Amante Renacido
Sinopsis:
Desde la muerte de su shellan, Tohrment ha dejado de ser el valeroso líder vampiro que fue antaño. Físicamente demacrado y con el corazón roto después de su pérdida, ha sido devuelto a la Hermandad por un ángel caído. Ahora que ha de estar listo para la lucha, no siente el hambre de venganza de antes y no está preparado para la nueva tragedia que le espera.Tohr ha empezado a ver a la mujer que amaba en sueños -atrapada en un lugar frío y aislado, muy lejos de la tranquilidad del Ocaso- y recupera la esperanza en salvar a aquella que una vez perdió.
Pero sus ilusiones se ven truncadas por las palabras de Lassiter: ha de aprender a amar a otra persona para de este modo poder liberar a su antigua compañera. Tohr se da cuenta de que todos ellos se han condenado...
Solo que en ese momento una hembra con un pasado oscuro comienza a abrirse paso hacia él mientras se ve inmerso en una cruenta guerra contra los restrictores, y con un nuevo clan de vampiros que intenta por todos los medios ocupar el trono del Rey Ciego. Tohr deberá elegir entre enterrar el pasado o dejarse llevar hacia un ardiente y apasionado futuro, pero ¿podrá su corazón desprenderse del pasado y liberarlos así a todos ellos?
Valoración:
Como seguidora de J.R.Ward, y fan de los eternos hermanos, creo que este libro queda fuera de lugar. Lo primero y ante todo: no puedes desmitificar leyendas que has creado tú misma, como pasa en esta historia. En la literatura romántica, hemos encontrado historias de vampiros de todo tipo: buenos, malos, herbívoros, sangrívoros, etc… no estoy desvelando nada nuevo, pero una de las cosas que nos daba originalidad dentro de esta saga de chupasangres era que eran totalmente dependientes de su pareja, en este caso de sus Shellans; la única forma de saciarse y de vincularse hasta extremos de necesidad, que los humanos quizás nunca fuésemos capaces de imaginarnos o entender; esto es al menos lo que nos ha vendido Ward desde que leímos Amante Oscuro, hace ya mucho tiempo.
Digamos que esta historia es la anti-historia de la saga sobre la relación entre machos y hembras de la Daga Negra. Donde resulta que ahora las cosas cambian. Sí, lo sé, la autora se desvive durante todo el libro por darnos miles de explicaciones de cómo son las cosas, cómo cambia todo y el nuevo futuro que se está abriendo ante Thorment. Incluso utiliza a Lassiter y lo involucra para que haga que Thor reaccione.
Yo, como fan de la saga, me he sentido un poco defraudada: la historia cojea por muchas partes. No me sirven los argumentos que explican para dejar de lado a Wellsie y mucho menos me vale para compensar a dos personajes solitarios y abandonados. Algo que, a mi parecer, resta muchos puntos a las mitificadas hembras, como he dicho al principio.
Para explicar el sufrimiento de Thor por la pérdida o la soledad, debería haberlo encauzado de otra manera y sobre todo con otro tacto, pero no ha sido así; para compensar los altibajos de esta historia “pasajera”, la autora ha incluido partes muy importantes y escenas muy subidas de tono de Blay y Qhuinn consiguiendo con esto que el lector este más pendiente de la relación de estos dos, que de la historia de trasfondo, que en realidad es la historia protagonista.
Ya sabemos que, en este tipo de lectura, todo el mundo tiene que acabar, no sólo emparejado, sino enamorado, realizado con su pareja y feliz, y Thorment está claro que no se merecía menos, pero no así, no echando por tierra leyendas. Esto me ha dejado tocada como seguidora, porque no sé cómo veré ahora al resto de parejas que vayan formándose e incluso a las ya conocidas, creo que este tipo de cambios en las historias originales son muy arriesgados. Este libro no estará entre mis favoritos.
Con este libro hemos terminado todas las historias de los hermanos originales, y Ward nos ha ido abriendo boca para nuevos rostros que nos darán mucho que hablar; sin duda esta historia ha sido un avance estupendo para Lover at Last, el título del libro en el que conoceremos por fin la historia de Blay y Qhuinn, la autora ha conseguido una vez más ponernos los dientes largos.