Mi custodio - Laura Nuño.

Sinopsis:

Dejadme que me presente, soy un Custodio, un Oculto. Un ser que vive en las sombras desde hace dos mil cincuenta y ocho años. En mi vida solo hay una misión: proteger a los Humanos, aunque los odio con toda esa alma que perdí hace tantos años.

Sin embargo ahora todo ha cambiado. La he descubierto a ella, mi destino; mi luz. La necesito. La quiero.

Desde que la percibí por primera vez, mi existencia tiene un objetivo. Pero la busco y me elude… Ya no puedo soportarlo más.

Si pudiera estrecharla entre mis brazos no me importarían las consecuencias ni que castigo me espera. Porque ella... Ella es diferente. Cuando por fin la tenga a mi lado, me dará igual todo lo que ocurra.

¿Podré llegar a alcanzarla?


Valoración:

Llevo cinco minutos con las manos sobre el teclado pensando cómo diablos voy a orientar esta crítica… Y sin acabar de decidirme. Por supuesto, tengo mi vena malvada —vale, lo sé, no es una vena, sino una arteria y de las principales— y mi primer instinto cuando algo me fastidia es hincar el colmillo hasta clavarlo en hueso. Pero también me gusta ser coherente y, si puedo, objetiva. Con esto en mente, os comentaré lo que creo que podéis encontrar de positivo en la novela, para que podáis decidir por vosotras mismas… Y luego me dedicaré a explicar lo que pienso yo del mismo punto. Y en esa explicación seré yo misma, así que me disculpo de antemano, que me conozco.

Para empezar, el estilo no es malo y promete. La autora demuestra una mano que podría llegar a ser muy firme y su prosa funciona. Quizá no es la prosa que a mí me gusta encontrarme, pero debo reconocer que funciona… casi siempre. Y soy lo bastante objetiva como para reconocer que algo puede ser bueno y, sin embargo, no gustarme. Es una triste desgracia que no todo el mundo tenga mis gustos, pero he acabado por reconocer que es lo que hay.

La historia entretiene y se lee sin problemas… casi siempre. Y creo que esto, en parte, es una cuestión de incompatibilidad. No me malinterpretéis, valoro el humor como el que más. Mucho más que la mayoría de la gente, de hecho. Mi personalidad maldita siempre acaba por atraparme y hacerme ver el lado humorístico de cualquier situación y, por ello, me encanta encontrarme en cualquier momento con una excusa para una buena carcajada. Y en esta historia debería haberlas. Es más, estoy segura que más de una de vosotras la encontrará divertida y se reirá cuando se supone que debería reírse. A mí es que, más que hacerme gracia, me exasperó, pero es que el humor es como todo: hay mil clases y no todos te hacen reír. Y, además, por mucho que me guste encontrarme con situaciones humorísticas, tienen un momento y un lugar y en esta novela a veces no encajan. Y mi problema, además de no empatizar con el sentido del humor de la autora —algo de lo que ella no tiene la culpa, por supuesto—, fue que, muchas veces, me pareció «incrustado». Hay que hacer un chiste porque hay que hacerlo y porque, ahora mismo, me apetece muchísimo poner esta situación que es muy graciosa, aunque suponga un anticlímax total. Estoy segurísima de que no fue la intención de Laura Nuño al escribir la novela y estoy segurísima de que no os pasará a todas, pero esa fue mi impresión y, por momentos, esas situaciones me sacaban de forma irremediable de la lectura.

Luego está la «naturalidad». Adoro la naturalidad, en serio. Soy una firme defensora de que una prosa cuidada no es necesariamente una prosa rebuscada y que los diálogos tienen que ser naturales sí o sí y los personajes tienen que hablar como personas, que al fin y al cabo es lo que deberían ser para el lector, si el autor hace bien su trabajo: seres de carne y hueso, reales y vivos, al menos por el tiempo en el que estás pasando páginas. Pero la naturalidad tiene un problema: que a veces te pasas. A veces quieres ser tan, pero tan natural, que te vas al otro lado y entras en el terreno del cliché. Para mí, eso es lo que pasa aquí, pero ya he visto más autoras a las que les ocurre y sólo yo parezco darme cuenta, así que cerraré la boca también sobre eso. Sin embargo, no lo haré sobre el hecho de que todos los personajes masculinos me parecen exactamente iguales y hablan exactamente igual. Seamos sensatos, no todo el mundo dice docenas de tacos —vale, yo sí, pero todo el mundo no—, no todo el mundo es grosero y no todo el mundo habla como si fuera un pandillero, sea un guerrero milenario o no. Pero es que para mi (poco) modesto entender, a todos los personajes les falta un hervor. No acabo de verlos, no acabo de creérmelos y no acabo de distinguirlos unos de otros. Como soy una lectora de personaje, la diferencia fundamental entre un escritor con oficio y otro que tiene mucho que aprender es, precisamente, conseguir que sus criaturas vivan y sean creíbles y únicas. Y se puede hacer con un poquito de técnica, de verdad que sí. No es tan difícil. Hay mil formas de hacer vivir a un personaje y, aunque cada autor acaba encontrando la que le resulta más cómoda, todas funcionan si se saben usar. Y, desde mi punto de vista, aquí fallan muchas de ellas: desde el lenguaje a la actitud, pasando por los gestos, los gustos y las manías. Claro que, si no sois lectoras de personaje y os dan igual los clichés mal aprovechados, tampoco os importará, así que ya sabéis.

Siguiendo con los personajes, reconozco que ahí me encontré con el mayor escollo de la novela: no soporté a los protagonistas. De hecho, creo que si la autora hubiera intentado que los odiara a muerte, no lo habría podido hacer mejor. Él me parece un imbécil, un prepotente, un simple, un descerebrado y un patán. Después de darle muchas vueltas, entendí que algunas cosas eran intentos de ese humor con el que ya comenté que no acababa de empatizar, pero eso no arregló que me pareciera un perfecto imbécil. No, borrad eso: un imbécil sin más. Me niego a considerarlo perfecto en nada.

Ella es insustancial. Me encantaría daros más datos, pero es que  no puedo, porque tiene tan poquita chicha que apenas acabo de cerrar el libro y ya aparece difusa en mi memoria. Se supone que, en un momento dado de la historia, saca el carácter y se muestra como una auténtica guerrera que impresiona a todo el mundo, incluso a hombres curtidos en mil batallas. Se supone. Porque ellos lo dicen. Y porque, desde ese supuesto arrebato, todos la miran como si fuera la mismísima Epona hecha carne (después explico por qué una diosa céltica en particular), pero yo no lo vi por ningún lado. Lo único que vi fue una niñata pegando una patada en el suelo, comportándose como una maleducada y una histérica. Y un personaje vacío, del que sólo unes los puntos por su relación con Ronan.

Sobre la historia de amor, vale, usamos el recurso fácil de la Compañera Designada. Y yo lo detesto, pero ahí hay miles de autoras usándolo y tienen miles de lectoras, así que también cerraré mi malvada boquita sobre esto, pero que sepáis que es lo que hay. Me creo que se enamoran porque se supone que me lo tengo que creer, pero nada más.

Y sobre la trama en sí… Bueno, me habría gustado más si no hubiera leído —y plantado— a los Dark Hunters. Y ahora es cuando vendrá alguien y me dirá que hay mil diferencias y yo me encogeré de hombros y diré que sí, que seguro que las hay, pero, es que vamos a ver, dejadme que os ponga en situación: tenemos humanos que, a la hora de su muerte, han cedido sus almas a la Tríada de la Oscuridad (y paso de meterme en cómo se trata la mitología céltica, porque ahí sí que me ha dado con el punto flaco y no podría ser objetiva ni aunque quisiera, así que me limitaré a sufrir en silencio) a cambio de la inmortalidad, y que deben proteger a la humanidad contra los seres oscuros que suponen un peligro para ella. ¿Os va sonando? ¿Y si os digo que tienen colmillos, no pueden salir a la luz del sol, pero no beben sangre y que, sin embargo, se dedican a cazar a otros seres que sí lo hacen? ¿Todavía no? Vale, entonces puedo contaros que tienen un jefe mega-poderoso, que es un semidiós y que tiene los ojos multicolor. Y, así, como detallitos, también tenemos un humano que acompaña a nuestro guerrero protagonista y a una protegida del jefe-mega-poderoso-ideal-de-la-muerte-semidiós-qué-te-quedas. Y como llegados a este punto ya me dan igual los spoilers, os advierto de que viene uno, así que saltaos el resto del párrafo si no queréis leerlo: ese semidiós es el que entrega a los dioses las almas de los humanos y el que, supuestamente, podría recuperarlas. Y el que lo sabe todo y sólo dice lo que le conviene, porque, oye, que puedas hacerlo no significa… Sí, ya sé que todas sabéis cómo acaba esa frase.

Si llegados a este punto no os suena de nada, me rindo.

Y ya estoy llegando al final, así que ahora mismo ni me voy a molestar en ser objetiva, porque, total, creo que ya será el último párrafo. Así que allá voy:

¡¿Dos narradores?! ¿Uno en primera y otro en tercera? ¿En el mismo plano argumental? ¿En serio? ¡¿Nos hemos vuelto todos locos o qué?! ¡Por todos los dioses, mujer, elige un puñetero narrador y apechuga con las consecuencias de tu elección y los experimentos en la cocina! Hay un puñado de autores —buenos autores, grandes autores— capaces de hacer algo así y salir bien parados, pero antes de correr hay que saber andar. Y nunca, jamás, por nada del mundo, entenderé que se usen dos narradores en el mismo puñetero plano argumental. Despista al lector, hace incómoda la narración y es un error de manual. Que sí, que es muy divertido ver los pensamientos de Ronan —a mí no me hacen gracia, pero ya he dicho que es cosa mía—, pero arréglalo con una puñetera tercera subjetiva o renuncia a ellos. O haz dos primeras. Pero ¿una tercera y una primera? Venga ya, no, por favor. Que soy de las que dice que los cursos de técnica literaria sólo sirven para el que los da, pero hasta yo tengo mis límites. Y ser fiel a la elección del narrador es uno que no se debería traspasar jamás a no ser que se esté muy, muy seguro de lo que se está haciendo. Y nunca en el mismo plano argumental. Llamadme clásica y no será cierto, pero aquí tendréis razón. Esto es como lo de escribir un libro en futuro. Sí, muy bonito el experimento, muy llamativo la primera vez que se hizo, pero cuando alguien lo copió la cosa fue en plan: «hale, otro de esos libros escritos en futuro». Pues igual para esto. Y ya puestos, y suponiendo que pudiera perdonar los dos narradores —que no es el caso—, lo que no puedo perdonar es el cambio de narrador dentro del mismo capítulo y el mismo enfoque. Quiero decir: él está narrado en primera. Ella en tercera subjetiva. Vale, metedura de pata, para mí, pero ya que lo has hecho, pues adelante con los faroles. Lo que ya me mató fue cuando la tercera subjetiva se convirtió en un omnisciente en unos cuantos párrafos, sin que, probablemente, ni la autora se diera cuenta de ello. Y habrá quien no lo note, pero yo sí. Y me desquicia. Que sí, que elegir narrador tiene consecuencias y no todas convienen a los intereses del autor, pero te fastidias y te aguantas con lo que has elegido y, si no puedes, elige otra cosa. Pero no cambies de narrador como quien cambia de chaqueta, porque despista cosa mala.

Y un apunte final, por si sale una siguiente entrega, o la autora publica otra cosa: cuidado con los laísmos. Por favor. Que hay como una docena y de los muy molestos. Y que sí, que el corrector podría haberlos visto, pero, si hubo corrector, no los vio. Y la autora tampoco. Y duelen.

Bueno, si habéis llegado hasta aquí, pues supongo que os imagináis lo que me pareció a mí el libro. No obstante, y como sé que la vida no es como yo creo que es —un fallo como otro cualquiera—, no os desanimo a intentarlo. Luego venid, contádmelo y ya discutiremos. O no.

     

¿Como es que la mezcla de narradores se ha puesto de moda? Me descolocan.

¿Te habrás quedado a gusto... Uff    Y no creo que lo lea

Uf! No se yo si me atreveré a leerlo. Ya me lo pensaré.
Gracias por la crítica.

Cómo te ha gustado el libro Danna       

Cuando has visto que hablabas de los dos narradores, después de quedarme     no he podido evitar reírme, lo siento    pero me acordé de lo que comentaste cuando lo dije yo sobre Doce años y un instante     

Que conste que a mí no me parece una mala idea.... y puede resultar muy interesante en según qué historias.....pero creo que es algo que al lector confunde, por lo tanto se tiene que dominar muuuuuy bien.

Bueno, al ser paranormal yo ya sabía que no lo iba a leer     

Un besote

       

creo que definitivamente yo de este me escapo.

Pues dado la critica tan bonita que le has hecho está borrado de la lista  
gastarse el dinero así no, si fuera en bolsillo quizás me arriesgaría por si conicidimos o no

yo es que soy muy sencilla y me gustan las cosas sencillas ... por otro lado me gusta que las autoras innoven... pero estoy con MJ...parece que ahora hay cierta moda, solo espero que no les de a todas... porque ya digo que a mí me confundió    

Un besote

Estoooo no creo que lo lea... me gusta paranormal, mucho, pero no aguanto a los ángeles sexuados, manías mías y si encima se salta a la torera la mitología eso me saca de quicio de mala manera, porque me molesta y mucho, si cuando leo a Kenyon y empieza a írsele la olla me paso un tiempo en plan    
Otra cosa, si yo fuera Kenyon, le meto un pleito por plagio, no diré más...
Y lo de dos narradores... uff, no lo veo, la verdad, no lo veo, o una cosa o la otra porque vamos...  no le veo yo el aquel... igual la mujer queria ser original y se le atragantó la cosa... pero bueno.

    Cuando yo estudiaba iba del 1 al 10 ... qué mayor me estoy haciendo     

Un besote

    Qué susto....

Bueno... pues yo, aunque me entere poco, sí que agradezco las explicaciones.. que nunca está de mal aprender ....

Un besote

Definitivamente no lo leeré.  Estoy de acuerdo con Hedexias, Kenyon deberia demandarla o algo porque mayor plagio creo que no se puede hacer  
En fin, gracias por la crítica, Danna.