DeDanna Ave César, las que van a sufrir te saludan
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| Tema: Un toque de rojo — Sylvia Day Sáb 25 Oct 2014 - 22:59 | |
| Un toque de rojo — Sylvia Day
Sinopsis
Adrian Mitchell, un ángel con un poder inmenso y un deseo insaciable, comanda una élite de centinelas cuya misión es castigar a los ángeles caídos que se han convertido en vampiros. Pero el propio Adrian también ha sido castigado por involucrarse con mortales, más precisamente con Shadoe, hija del líder de los caídos, y su penitencia es perder a la mujer que ama. Ahora, casi doscientos años más tarde, Adrian ha vuelto a encontrarla. Esta vez, no está dispuesto a dejarla ir.
Lindsay Gibson no recuerda nada de su vida anterior. Sólo sabe que no puede evitar la intensa atracción que siente por ese ángel seductor que se cruza en su camino. Cuando Lindsay cae en un peligroso mundo de pasiones tumultuosas, se ve atrapada entre su amante ángel, su padre vampiro, y una revuelta de seres sobrenaturales, en la que no sólo su amor y su vida están juego, sino también su propia alma...
Valoración
Voy a empezar la crítica señalando que es muy probable que me lea el siguiente de la serie. Y voy a empezar así porque soy muy consciente de que tengo unas cuantas cosas negativas que comentar y que pueden dar la idea de que voy a plantar los libros, a la Day y hasta la lectura de romántica paranormal si se tercia, pero es que no es ése el caso.
Sí, ya sé, no me entendéis, me lo supongo. Pasa mucho más de lo que podéis imaginar, pero a ver si consigo explicarme: el asunto es que mis principales problemas con la novela tienen más que ver con mis gustos y manías particulares que con el desarrollo de la misma que, sin ser para lanzar cohetes, resulta entretenido. Sin ser ni una temática ni una historia demasiado originales, la autora consigue crear una novela amena y que, después de las primeras páginas, fluye sin problemas. Y digo «después de las primeras páginas» porque, como de costumbre, Sylvia Day comete el error típico de este tipo de temáticas, al introducir al lector de forma demasiado brusca en un universo desconocido hasta entonces para él, de modo que la información se acumula, los datos para explicarla se amontonan y la confusión es total hasta que empiezas a centrarte o —como es mi caso, que ya llevo muchos universos fantásticos entre pecho y espalda— hasta que decides pasar de todo y esperar a que, más tarde o más temprano se haga la luz.
Bien, pues más o menos cuando llevaba unas cincuenta o sesenta páginas leídas, empezó a funcionar la cosa y me encontré centrada en la historia. Y sí, estaba centrada, en serio, pero como una parte de mi cabeza es una hija de su madre sin sentimientos, no dejaba de escuchar una vocecita que me susurraba lo que no me estaba gustando nada. Y es que reconozco que no es culpa de nadie, salvo mía, el elegir una temática de ángeles, sabiendo como sé que ese tipo de historias siempre me acaban causando un «choque cultural» entre lo que me han enseñado durante toda la vida y lo que estoy viendo reflejado en la novela, pero aun así hay ciertos choques que me resultan más difíciles de aceptar que otros.
Veamos, acepto que los ángeles tengan sexo, de acuerdo. Sigo creyendo que anda que no hay mitologías muchísimo menos conocidas que reinventar sin causar traumas irreversibles, pero vale, lo acepto. Acepto, como consecuencia lógica en una novela romántica, que esos ángeles se enamoren. Y acepto, claro, que estén dispuestos a renunciar a sus alas, a convertirse en caídos —en vampiros, para entendernos, aunque ya empieza a cansarme la relación entre la caída de los ángeles y el vampirismo, que sí, me suena, como a todas— por tener a la mujer a la que desean.
Pero reconozco que hasta aquí ya he dado un salto de fe y es difícil que se me pueda pedir mucho más y, por supuesto, se me pide más. No me entendáis mal, soy la persona menos creyente de todo el universo conocido y parte del ignoto, pero no puedo escapar a las inacabables clases de religión y a una cultura centrada en la moral católica, así que, como es lógico, la mitología cristiana me resulta algo más que familiar y la conozco bien . O, al menos, la conozco tan bien como un ateo la puede conocer. Y me encuentro con que nuestro ángel jefazo, encargado de vigilar a los caídos, lleva algo así como chorrocientos años enamorado de la misma mujer, en todas y cada una de sus reencarnaciones —¿Un momento? ¿Reencarnaciones? ¿Mezcladas con mitología cristiana? Ajá, bien, vale, aceptemos barco como animal acuático—, chorrocientos años buscando su alma en cada cuerpo, chorrocientos años encontrándola y llevándosela a la cama una y otra y otra vez, cuando tiene eso algo más que terminantemente prohibido.
Y el Gran Jefe —sí, el de arriba— en Babia y haciendo sudokus o algo.
Que no es que Adrian, el prota, se esconda, ¿eh? Que todos sus ángeles parecen saber de su historia, todos saben que ahí está Shadoe, que lo pone como una moto cada vez que aparece y que hasta los rivales malosos —aquí conocidos como «los vampiros»— tienen claro que se la cepilla en cada reencarnación. Que no sé cómo lo veis, pero si yo soy el pobre vampiro que está hasta el moño de que lo persigan los centinelas, o el triste licano —aquí bicho raro cambiaformas que es un caído, pero menos porque sirve a los centinelas— esclavizado por los ángeles cachas, pido audiencia con el jefazo y lo pongo al día sin dudarlo y con todos los escabrosos detalles. Sorprendiéndome, eso sí, de que el Dios de toda la vida, tan omnisciente y omnipotente él, no esté enterado de que su soldadito está violando —literalmente— las reglas, cepillándose a varias humanas en las decenas de reencarnaciones de su amor perdido.
Que sí, que es un universo inventado, pero preferiría que fuera inventado de todo, la verdad. Es que imaginarme al Dios vengador del Antiguo Testamento en las nubes e ignorando lo que hacen sus ángeles y, encima, mezclar vampirismo con ángeles, cambiaformas y reencarnaciones, es pedirme demasiado. No por una cuestión religiosa, conste, sino porque es una mitología que tengo tan asimilada, asumida e interiorizada, que cualquier reinvención que quiera hacérsele tiene que estar muy bien hecha para que me convenza. Me pasaría lo mismo si alguien intentara reinventar la mitología céltica hablándome de la lucha del Bien contra el Mal protagonizada por unos druidas megacachas, por ejemplo. Y supongo que alguien lo habrá hecho, pero al menos ahí he tenido la prudencia de no acercarme a libros con esa temática.
Pero, en fin, como la culpa fue mía al elegir leer una novela de ángeles, intenté esquivar la vocecita esa que os decía, que no dejaba de insistir en que Dios pasaba mucho de todo y que bien podían dedicarse a pasar de él, y seguí leyendo.
¿Segundo problema? La dichosa reencarnación, las almas que se reconocen, el flechazo inmediato. Sé que hay decenas de novelas que recurren al «alma gemela» o a la «compañera designada» o a como quiera que se le ocurra llamarlo a la autora en cuestión, pero a mí me repatean. Es algo personal, lo sé, pero es que me parece tan, pero tan fácil... Como no sé bien cómo enamorarlos a lo largo de la historia, pues los pongo ya enamorados desde el principio de los tiempos y tira millas.
Para ser justa, este problema acaba diluyéndose, pero si os cuento cómo os estaría destripando el final —que yo me veía venir, pero oye, por si acaso—, así que me callo. Pero poquito, porque después de chorrocientos años enamorado, desenamorarte y enamorarte en un mes escaso, me toca la moral, francamente. Si yo fuera Lindsay, no confiaría un pimiento en Adrian, que tanto amor eterno, tanto amor eterno y… Me callo. Ya me callo.
¿Tercer problema? Éste quizá no lo sea tanto. Es que me da la impresión de que me falta algo. No puedo explicarlo sin desvelaros demasiado la trama, pero creo que al personaje de Lindsay le hacen falta un par de explicaciones. Y es que, durante toda la novela se ve que ella es distinta, que no es como todas las encarnaciones de Shadoe, que hay algo más… Pero, o yo ya estaba cansada por razones que no vienen al caso, o me da que todo eso se quedó en nada. A ver, parece que no es así, parece que se aclara, pero no. Para mí, no. Lo que ocurre es que no lo pongo como error porque no sé si la autora va a seguir desarrollando el tema en libros posteriores, así que es posible que si me lanzo como una descosida sobre esto, esté adelantándome a los acontecimientos, así que espero con paciencia infinita, a ver qué pasa. Pero que quede claro que la tengo calada, ¿eh?
Y, a pesar de todo esto, seguiré leyendo la serie. ¿Por qué? Bueno, pues porque es entretenida y porque, total, ya que me he tomado el trabajo de intentar creerme ese universo extraño, qué menos que darle otra oportunidad.
Y porque imagino que la historia tirará por otros derroteros —con el tema de los licanos— que me gustará más y porque, a pesar de los problemas que tuve con ella, me resultó entretenida y fácil de leer.
Como nota anecdótica, comento que los dos últimos libros que le he leído a esta mujer no tienen, ni de lejos, tantas escenas de sexo como tenían los primeros que le leí. Apenas hay las justas y, aunque son bastante explícitas, están muy lejos de las novelas anteriores. No sé si porque ella está cambiando y puliendo el estilo, o porque le han cambiado de traductor —lo comprobaría, pero ahora mismo estoy muy cómoda aquí sentada, con el portátil en las rodillas—, ya no están llenas hasta la bandera de palabras de cuatro letras, clasificadas en el diccionario como «vulgares». Aunque espero que, si se trata de la propia autora y no de una traducción diferente, esto sea una especie de fase intermedia, porque si bien acabo hartita de las palabras malsonantes en la narración, en los diálogos me importan un poco menos y hasta las encuentro lógicas en ciertos casos. Y aunque soy consciente de que no a todo el mundo le gusta la «charla guarra», ésta funciona porque lo es. Y, claro, charla guarra con palabras como «pene», pues no me encaja mucho. Y tampoco me imagino, a dos segundos del orgasmo, usando una palabra como «succióname», ni aunque me nazca otro cerebro en la entrepierna, que todo lo que pase de una bisílaba me parece excesivo en ese momento, pero yo qué sé, cosas más raras he visto...
En fin, que a pesar de todo lo que he dicho, la novela no está mal. Que es entretenida, que se lee sin problemas y que, para ser el primero de una serie paranormal, que siempre es el más difícil de pillar, se lee sin problemas. Ya veremos en qué línea continúa y si yo sigo enganchada al carro o no.
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