido la lectura que me esperaba. Sin duda, es un libro que se deja leer, pero ni los personajes ni la historia me han convencido.