Francia, 1939

En el tranquilo pueblo de Carriveau, Vianne Mauriac se despide de su marido, Antoine, que debe marchar al frente. Ella no cree que los nazis vayan a invadir Francia, pero lo hacen, con batallones de soldados marchando por las calles, con caravanas de camiones y tanques, con aviones que llenan los cielos y lanzan bombas sobre los inocentes. Cuando un capitán alemán requisa la casa de Vianne, ella y su hija deben convivir con el enemigo o arriesgarse a perderlo todo. Sin comida ni dinero ni esperanza, Vianne se ve obligada a tomar decisiones cada vez más difíciles para sobrevivir.

La hermana de Vianne, Isabelle, es una joven rebelde de dieciocho años que busca un propósito para su vida con toda la temeraria pasión de la juventud. Mientras miles de parisinos escapan de la ciudad ante la inminente llegada de los alemanes, Isabelle se encuentra con Gaëton, un partisano que cree que los franceses pueden luchar contra los nazis desde dentro de Francia. Isabelle se enamora completamente pero, tras sentirse traicionada, decide unirse a la Resistencia. Sin detenerse nunca para mirar atrás, Isabelle arriesgará su vida una y otra vez para salvar a otros.

«Si algo he aprendido en mi larga vida es esto: en el amor descubrimos quiénes queremos ser; en la guerra descubrimos quiénes somos».

Con estas palabras empieza «El ruiseñor».

A veces basta el principio de una novela para saber que estamos ante una gran historia, y eso es lo que he sentido con este libro. Me he emocionado como hacía mucho tiempo que no me pasaba; las descripciones, los personajes, la trama ambientada en un momento tan incierto y oscuro que le da ese aire tan realista. Todo el conjunto crea un clima que te absorbe.

Cuenta la historia de dos hermanas muy diferentes que se enfrentan de forma distinta al inicio de la Segunda Guerra Mundial, y que evolucionan durante su transcurso. El prólogo me ha intrigado mucho, se sitúa en 1995 y no sabemos quién lo narra ¿Vianne? ¿Isabelle? ¿Otra mujer? Y, ¿quién es Juliette? Los recuerdos de esta anciana nos remontan al verano de 1939, a una Francia que se cree más fuerte que Alemania. Esto me ha hecho sonreír con tristeza —por no llorar—, sabiendo la verdad que estas personas se encontrarían no mucho tiempo después.

Las escenas en tiempo presente son pocas —son las únicas narradas en primera persona, el resto pertenece a otro hilo argumental, otra época, y son en tercera persona—. Me tenían intrigada porque intentaba descubrir quién es la anciana que recuerda la historia, a veces me parecía que era Isabelle y a veces me parecía que era Vianne, incluso a veces era imposible distinguirlo. Me fijaba en cada dato que daban, y hasta si las connotaciones de una sola palabra podía dar la clave. Y es algo que no se descubre hasta casi el final

También me preguntaba por qué ese título tan poético, y proviene del apellido de las dos hermanas: Rossignol. «Ruiseñor». No es esa la razón, hay mucho más detrás de esa palabra, pero todo nace ahí, el resto es algo que hay que descubrir a lo largo del libro.

La presentación de las dos protagonistas es impecable y están tan bien descritas que es como llegar a conocerlas, una puede gustarte más que otra —a mí me ha pasado—, pero ambas inspiran comprensión y fuerza. Kristin Hannah consigue meterte en la piel de las dos mujeres: una maestra de escuela que vive para su pequeña familia y una joven rebelde que no dura mucho tiempo en ningún internado.

Pero las dos cambiarán. Las circunstancias se encargan de ello.

Y aquí es cuando se hace fuerte la afirmación con la que comienza el libro.

Vianne piensa que sólo debe aguantar hasta que vuelva su marido porque él sabrá qué hacer, pero las cosas se ponen peor de lo que nunca hubiera imaginado, con atrocidades que ni siquiera hubiera pensado ver sobre mujeres y niños. Vianne se centra en sobrevivir por su hija.

Recuerdo una escena del principio que me ha conmovido, un diálogo entre Vianne y su marido, cuando él le comunica que ha sido llamado a filas. Ella, conmocionada, le dice: «Pero... pero... si eres cartero», a lo que él responde: «Pues parece que ahora soy soldado». Es como oír cómo se les rompe el alma a los dos.

Y luego está Isabelle. Isabelle. Un personaje que me ha emocionado, con la que he conectado, como hacía tiempo que no me pasaba. Isabelle es valiente, imprudente, impulsiva y temeraria; una persona que no teme a nada porque no tiene nada que perder. Sabe que su actitud puede traerle problemas, pero así es ella. Si esta novela no estuviera basada en un conflicto real, si no hubiera habido valientes que hicieron lo que hace ella, no sé si lo habría creído. Pero, de nuevo, la realidad supera la ficción.

Las escenas de amor no tienen mucho peso, pero el amor sí. Unos amores condicionados por las circunstancias. Se dice demasiado alegremente que un amor es imposible, pero éstos lo son de verdad, cuando cada beso puede ser el último, cuando se pone un país y la vida de otras personas por delante de ese amor. Como dijo Rick Blaine: «El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos». No tengo palabras que lo describan mejor.

Hay muchos dramas románticos ambientados en la guerra, pero hay pocos que te hagan entrar en la historia hasta transportarte a ese momento y a ese lugar. Sólo puedo compararla en temática, calidad, emoción e intensidad con «La loba blanca».

Y qué decir de la ambientación. Maravillosa. En Francia, la guerra no duró mucho, y al pensar en esa época tendemos a pensar en las batallas, en el frente, en el avance de un conflicto que conmovió al mundo. Pero hay otra visión, la de los civiles que se vieron sometidos, pero, sobre todo, la visión de las mujeres que vieron como sus maridos, hermanos e hijos marchaban a luchar y que se quedaban solas para sobrevivir. Esta novela te transporta a una Francia que empieza a ser ocupada, con cientos de franceses saliendo de París como corderos al matadero.

Y con este panorama tan desolador no pensé que fuera a engancharme tanto este libro, pero lo ha hecho. Y es que tiene un ritmo pausado, pero que nunca se detiene, en ocasiones es trepidante con un aire de aventura y de acción. Y la novela entera se me ha pasado volando.

Pero es que esta historia está maravillosamente escrita, perfectamente narrada y documentada. No se recrea en escenas duras, no necesita escenas que nos emocionen gratuitamente, porque es una narradora nata y me ha sorprendido mucho.

Y he llorado. Hacía tiempo que no lloraba así con un libro, sí que muchas veces me caen un par de lágrimas por alguna escena, pero es suficiente con parpadear. Pero llorar con un paquete de pañuelos al lado, no; y este final y su epílogo me han hecho llorar de verdad. Incluso ahora, escribiendo estas líneas, me emociono al recordar una historia memorable, al pensar en unas protagonistas inolvidables.

En el fondo es una novela sobre la lucha contra la guerra, sobre la Resistencia, pero donde el amor es lo que hace seguir adelante a las personas.

No deja indiferente.