él sufre un ataque cerebral y queda incapacitado para comunicarse

de fuertes dolores de cabeza, que le llevan a creer que tiene una enfermedad mental.

Cuando Anne vio por primera vez a Sydnam, se llevó el susto de su vida. De perfil, parecía el hombre más apuesto del mundo, pero al girarse le mostró el lado de su cuerpo que la batalla había dejado horriblemente desfigurado. A su manera, los dos eran seres marcados: él, por la metralla francesa-, ella, por el rechazo de la rígida sociedad victoriana, que no perdona a una mujer ser madre soltera. A ninguno les hace mucha gracia coincidir en la mansión de los Bedwyn. Anne sólo accede a acudir para que su hijo esté con otros niños. Sydnam, cuidador de la propiedad, sólo espera que los invitados se marchen pronto. Pero cuando los dos se encuentran, descubren una fuerte atracción que culmina en una noche de pasión. Ante ellos se abre ahora un futuro de esperanza: la ocasión de derribar la muralla de soledad en la que se han refugiado, y de sacar a la luz sus más íntimos secretos...

A VECES, LAS HERIDAS DEL CORAZÓN...
Anne vive centrada en su trabajo como profesora en la escuela de Miss Martin y en el cuidado de su hijo David, fruto de una violación por parte de un miembro de la familia Bedwyn nueve años atrás. Joshua y Freyja, primos del padre de David, se sienten responsables de ella y desde siempre la han cuidado y protegido. Ahora dan un paso más y la convencen de que acuda con su hijo a su mansión de verano. Anne sólo intenta pasar desapercibida, pero sus anfitriones tienen otros planes. Unos planes en los que tiene mucho que ver el hombre que cuida la mansión, un hombre herido en su cuerpo y, lo que es más grave, en su espíritu. Anne y Sydnam son dos almas solitarias a las que el destino ha querido dar una última oportunidad... si saben aprovecharla.

...SON MÁS PROFUNDAS QUE LAS DE LA CARNE
Sydnam Butler, hijo del conde de Redfield y ex soldado de Su Majestad herido en combate había aprendido a vivir solo con sus cicatrices. De vez en cuando, emocionado ante la belleza agreste del paisaje de Gales que era su refugio y su prisión, olvidaba su desgracia. Pero el espejo le recordaba siempre que ya no podía sostener un pincel para pintar un cuadro, ni podía aspirar a que ninguna mujer ocupara su cama ni su corazón... La mitad de su cuerpo era la de un hombre fuerte y apuesto como pocos. La otra mitad, la desfigurada imagen de un monstruo. Cuando conoce a Anne, descubre a una mujer capaz de ver más allá del horror de su cuerpo y de la pena que corroe su alma.