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| Serie Night Huntress - Jeaniene Frost | |
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Autor | Mensaje |
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DeDanna Ave César, las que van a sufrir te saludan
Mensajes : 18194 Edad : 103 Localización : El sofá Empleo/Ocios : El Mal Humor : Sarcástico, por supuesto. Inscripción : 01/08/2011
| Tema: Re: Serie Night Huntress - Jeaniene Frost Sáb 6 Ago 2011 - 22:11 | |
| Último capítulo Sí, vale, ya sé que dije que iba a editar, pero es que ya abrí el reply y ahora me da pereza volver atrás Es sábado... los sábados estoy vaga - Spoiler:
Capítulo tres.
Para cuando Bones y yo entramos en el coche para hacer la última etapa de nuestro viaje a casa, sólo faltaba una hora para el amanecer. Podríamos haber llegado a nuestra casa de Blue Ridge más rápido si hubiéramos volado todo el camino, pero era menos llamativo dejar nuestro helicóptero en el aeropuerto privado local. A pesar de que nuestro vecino más cercano estaba a más de dos docenas de hectáreas de distancia, un helicóptero que iba y venía, tendía a atraer mucha más atención que un coche. Cuanto más bajo sea nuestro perfil en esta área, mejor.
Una vez en nuestro coche, sin embargo, Bones y yo podíamos hablar con libertad. El primer punto de mi lista de tareas pendientes, después de que consiguiera dormir un poco, era que el helicóptero quedara limpio de “bichos”, y no me refería a la variedad de insectos. Madigan parecía el tipo de hombre que consideraría un procedimiento operativo estándar el plantar escuchas y dispositivos de rastreo en nuestro helicóptero, mientras Bones y yo estábamos en el recinto. Maldición, cuando había empezado con el equipo, y todo el mundo estaba preocupado de que me pasara al lado oscuro, Don había llenado mi vehículo de micrófonos y me había seguido veinticuatro horas al día, siete días a la semana. A mi tío le llevó años confiar en mí lo suficiente como para eliminar la vigilancia y las escuchas telefónicas. Algo me decía que a Madigan le tomaría más tiempo.
—Así que… ¿Cómo es en su mente? —pregunté.
Bones me miró de reojo mientras conducía por las carreteras sinuosas.
—Oscuro. Sin duda, sospecha de mis habilidades y ha fabricado una defensa decente contra ellas.
—¿En serio? —No me había parecido que Madigan tuviera la excepcional fortaleza mental necesaria para evitar la lectura mental de Bones, pero quizá lo había subestimado.
—Repetía rimas sin parar en su cabeza, y consiguió que fueran lo que oía por encima de todo —replicó Bones con rencorosa admiración—. Conseguí pillar unas cuantas cosas, como que cree que usando colonia evitará la habilidad de los vampiros para oler sus emociones. Y que desprecia a Don. La simple mención del nombre de tu tío provocó que apareciera una avalancha de insultos en sus pensamientos. —Tampoco parece que Don le tenga mucho cariño.
Tendría que preguntarle a mi tío acerca de su historia la próxima vez que lo viera. Tal vez fuera tan simple como la rivalidad por una mujer, algo que, después de todo, había sido suficiente para iniciar la guerra de Troya. Sin embargo, mientras Madigan se mantuviera sobre el tablero, lo que había sucedido entre él y Don en el pasado no importaba. Madigan creía que mi tío estaba muerto y enterrado. No sabía que sólo acertaba una de las dos.
—También desconfía profundamente de los vampiros, como ya habías notado —añadió Bones—. Aparte de eso, todo lo que escuché fueron suficientes repeticiones de “Tres tristes tigres comían trigo en un plato de trigo**” como para estar a punto de estacarme a mí mismo. (**En el original dice ““how many chucks could a woodchuck chuck” que es como un trabalenguas que me declaro incapaz de traducir)
Me eché a reír. Quizá bajo la pomposidad y los prejuicios de Madigan se escondía cierto sentido del humor. Eso me daba esperanzas. El orgullo no era el peor defecto del mundo, y los prejuicios contra los vampiros podían superarse con el tiempo. Pero la falta de sentido del humor era un defecto insuperable, en mi opinión.
—Por suerte, mis habilidades de lectura mental están en pañales —gruñó Bones—. Afortunada tú, mascota.
Cuando había incluido la sangre de Bones en mi dieta habitual, había más días en los que podía leer mentes humanas que días que no, pero de un tiempo a esta parte, esa habilidad se había apagado. Yo lo atribuía a que había sido un poder que Bones había adquirido recientemente, cuando su co-gobernante Mencheres había compartido algunas de sus formidables habilidades con él a través de un lazo de sangre. Era una lástima que mi sistema de reclamo fantasmal no tuviera pausas, pero el jugo de juju espectral de la sangre de Marie Laveau había tenido siglos para fermentar.
Por fin, giramos al final del camino de grava que llevaba a nuestra casa. Como estaba en lo alto de una pequeña montaña, todavía nos llevó un par de minutos llegar hasta nuestro camino de entrada. Numerosos fantasmas descansaban en nuestro porche y en los bosques aledaños, y sus energías me provocaban un hormigueo en la piel como de alfileres y agujas. Todas las cabezas se volvieron hacia mí cuando nuestro coche se detuvo, pero, al menos no me avergonzaron cuando salí. Había tenido que explicarles un montón de veces que, aunque apreciaba su entusiasmo, sólo le permitía a mi gato rondarme cuando regresaba a casa.
—Hola a todos —saludé, girándome para abarcarlos. Entonces tendí mis manos, mi señal para que todo el que quisiera pudiera volar a través de ellas. Al momento, una oleada de formas plateadas vino a mí, haciendo arder mis manos por los múltiples contactos que los fantasmas hicieron con ellas. Era como una versión muy extravagante de chocar los cinco en grupo, pero había descubierto que los fantasmas anhelan el contacto, aunque pasen a través de quien quiera —o lo que quiera— que toquen. Y, por lo menos, mis manos eran una parte mucho más apropiada del cuerpo para que los fantasmas las atravesaran, que otras por las que habían pasado “accidentalmente”. La imposición de una orden de desalojo automático a cualquier fantasma que volara a través de mí por debajo del cinturón, había puesto fin a esos incidentes.
Bones resopló sardónico mientras caminaba junto a mí hacia la casa. Sabía que estaba contando los días hasta que los poderes prestados de la reina vudú desaparecieran de mi sangre. Aunque entendía las razones que había tras ello, a Bones le gustaba tanto tener un montón de hombres y mujeres zumbando a través de mi carne como a mí me gustaba tratar con las incontables aventuras amorosas de su pasado.
En cuanto terminé con mi forma única de decir “hola”, entre en casa y lancé mi chaqueta sobre la silla más cercana. Antes de que pudiera hacer lo mismo con mi cuerpo, la voz de Bones me detuvo, su acento inglés cargado de fastidio.
—Fabian du Brac, espero que tengas una buena explicación para esto.
Uh, oh. Bones no usaba el nombre completo de Fabian a menos que estuviera mosqueado, y sólo había un puñado de reglas que habíamos establecido cuando acordamos permitirle a Fabian vivir con nosotros. Cuando entré en la sala de estar, vi cuál de esas reglas había roto Fabian.
—Eh, hola —dije a la fantasma femenina que flotaba junto a Fabian. Llevaba un traje oscuro, informe, que hacía lo que podía para disimular que tenía una figura digna de una Marilyn Monroe. Su piel, y su severo moño, sólo ponían de relieve la belleza natural de su rostro.
Bones no parecía impresionado por el adorable aspecto de la nueva fantasma. Seguía dedicando a Fabian una mirada sofocante, con una de sus oscuras cejas alzada a modo de desafío. Fabían sabía que solo él y mi tío tenían permitido descansar dentro de la casa. Al fin y al cabo, teníamos que establecer unas reglas básicas para preservar nuestra intimidad. De otro modo, tendríamos fantasmas tras nosotros de una habitación a otra, incluso siguiéndonos a Bones y a mí a la ducha, o comentando alegremente nuestras actividades de dormitorio. Todo ese asunto de atravesar paredes hacía que la mayoría de los fantasmas olvidaran lo que era una conducta apropiada y lo que no.
—Puedo explicarlo —empezó Fabian, lanzándome una mirada suplicante sobre el hombro de Bones.
—Permítanme —intervino la fantasma femenina con un acento que podría ser alemán—. En primer lugar, me presentaré: mi nombre es Elisabeth.
Mientras hablaba, trazó una profunda reverencia, primero hacia Bones y después hacia mí, el malestar evidente en su voz.
Algo de la tensión abandonó los hombros de Bones, mientras le devolvía el gesto inclinándose hacia ella, con una de sus piernas extendida, en un saludo que ya había quedado pasado de moda siglos antes de que yo naciera.
—Bones —contestó, enderezándose—. Un placer conocerla.
Disimulé una sonrisa. Bones era capaz de desairar a Madigan al no ofrecerle la mano sin pensárselo dos veces, pero siempre había tenido debilidad por las mujeres. Me conformé con dirigir una sonrisa y un guiño de bienvenida hacia Elisabeth mientras decía mi nombre. Oye, yo nunca había hecho una reverencia antes, pero me gustaría aprenderlo sólo para ver a Bones haciendo una de esas reverencias cortesanas de nuevo. Se las arregló para conseguir que incluso ese gesto formal se viera sexy.
—Fabian no cree que sea prudente revelar mi presencia a los demás —soltó Elisabeth pasó, arrancándome del curso de mis pensamientos—. Por eso me invitó a esperar dentro hasta que volvieran.
Habló sobre todo hacia mí, aunque su mirada barrió a Bones en más de una ocasión, ligeramente consternada. Sin duda le habían llegado rumores de que Bones estaba menos que encantado con mi nueva popularidad entre los vivos con deficiencias.
—¿Y cuál es el problema con que los demás sepan que estás aquí? —Me pregunté en voz alta. Claro, algunos de los fantasmas podrían molestarse porque Elisabeth estuviera dentro cuando se les había dado órdenes estrictas de no violar las paredes de la casa, pero no todos los días Fabián engañaba a una tía buena para volver a casa con él...
—Soy considerada una paria por muchos de mi especie. —Las palabras fueron un susurró muy bajo, casi no estaba seguro de haberlo oído.
—¿Una paria? —repetí. Yo ni siquiera sabía que hubiera fantasmas parias. Vaya, parecía que en ningún grupo podían llevarse bien del todo, no importaba el lado de la tierra en el que estuvieran. ¿Por qué?
Elisabeth cuadró los hombros mientras se encontraba con mi mirada. —Porque estoy tratando de matar a otro fantasma.
Mis dos cejas se alzaron de golpe, mientras una docena de preguntas surgían en mi mente. Bones dejó escapar un silbido antes de pasar a ofrecerme una sonrisa de ligero hastío.
—Sería agradable escuchar el resto de esta historia, así que ¿por qué no nos sentamos?
Fabian señaló en dirección a las ventanas cubiertas con cortinas. —Quizá podrías conseguirnos un poco más de privacidad antes, Cat.
Correcto. Los otros fantasmas no serían capaces de ver a nuestra nueva y enigmática visitante, pero si flotaban demasiado cerca de la casa, podrían escuchar accidentalmente el resto de la conversación con Elisabeth. Suspiré.
—Esperad aquí. Ahora vuelvo.
***
En cuanto hube insistido amablemente en que todas las personas transparentes debían desalojar las instalaciones durante la siguiente hora, volví a la sala de estar. Bones se sentó en el sofá con un vaso de whisky medio vacío en la mano. Los vampiros éramos los únicos que podíamos afirmar con sinceridad que bebíamos por el sabor, ya que ya que el alcohol no tenía ningún efecto en nosotros.
Fabian y Elisabeth flotaban sobre el sofá en posición de sentados, frente a Bones. Me senté junto a mi marido, apretando mis piernas para mantener el calor más que la comodidad. Antes del amanecer, a principios del otoño y a estas alturas, significaba temperaturas más frías. Si no esperara estar en la cama pronto, habría encendido el fuego. Por suerte para mí, mi gato, Helsing, tomó el que me sentara como una señal para saltar desde su posición privilegiada ventana al sofá, junto a mí. Su cuerpo peludo era como un horno pequeño cuando se colocó sobre mis piernas.
—Así que —dije mientras rascaba a Helsing detrás de las orejas—. ¿Cómo os conocisteis?
—Nos encontramos en Nueva Orleans hace varias décadas —murmuró Elisabeth.
—Junio, mil novecientos treinta y cinco —aportó Fabian antes de rozar tímidamente sus patillas—. Lo recuerdo porque… eh… hacía un tiempo inusualmente cálido ese año…
Tuve que morderme los labios para no reírme. ¡Fabían estaba enamorado de la preciosa fantasma! Su absurda explicación para recordar el mes y año exactos en el que se habían conocido, cuando los fantasmas no pueden siquiera sentir la temperatura, sólo fue superada por la mirada de cordero degollado que le dedicó.
Seh, lo tenía mal, de acuerdo.
—Vale, habéis sido amigos durante mucho tiempo, pero está claro que no has venido para una visita de cortesía, así que, ¿qué te ha traído aquí, Elisabeth?
Asumí que tenía algo que ver con el fantasma que quería matar, pero si era así, tenía una suerte de mierda. Para empezar, yo no era una asesina a sueldo de ninguna clase, y Bones estaba retirado del negocio desde hacía mucho. Por otra parte, ni siquiera podía ayudar a mi tío a encontrar su camino al Otro Lado, así que acabar con un fantasma estaba fuera de mis habilidades. Incluso aunque sintiera una urgente necesidad de salir a cazar fantasmas, que no era el caso.
Ella descansó sus manos en el regazo, los dedos entrelazados. —En mil cuatrocientos ochenta y nueve, cuando tenía veintisiete años, fui quemada por brujería —empezó con voz suave.
Aunque había ocurrido casi medio milenio antes, me estremecí. Había sido quemada antes, y ambas veces habían sido unas experiencias terribles.
—Lo siento —dije. Y realmente lo sentía.
Elisabeth asintió sin apartar la mirada de sus manos. —No era una bruja —añadió, como si eso significara alguna diferencia en la terrorífica naturaleza de su ejecución—. Era una partera que desafió al magistrado local cuando acusó a una madre de estrangular deliberadamente a su hijo con su propio cordón. El imbécil no sabía que las complicaciones en el parto ocurrían a menudo… y se lo dije así. En seguida, me envió a Heinrich Kramer.
—¿Quién era?
—Un hijo de puta asesino —replicó Bones antes de que Elisabeth tuviera oportunidad de hacerlo—. Escribió el Malleus Maleficarum, el Martillo de las Brujas, un libro responsable de varios siglos de caza de brujas. De acuerdo con Kramer, cualquiera que llevara falda, era poco menos que una bruja.
Así que Elisabeth había sido asesinada por un fanático homicida con un caso grave de misoginia. Yo sabía lo que era ser señalada por un fanático, y eso me hacía simpatizar más con ella.
—Lo siento —dije, esta vez incluso con más sinceridad—. Aunque Kramer ya haya muerto, espero que haya sido de forma lenta y dolorosa.
—No lo fue —dijo en tono amargo—. Se cayó de su caballo y se rompió el cuello, en lugar de ser pisoteado y morir sufriendo.
—No es justo —acordé mientras pensaba que, al fin, Kramer podía haber tenido algo de su propia medicina de fuego en el infierno.
Bones le dedicó a Elisabeth una larga y especulativa mirada. —Sabes bastantes detalles de su muerte, ¿no es así?
Elisabeth le devolvió la mirada. En su estado fantasmal, sus ojos eran de un azul medio que me hizo preguntarme si serían tan oscuros como el índigo de Tate cuando había estado viva.
—Sí, yo fui quien asustó a su caballo —replicó a la defensiva—. Quería venganza por lo que me había hecho, y detener las muertes de más mujeres en cada ciudad a la que viajaba.
—Bien hecho —dije al instante. Si esperaba que la juzgara, es que no sabía nada de mí. O de Bones—. Ojalá pudiera estrechar tu mano.
—Muy bien —dijo Bones, alzando su whisky a modo de saludo.
Elisabeth nos miró a ambos durante varios segundos. Entonces, muy lentamente, se levantó y flotó en mi dirección, tendiendo su mano hacia mí.
Supongo que no sabía lo que era una declaración metafórica. Tendí mi mano, recordándome a mí misma que no había nada diferente en esta ocasión a las demás en las que había dejado que los fantasmas pasaran a través de mi carne a modo de saludo. Pero cuando su mano se acercó a la mía, esa sensación habitual de hormigueo, seguida de mis dedos pasando a través de ella no tuvo lugar. Increíblemente, un puño helado me devolvió el apretón con la misma firmeza y consistencia que mi tenía mi propia carne.
—¡Hijo de puta! —exclamé saltando sobre mis pies. Mi gato siseó y saltó al otro extremo del sofá, molesto porque lo hubiera hecho levantar.
Elisabeth repente estaba delante de mí en un color vibrante, como si hubiera sido pasado de ser transmitida de un canal con poca definición a uno de alta definición. Su pelo, que yo pensaba que era de un anodino color marrón, brilló con una rico matiz castaño, y sus ojos eran tan azules que parecían el mar a medianoche. Sus mejillas lucían un tono rosado, destacando una piel que sólo podría ser descrita como hecha de duraznos y crema.
—Sangriento infierno —musitó Bones poniéndose también de pie. Extendió su mano para aferrar el brazo de Elisabeth. Su expresión reflejó la misma sorpresa que la mía cuando sus dedos se cerraron alrededor de la carne sólida en lugar de pasar a través de vaporosa energía.
—Ya te dije que algunos de mi especie eran más fuertes que otros —murmuró Fabián desde detrás de Elisabeth.
«¿No jodas?», pensé aturdida, incapaz de dejar de apretar la mano helada de Elisabeth con firmeza, sólo para comprobar una vez más que era muy sólida.
Pero poco después de que lo hiciera, sentí un estallido de energía en el aire, como si un globo invisible se hubiera reventado. Alfileres y agujas estallaron a través de mi piel mientras que la mano que había estado estrechando simplemente desapareció. Al instante siguiente, el aspecto de Elisabeth se difuminó de nuevo en colores apagados y el brazo que Bones había estado apretando se deshizo de su control, dejando sus dedos curvados —al igual que los míos— en torno a nada más que un esquema transparente de carne que ya no estaba allí.
—Sólo puedo permanecer en estado sólido durante unos pocos minutos —dijo Elisabeth, como si lo que había hecho no fuera ya lo bastante increíble—. Sin embargo, Kramer es más fuerte que yo.
Me sentí como si mi cerebro estuviera volviéndose loco para pillar todo lo que acababa de presenciar. —¿Kramer? Dijiste que había muerto hacía siglos.
—Y murió —replicó Elisabeth con una mueca terrorífica—. Y aun así, cada Halloween, camina. ***
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| | | rrdarkangel Hace 65 millones de años
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| | | | DeDanna Ave César, las que van a sufrir te saludan
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| | | | rrdarkangel Hace 65 millones de años
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| Tema: Re: Serie Night Huntress - Jeaniene Frost Sáb 20 Ago 2011 - 0:43 | |
| Yo los fui leyendo todos, y me alegro de haberlo hecho y no seguir por una vez mi maravillosa costumbre de "bah, voy a este, que me apetece más" E intentaré no lanzarme cual ave de rapiña sobre este, pero no me prometo nada a mí misma... Los tres capítulos me han abierto el apetito cosa mala |
| | | rrdarkangel Hace 65 millones de años
Mensajes : 17429 Edad : 32 Localización : Entre libros Empleo/Ocios : Empleo: Domadora Ocio:ser Loba Humor : Bazinga!!! Inscripción : 21/10/2009
| | | | DeDanna Ave César, las que van a sufrir te saludan
Mensajes : 18194 Edad : 103 Localización : El sofá Empleo/Ocios : El Mal Humor : Sarcástico, por supuesto. Inscripción : 01/08/2011
| Tema: Re: Serie Night Huntress - Jeaniene Frost Sáb 20 Ago 2011 - 0:55 | |
| Yo es que me muero de curiosidad por - Spoiler:
el tío ese del gobierno. ¿Te apuestas a que Bones se lo intenta comer antes del capítulo seis? ¿Y la fantasma, que Fabian está tan enamoradísimo? ¿Podrán los fantasmas... eh... tú ya me entiendes ?
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| | | rrdarkangel Hace 65 millones de años
Mensajes : 17429 Edad : 32 Localización : Entre libros Empleo/Ocios : Empleo: Domadora Ocio:ser Loba Humor : Bazinga!!! Inscripción : 21/10/2009
| | | | eteline Celebrando una cena en tu honor
Mensajes : 7419 Edad : 49 Localización : Ciudad de Panamá Empleo/Ocios : Leer Mucho Humor : Alegre y Explosivo Inscripción : 20/09/2010
| Tema: Re: Serie Night Huntress - Jeaniene Frost Sáb 20 Ago 2011 - 1:12 | |
| A esa es una muy buena pregunta DeDanna Yo debo confesar que no me he leído todavía los 3 capítulos que tradujiste porque se que en cuanto los lea me da el veri veri (en pocas palabras patatús) como decimos en buen panameño por querer tener ya el 6to libro
Última edición por eteline el Sáb 20 Ago 2011 - 1:56, editado 1 vez |
| | | rrdarkangel Hace 65 millones de años
Mensajes : 17429 Edad : 32 Localización : Entre libros Empleo/Ocios : Empleo: Domadora Ocio:ser Loba Humor : Bazinga!!! Inscripción : 21/10/2009
| | | | DeDanna Ave César, las que van a sufrir te saludan
Mensajes : 18194 Edad : 103 Localización : El sofá Empleo/Ocios : El Mal Humor : Sarcástico, por supuesto. Inscripción : 01/08/2011
| Tema: Re: Serie Night Huntress - Jeaniene Frost Sáb 20 Ago 2011 - 1:20 | |
| - rrdarkangel escribió:
- Spoiler:
- Spoiler:
Lo de Don no lo dudo ni por un momento Lo de los fantasmas... Mi mente malvada es capaz de concebirlo, pero le veo ciertas... eh... dificultades técnicas. De corporeidad, y esas cosas, más que nada
- eteline escribió:
- A esa es una muy buena pregunta DeDanna Yo debo confesar que no me he leído todavía los 3 capítulos que track ostra porque se que en cuanto los lea me da el veri veri (en pocas palabras patatús) como decimos en buen panameño por querer tener ya el 6to libro
Pues no te los leas, porque yo ya no tengo uñas: tengo muñones, directamente (Desde que me dijeron cómo usar el Multi Citer -gracias Alba, Banshee- todo un mundo nuevo se ha abierto ante mí ) |
| | | rrdarkangel Hace 65 millones de años
Mensajes : 17429 Edad : 32 Localización : Entre libros Empleo/Ocios : Empleo: Domadora Ocio:ser Loba Humor : Bazinga!!! Inscripción : 21/10/2009
| | | | DeDanna Ave César, las que van a sufrir te saludan
Mensajes : 18194 Edad : 103 Localización : El sofá Empleo/Ocios : El Mal Humor : Sarcástico, por supuesto. Inscripción : 01/08/2011
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