—JRW confirma que Murhder aparecerá en Lover Mine y además sugiere que “técnicamente” podría seguir siendo un hermano.

—Definitivamente, Qhuinn y Blay son sus respectivos Felices para Siempre (HEA). Básicamente ya están vinculados, salvo por el pequeño problema de que Qhuinn acepte sus sentimientos y siga adelante.

—Okay, creo que terminamos.
John sintió un último golpe en el hombro y luego la pistola de tatuajes quedó en silencio. Enderezándose de la posición de descanso en que había estado acurrucado durante las últimas dos horas, estiró los brazos por encima de la cabeza tirando de su torso hasta regresarlo a su posición habitual.
—Dame un segundo para limpiarte.
Mientras el macho humano se dirigía hacia un lavabo de acero inoxidable, John acomodó su peso sobre su columna vertebral una vez más, y dejó que el hormigueante zumbido que se extendía a lo largo de la parte superior de su espalda reverberara a través de su cuerpo entero.
En la calma que siguió, lo asaltó un extraño recuerdo, uno en el que no había pensado durante años. Era de la época en la que había vivido en el orfanato de Nuestra Señora, de cuando aún no sabía quién era en realidad. Uno de los benefactores del lugar era un hombre rico que poseía una gran casa a orillas del lago Saranac. Todos los veranos los niños eran invitados a pasar un día allí a jugar en el prado del tamaño de una cancha de football, a pasear en su hermoso bote de madera y a comer bocadillos y sandías.
John siempre se insolaba. Sin importar cuánta loción le embadurnaran, su piel siempre se achicharraba… hasta que al final lo relegaron a que se resguardara bajo la sombra del porche. Viéndose forzado a esperar al margen, se dedicaba a observar a los otros niños y niñas, escuchando sus risas recorrer el césped de color verde brillante, también le llevaban la comida y comía solo, por lo que presenciaba la diversión en vez de ser parte de la misma.
Curioso, en ese momento sentía la espalda como solía sentir la piel en ese entonces: tirante y con comezón, especialmente cuando el tatuador volvió con una toalla mojada y la pasó formando círculos sobre la tinta fresca.
Joder, John podía recordar como lo atemorizaba ese suplicio anual en el lago. Deseaba tanto estar con los demás… aunque para ser honesto, no se trataba tanto de participar en lo que hacían, sino de lo desesperado que estaba por encajar. Por el amor de Dios, podrían haber estado masticando vidrio molido y sangrando sobre toda la parte delantera de sus camisetas y de todas formas hubiera estado ansioso por participar.
Esas seis horas en el porche sin otra cosa que hacer salvo leer historietas o tal vez inspeccionar una y otra vez un nido de pájaros caído le habían parecido largas como meses. Demasiado tiempo para pensar y anhelar. Siempre había tenido la esperanza de que lo adoptaran y en momentos solitarios como ese, la compulsión lo consumía: aún más que pertenecer a ese grupo de niñitos, había deseado una familia, una verdadera madre y un padre, y no sólo unos guardianes a quienes les pagaban para criarlo.
Deseaba pertenecer a alguien. Deseaba que alguien dijera «eres mío».
Claro que, ahora que sabía lo que era… ahora que vivía como un vampiro entre vampiros, entendía mucho más claramente ese asunto de la «pertenencia». Evidentemente, los humanos tenían la noción de lo que eran las unidades familiares, el matrimonio y toda esa mierda, pero los vampiros eran más parecidos a los animales que vivían en manadas. Los lazos sanguíneos y los emparejamientos eran mucho más viscerales e intensos.
Cuando pensaba en su propia y triste infancia, le dolía el pecho… pero no debido al deseo de poder volver atrás en el tiempo para decirle a ese pequeñito que sus padres irían a buscarlo. Nop, se condolía porque lo que tanto había añorado había sido lo que casi lo había destruido. Su adopción ciertamente había llegado, pero la «pertenencia» no se había conformado. Wellsie y Tohr habían entrado en su vida, le habían dicho qué era y le habían mostrado un breve atisbo del hogar… y luego habían desaparecido.
Por lo que podía afirmar categóricamente que, era mucho peor haber tenido padres y haberlos perdido, que nunca haberlos tenido.
Si, era cierto que técnicamente, Tohr había regresado a la mansión de la Hermandad, pero para John estaba por siempre ausente: a pesar de que ahora estaba diciendo todas las cosas adecuadas, habían ocurrido demasiados abandonos, de forma que ahora aunque probablemente se tratara de un asentamiento definitivo, era demasiado tarde.
John había terminado con todo el asunto Tohr.
—Aquí hay un espejo. Compruébalo compadre.
John hizo un gesto con la cabeza en señal de agradecimiento y se dirigió hacia un espejo de cuerpo entero que había en una esquina. Cuando Blay entró luego de fumarse un cigarrillo y Qhuinn emergió de detrás de la cortina de la habitación contigua, John se volvió y pudo echarle un vistazo a lo que tenía en la espalda.
Era exactamente lo que quería. Y el trabajo ornamental era de primera categoría.
Asintió mientras movía el espejo de mano, examinándose desde todos los ángulos. Joder, era una pena que nadie más que él y sus amigos fueran a verlo. El tatuaje era espectacular.
Tenía el nombre de Xhex sobre su piel. Siempre sería una parte de él. Hasta que la muerte hiciera que su carne se desprendiera de sus huesos.
No importaba lo que ocurriera a continuación, ya fuera que la encontrara viva o muerta, ella siempre estaría con él.
La visión de esas cuatro letras en la Antigua Lengua lo tranquilizaba. Que era más de lo que podía decir de cualquier otra cosa que hubiera intentado. Beber, trabajar hasta la extenuación, luchar con lessers hasta que solo ellos quedaran sangrando… nada le daba paz.
Esas últimas dos semanas desde el secuestro habían sido las más largas de su vida. Y ciertamente había tenido días jodidamente largos antes de toda esta mierda.
Dios, el no saber dónde estaba. No saber qué le había ocurrido. Haberla perdido… a pesar de tener la piel intacta, los brazos y piernas ilesos y de que su pecho no hubiera sido penetrado por hoja o bala alguna sentía como si le hubieran infringido una herida mortal.
Cierto, ella no lo había querido. Cierto, ella lo había rechazado. Pero el asunto era así: después de haberse intoxicado debido a su rechazo, se había dado cuenta que aún cuando ella no compartiera sus sentimientos, él seguía siendo dueño de sus propios sentimientos.
Todavía podía comprometer su vida a la de ella. Y matar para encontrarla. Y traerla de regreso a casa en cualquier condición en la que se encontrara… ya fuera para curarla o para enterrarla.
Ella le pertenecía. Y la falta de reciprocidad no cambiaba esa realidad. Aún cuando la trajera de regreso solamente para que pudiera vivir una vida que no lo incluyera, estaba bien. Lo único que deseaba era que estuviera sana y salva.
Suponía que era por eso que sabía que realmente la amaba.
John miró al artista, se puso la mano sobre el corazón e hizo una profunda reverencia. Cuando se levantó de su posición de gratitud, el hombre le extendió la mano.
—De nada, amigo. Tu aprobación significa mucho para mi. Deja que ahora lo cubra con una venda.
Después de estrecharse las manos, John habló por señas y Blay tradujo:
—No es necesario. Sana a la velocidad del rayo.
—Pero va a necesitar un tiempo para… —El tatuador se inclinó hacia delante y luego, de inspeccionar su obra, frunció el ceño.
Antes de que el tipo comenzara a hacer preguntas, John dio un paso atrás y tomó su camisa de manos de Blay. El hecho era que, la tinta que habían traído con ellos había sido tomada de las provisiones de V… lo que significaba que parte de su composición incluía sal. Ese nombre y esa fabulosa caligrafía estarían en la piel de John de forma permanente… y su piel ya había sanado.
Que era una de las ventajas de ser un vampiro de linaje casi puro.
Blaylock le entregó la chaqueta a John, y mientras la mujer con la que Qhuinn había tenido sexo salía de detrás de la cortina de la habitación contigua, era difícil no notar la expresión dolida de Blay. Como alguien que también sentía sus pantalones oprimidos por un tema de amor no correspondido, el primer impulso de John fue tratar de confortar a su amigo, pero se contuvo.
A veces lo único que le quedaba a un tipo era su dignidad.
—Ese tatuaje es espectacular —dijo Qhuinn.
Cuando la mujer asintió y deslizó un trozo de papel en el bolsillo trasero de Qhuinn, John tuvo intención de decirle que no se hiciera muchas ilusiones. Una vez que el tipo había poseído a alguien terminaba la relación… como si sus parejas sexuales fueran maquinillas de afeitar descartables que usaba para rebajar los filos de su agresión. Desafortunadamente había que decir que Kat von D* parecía tener estrellas en los ojos.

*Kat Von D (su nombre real es Antonia Drachenberg Galeano) .es conocida por su trabajo en Miami Ink que en compañía de Ami James, Chris Garver, Chris Núñez, Darren Brass y Yoji Harada se encargaban de realizar tatuajes y otras artes referentes al diseño.
Kat hoy en día tiene su propio local de tatuajes y show de t.v. muy parecido y con la misma idea que Miami Ink, solo que en otra ciudad, Los Ángeles, por lo cual el show lleva por nombre L.A. Ink.

—Llámame —susurró con una confianza que se iría desvaneciendo con el correr de los días.
Qhuinn sonrió un poco.
—Cuídate.
Ante el sonido de esa palabra, Blay se relajó, sus grandes hombros se aflojaron. En Qhuinn-landia, «cuídate» era sinónimo de «nunca volveré a verte, llamarte o joderte otra vez».
John sacó su billetera, repleta de billetes y sin absolutamente ninguna identificación, y retiró cuatro billetes de cien. Que era el doble del costo del tatuaje. Cuando el artista comenzó a negar con la cabeza diciendo que era demasiado, John le hizo una seña a Qhuinn.
Ambos levantaron las palmas de sus manos derechas frente a los humanos y luego tocaron sus mentes cubriendo los recuerdos de las últimas dos horas. Ni el artista ni la recepcionista tendrían recuerdos concretos de lo que habían hecho. A lo sumo, podrían llegar a tener sueños vagos. Y como mínimo tendrían un dolor de cabeza.
Mientras el par caía en un trance, John, Blay y Qhuinn salieron por la puerta del negocio y desaparecieron en las sombras. Aguardaron hasta que el artista sacudió la cabeza volviendo a enfocarse, fue hasta la puerta y corrió el cerrojo… y luego llegó la hora de volver al trabajo.
—¿Al Iron Mask? —preguntó Qhuinn. Su voz era un poco más baja de lo habitual, evidencia de la satisfacción post-coito.
Blay encendió un Dunhill mientras John asentía y gesticulaba: Nos están esperando.
Uno tras otro, los tres desaparecieron en la noche. John fue el último en desvanecerse luego de hacer una pausa, con los instintos repiqueteando.
Mirando a izquierda y derecha, sus ojos agudos como láseres atravesaron la oscuridad. La calle Trade tenía muchas luces de neón y había autos desplazándose ya que solo eran las dos de la madrugada, pero no eran las partes iluminadas las que le interesaban.
El asunto eran los aliados oscuros.
Alguien estaba observándoles.
Metió la mano dentro de su chaqueta de cuero y cerró la palma alrededor de la empuñadura de su daga. No tenía problemas en matar a sus enemigos, especialmente ahora que sabía condenadamente bien quién tenía a su hembra… tenía la esperanza de que algo que oliera como un venado que llevaba muerto una semana saliera a su encuentro.
No tuvo tanta suerte. En vez de ello, sonó su móvil emitiendo un silbido. Sin duda Qhuinn y/o Blay estarían preguntándose dónde mierda estaba.
Aguardó un minuto más y decidió que la información de las Sombras era más importante que enzarzarse con el asesino que estuviera escondiéndose en la oscuridad. Debía concentrarse en Xhex. Ella era la única cosa importante en todo el mundo. Llevarla a salvo a casa era el sine qua non*.

*Sine que non es una locución latina originalmente utilizada como término legal para decir "condición sin la cual no". Se refiere a una acción, condición, o ingrediente imprescindible y esencial.

Con la sed de venganza fluyendo espesa en sus venas, John se desmaterializó en el aire, sin dejar rastro tras de si.